Devocional

«Mientras permanezca el mundo»

del Cuórum de los Doce Apóstoles

19 de enero de 2021

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Tenemos la bendición de vivir y servir en una de las épocas más notables de la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Testifico que ninguna mano impía y ninguna pandemia pueden impedir que la santa obra del Señor progrese.

Tenemos la intención de modificar la traducción cuando sea necesario. Si tiene alguna sugerencia, escríbanos a speeches.spa@byu.edu

Estoy agradecido de reunirme con ustedes hoy en este devocional de la Universidad Brigham Young. Susan y yo los amamos y hemos esperado esta ocasión con gran anticipación por muchas semanas.

Me complace traerles el amor y las bendiciones del presidente Russell M. Nelson, presidente Dallin H. Oaks, presidente Henry B. Eyring y todos mis compañeros del Cuórum de los Doce Apóstoles. Los amamos y oramos por ustedes, y apreciamos sus oraciones por nosotros.

No sé el número exacto de devocionales como este al que asistí durante mis años como estudiante en el campus de BYU. Pero sí sé y estoy agradecido por el impacto duradero que los mensajes que escuché han tenido en mi vida. Los animo a aprovechar cada oportunidad para recibir nutrición espiritual de los fieles hombres y mujeres a quienes se les invita a hablar en los devocionales del campus.

Oro por todos nosotros para tener la compañía, la ayuda y el poder edificante del Espíritu Santo al compartir mis pensamientos con ustedes.

El éxodo de Nauvoo

Hoy es el 19 de enero de 2021. Hace casi exactamente 175 años, el 4 de febrero de 1846, Charles Shumway cruzó el río Misisipi y comenzó la migración de los Santos de los Últimos Días hacia el oeste desde Nauvoo, Illinois. Durante tres semanas, bajo temperaturas heladas, los carromatos cruzaron el río con frecuencia evitando grandes trozos de hielo. Después de que Charles C. Rich cruzó el Misisipi el 25 de febrero, decenas de refugiados más cruzaron el río sobre hielo sólido1. La fase invernal de este éxodo masivo fue dirigida por el presidente Brigham Young: el conocido viaje del Campamento de Israel a través de Iowa, en el que participaron aproximadamente 3.000 santos.

La fase primaveral del éxodo incluyó tres grandes olas de refugiados que partieron de Nauvoo e involucraron a más de 10.000 santos, triplicando el número de personas de la partida de invierno.

La fase otoñal del éxodo incluyó a unos 700 santos que fueron expulsados de Nauvoo a punta de pistola.

La salida invernal de Nauvoo en particular causó dificultades inimaginables para esos fieles Santos de los Últimos Días, y muchos buscaron refugio en campamentos a lo largo del río Misisipi. Cuando se enteró Brigham Young en Winter Quarters sobre la condición de esos exiliados, inmediatamente envió una carta al otro lado del río a Council Point instando a los hermanos a ayudar, recordándoles el convenio hecho en el Templo de Nauvoo. Él aconsejó: «Ahora es el momento de obrar. Permitan que el fuego del convenio que hicieron en la Casa del Señor, arda en sus corazones como una llama inextinguible»2. A los pocos días, los carromatos estaban rodando hacia el este para rescatar a los santos que tenían dificultades.

¿Qué fue lo que dio tanta fuerza a aquellos primeros miembros de la Iglesia? ¿Qué impulsó su devoción y les permitió seguir adelante en condiciones abrumadoramente adversas? Fue el fuego de los convenios y las ordenanzas del templo que ardía en sus corazones. Era su compromiso de «adora[r], y honorablemente retene[r] un nombre y una posición»3 en la Casa del Señor.

El presidente M. Russell Ballard dijo:

A veces enfrentamos la tentación de permitir que nuestras vidas se basen más en lo que es conveniente que en los convenios. No siempre nos viene bien vivir las normas del Evangelio, defender la verdad y dar testimonio de la restauración. Por lo general, no es conveniente compartir el Evangelio con los demás; no siempre es conveniente responder a un llamamiento en la Iglesia, especialmente esos que requieren un mayor esfuerzo por parte nuestra. … Las oportunidades de servir a los demás en forma significativa, como convinimos, rara vez se nos presentan en el momento oportuno. Pero no hay poder espiritual cuando se vive por lo que nos venga bien. El poder proviene del cumplimiento de nuestros convenios. Al contemplar las experiencias de aquellos primeros santos, podemos apreciar que los convenios eran la fuerza primordial en su vida4.

En su extremo sufrimiento, esos devotos discípulos estaban profundamente conscientes de su dependencia de Dios y confiaron en Él para ser librados. Y creo que ellos comprendieron que los convenios sagrados y las ordenanzas del sacerdocio recibidas dignamente y recordadas continuamente abren las vías celestiales mediante los cuales tenemos acceso al poder de la divinidad y a todas las bendiciones que están disponibles mediante la expiación del Salvador.

Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, sí, la llave del conocimiento de Dios.

Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad.

Y sin sus ordenanzas y la autoridad del sacerdocio, el poder de la divinidad no se manifiesta a los hombres en la carne5.

Mediante su fidelidad, esos fieles santos invitaron «el fuego del convenio» y «el poder de la divinidad» a sus vidas. Fortalecidos y habilitados por ese fuego y poder, fueron bendecidos para caminar hacia el oeste «con fe en cada paso»6.

Por favor tengan en cuenta que la importancia eterna de los convenios y las ordenanzas del templo fueron anclaron a aquellos en ambos extremos del movimiento hacia el oeste de los Santos de los Últimos Días.

En Nauvoo, Brigham Young trabajó diligentemente y animó a la gente a terminar el templo. Él personalmente trabajó día y noche con miembros de los Doce y otros obreros del templo para que los santos dignos pudieran recibir sus bendiciones del templo en Nauvoo antes de comenzar su jornada hacia el oeste.

El presidente Young explicó:

Era tal el anhelo manifestado por los santos para recibir estas ordenanzas [del templo] y tal nuestro deseo de administrárselas, que me he dedicado por completo a la obra del Señor, día y noche, en el templo, sin tomar un promedio de más de cuatro horas diarias para dormir y yendo a casa sólo una vez por semana7.

Recuerden que una de las primeras cosas que hizo el presidente Young al entrar en el Valle del Lago Salado fue seleccionar un sitio para otro templo.

Los primeros miembros, como Sarah Rich, tuvieron la bendición de reconocer y comprender las bendiciones divinas disponibles en la Santa Casa del Señor. Ella describió sus experiencias en Iowa en 1846:

Pero muchas fueron las bendiciones que habíamos recibido en la Casa del Señor, las cuales nos han causado gozo y consuelo en medio de todos nuestros pesares y nos han permitido tener fe en Dios sabiendo que él nos guiaría y sostendría en el trayecto desconocido que nos aguardaba, porque si no hubiera sido por la fe y el conocimiento que se nos confirió en ese templo por la influencia y la ayuda del Espíritu del Señor en nuestra jornada habría sido como un salto en la oscuridad. Comenzar un viaje como ese en el invierno, y en nuestro estado de pobreza, parecería como entrar en la quijada de la muerte, pero teníamos fe en nuestro Padre Celestial y confiamos en él al sentir que éramos Su pueblo escogido y que habíamos aceptado Su evangelio, y en vez de sentir pesar nos regocijábamos de que había llegado el día de nuestra liberación8.

Mis queridos hermanos y hermanas, los convenios sagrados, las ordenanzas del sacerdocio, el fuego del convenio y el poder de la divinidad son fundamentales para comprender la amplitud, profundidad y alcance de la migración de los Santos de los Últimos Días de Nauvoo al Gran Valle del Lago Salado. Y las lecciones aprendidas por los santos en Nauvoo y en el camino hacia el oeste continúan bendiciéndonos hasta el día de hoy.

Una advertencia de tres días

A fin de proporcionar un punto de referencia de lo que estoy a punto de describir, los invito a hacer lo mejor que puedan para recordar dónde se encontraban y lo que estaban haciendo entre el martes 10 de noviembre y el viernes 13 de noviembre de 2020. Episodios importantes de la historia de la Iglesia ocurrieron en esos cuatro días, cuando el fuego del convenio y el poder de la divinidad se manifestaron de maneras milagrosas en varios templos ubicados en Norteamérica.

El 10 de noviembre de 2020, los funcionarios gubernamentales de una gran jurisdicción anunciaron que las organizaciones religiosas debían suspender todas las reuniones y encuentros públicos. La intención de estas restricciones era ayudar a reducir la propagación del COVID-19 y estarían en vigor por un mínimo de tres semanas, y probablemente más. El anuncio incluyó una advertencia de tres días de que todas las operaciones deberían cesar para la medianoche del viernes 13 de noviembre.

Debido a que los templos habían estado cerrados por un período de tiempo a principios de 2020, los participantes, líderes y obreros del templo se sintieron especialmente decepcionados de que la obra de las ordenanzas se detuviera de nuevo. Y dado que solo se estaban efectuando ordenanzas personales mediante reservación individual y con capacidad reducida como resultado del distanciamiento social y otros protocolos de seguridad, decenas de miembros habían estado esperando pacientemente su turno para entrar en el templo a fin de hacer convenios sagrados mediante las ordenanzas del sacerdocio. Las nuevas restricciones harían que los miembros de la Iglesia afrontaran otra dolorosa demora de duración incierta.

Los líderes y obreros de un templo oraron fervientemente para pedir guía, deliberaron en consejo y buscaron inspiración del cielo. Las respuestas llegaron. Se tomó la decisión de mantener el templo abierto las 24 horas del miércoles, jueves y viernes para servir a la mayor cantidad de participantes posible. Las puertas del templo permanecerían abiertas y las luces no se apagarían hasta la medianoche del viernes 13 de noviembre.

Las tareas que necesitaban completarse parecían totalmente abrumadoras. Se tendría que contactar a algunos de los participantes para confirmar las citas existentes. Otros participantes con citas programadas después del viernes 13 tendrían que ser informados sobre el cierre del templo y se les ofrecería la oportunidad de reprogramar. La disponibilidad de los obreros del templo tendría que evaluarse a fin de que las horas de operación prolongadas pudieran cubrirse adecuadamente. Equipos para limpiar y desinfectar el interior del templo tendrían que ser organizados. ¡Tantas cosas que hacer y tan poco tiempo para hacerlas!

La obra comenzó. Se hicieron llamadas telefónicas. Se enviaron correos electrónicos. Se enviaron y se contestaron mensajes de texto. Se pidieron voluntarios y respondieron por docenas. Las puertas del templo se abrieron temprano el miércoles por la mañana y las luces no se apagaron hasta la medianoche del viernes.

Ahora quiero compartir con ustedes citas de ocho personas que participaron en estas experiencias extraordinarias. Disculpen las citas extensas, pero solo las descripciones de primera mano pueden hacer justicia a los eventos que ocurrieron.

Cita #1: «Cuando comencé a llamar a los participantes el martes por la tarde, . . . Esperaba por completo dejar mensajes de voz. Casi todos contestaron su teléfono. Para mí, eso fue un milagro. Casi todos los horarios disponibles se llenaron en menos de un día y medio».

Cita #2: «Los secretarios de la oficina pasaron incontables horas llamando a los participantes afectados por el cierre para ver si les gustaría reprogramar sus citas. Cada vez que pasaba por sus escritorios, estaban hablando por teléfono. Cuando colgaban, tenían sonrisas en sus rostros al llenar el horario con nuevas citas para que las ordenanzas se efectuaran a lo largo de la noche. Nunca he visto tanta dedicación como la de estas hermanas, que trabajaron tan arduamente para dar cabida a las participantes en la obra del Señor».

Cita #3: «En cada aspecto de esta experiencia, la mano del Señor era evidente. Hubo milagro tras milagro: milagros en la programación de citas, milagros en obtener los documentos necesarios para que se efectuaran las ordenanzas, milagros al tener una cita disponible precisamente en el único momento en que la persona podía venir. «Estoy convencido de que solo somos conscientes de una pequeña porción de lo que el Señor hizo para permitir que Sus hijos tuvieran la oportunidad de recibir las bendiciones del templo».

Cita #4: «Al llegar al templo el jueves por la mañana alrededor de las 5:00 de la mañana, vi a obreros que habían servido toda la noche todavía sonriendo mientras servían. El tema más común que escuché de los obreros fue que esto se sentía como Nauvoo cuando los santos debían marcharse, pero seguían viniendo al templo para recibir sus ordenanzas del templo.

«Y al igual que Nauvoo, vi sacrificios hechos por personas que aman al Señor y aman el templo. Un hermano se quedó en el templo día y noche, sin regresar a casa por tres días. Su servicio fue inestimable y necesario en muchas maneras. Vi a hermanas que sirven en la oficina pasar incontables horas por teléfono para reprogramar a las personas que deseaban recibir sus ordenanzas. Vi a adultos mayores caminar por los pasillos del templo después de recibir su investidura, con enormes sonrisas en el rostro. Vi los felices rostros de parejas recién selladas en la Casa del Señor, agradecidos de que no tenían que esperar a que el templo volviera a abrirse. Vi a misioneros venir al templo con sus familias, listos para ser investidos con poder de lo alto antes de embarcar a sus misiones. Vi personas que habían conducido toda la noche para asistir al templo con su familia. Vi una hermosa niña de dos años rodeada de padres, abuelos y otros miembros de la familia mientras se preparaban para sellarse con ella por toda la eternidad. Vi al personal del templo y a los obreros pasar incontables horas desinfectando el templo, manteniendo a todos a salvo durante la pandemia. Había obreros que habían servido toda la mañana que se ofrecieron para regresar y trabajar toda la noche. Nunca olvidaré la dedicación y la bondad que se ha demostrado esta semana en la Casa del Señor.

Cita #5: «Lo que me inspira son todos los obreros que vinieron en masa a todas horas del día y de la noche para hacer que esto sucediera, junto con los ingenieros, los registradores auxiliares y especialmente el personal de limpieza (lo cual creo que merece el mayor elogio. ¡Qué desafío debieron haber tenido!)».

Cita #6: Una hermana, que tenía un año de ser miembro, recibió su investidura. Estaba tan llena de gozo que todos sintieron la calidez y el amor que traía. La acompañaron en el templo su obispo, su presidenta de la Sociedad de Socorro, su presidente de estaca, algunas otras amigas y las dos hermanas misioneras que le enseñaron, quienes desde entonces habían sido relevadas de sus misiones. Uno de los pocos obreros que sirvieron en el templo para esta sesión fue alguien cercano a esa hermana, y esa persona no sabía de la cita. Cuando la hermana que recibió su investidura vio a esta obrera, dijo: ‘Oré para que estuvieras aquí hoy'».

Cita #7: «Hay muchos desafíos y experiencias que afrontamos en la vida y a veces nos preguntamos si somos o si hacemos ‘lo suficiente’. Algunas de ellas suceden solo una vez en la vida, aquellas de las que leemos o escuchamos que alguien más ha experimentado. Prestar servicio en el templo en plena noche, al igual que lo hicieron los pioneros de Nauvoo, fue una de esas oportunidades preciadas que se dan una vez en la vida. Todo nuestro turno estaba asombrado por la luz que emitían los ojos de los participantes que venían y por su gratitud, y nos conmovió el sacrificio y el privilegio que teníamos como obreros de servirles de esta manera».

Cita #8: «He comparado mis sentimientos hacia el haber recibido mis propias investiduras con los de los primeros santos que se negaron a dejar que el Templo de Nauvoo cerrara antes que huyeran al oeste. Ellos conocían y entendían la importancia de las sagradas ordenanzas que se efectuaban adentro. He sentido cómo se sintieron esos pioneros. Sabía que si yo fuera un santo en ese entonces, me habría parado afuera del templo esperando hacer esos convenios eternos. Comprendí cómo se sentían. Comprendí el sentimiento de anhelo y urgencia.

«Pude ser uno de esos pioneros. No solo tuve la oportunidad de hacer convenios sagrados y recibir conocimiento y bendiciones sagradas, sino que llegué a formar parte de la historia. Estoy sumamente agradecido por el Señor y por los milagros y las tiernas misericordias con las que Él me ha bendecido».

El día de los milagros no ha cesado.

El profeta Mormón planteó las siguientes preguntas poderosas:

¿Ha cesado el día de los milagros?

¿O han cesado los ángeles de aparecer a los hijos de los hombres? ¿O les ha retenido él el poder del Espíritu Santo? ¿O lo hará, mientras dure el tiempo, o exista la tierra, o haya sobre la faz de ella un hombre a quien salvar?

He aquí, os digo que no; porque es por la fe que se obran milagros; y es por la fe que aparecen ángeles y ejercen su ministerio a favor de los hombres 9.

En ocasiones, los miembros de la Iglesia me preguntan por qué no tenemos milagros poderosos hoy en día como los que ocurrían en los primeros días de la restauración de la Iglesia. Mi respuesta siempre es la misma: «¡Sí los tenemos!». Los acontecimientos llenos de fe en Nauvoo el febrero de 1846 y en Norteamérica en noviembre de 2020 son asombrosamente similares.

Tal vez ocurrió un gran milagro para el secretario del templo y el miembro de la Iglesia quienes pudieron programar una cita —en un horario casi completo— para la hora precisa y única en que el participante pudo ir al templo. El día de los milagros no ha cesado.

Tal vez ocurrió un gran milagro para el converso reciente que estaba encantada al descubrir en su sesión de investidura a una obrera muy cercana a ella que no sabía acerca de la cita. «Oré para que estuvieras aquí hoy». El día de los milagros no ha cesado.

Los grandes milagros en nuestras vidas son exactamente los mismos hoy en día como siempre lo han sido para los devotos discípulos del Señor Jesucristo: hacer convenios sagrados con Dios y recibir dignamente las ordenanzas del sacerdocio, el fuego de esos santos convenios que obran sobre y dentro de nosotros, y recibir el poder de la divinidad en nuestra vida al honrar esos convenios y «[andar] en todas las ordenanzas del Señor»10. El mismo espíritu que llevó a los Santos de los Últimos Días al templo de Nauvoo claramente estaba en acción el noviembre del año pasado. Y está obrando hoy y continuará obrando en el futuro. El día de los milagros no ha cesado.

Y quisiera exhortaros, mis amados hermanos, a que tengáis presente que toda buena dádiva viene de Cristo.

Y quisiera exhortaros, mis amados hermanos, a que recordéis que él es el mismo ayer, hoy y para siempre, y que todos estos dones de que he hablado, que son espirituales, jamás cesarán, mientras permanezca el mundo, sino por la incredulidad de los hijos de los hombres11.

Promesa y testimonio

Tenemos la bendición de vivir y servir en una de las épocas más notables de la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Con toda mi alma les testifico que ninguna mano impía y ninguna pandemia pueden impedir que la santa obra del Señor progrese. Y les prometo que, al honrar sus convenios y esforzarse por discernir con “el ojo de la fe”12, su visión espiritual se magnificará y se refinará para ayudarles a saber que los milagros que parecen pequeños en sus vidas, serán los más poderosos y más impactantes de todos.

Con gozo testifico de la divinidad y la realidad viviente del Padre Eterno y de Su Hijo Amado y Unigénito, y lo hago en el sagrado nombre del Señor Jesucristo. Amén.

© Intellectual Reserve, Inc. Reservados todos los derechos. 

Notas

1. Véase William G. Hartley, «The Pioneer Trek: Nauvoo to Winter QuartersEnsign, junio de 1997.

2 Brigham Young, carta al sumo consejo en Council Point, Iowa, 27 de septiembre de 1846, Brigham Young Office Files, General Correspondence, Outgoing, 1846 September-October, Church of Jesus Christ, catalog.churchofjesuschrist.org/assets?id=ecc4c37f-dc60-4b7a-b6a0-3b19e4abf8b3&crate=0&index=29.

3. DyC 109:24.

4. M. Russell Ballard, Conferencia General, abril de 1999 “Como una llama inextinguible”.

5. DyC 84:19–21

6. K. Newell Dayley, música y letra, «Faith in Every Footstep», de Dayley, «In Tune: Faith in Every FootstepNew Era, abril de 1997.

7. Brigham Young, entrada del diario, 12 de enero de 1846, según se informa en HC 7:567; véase Brigham Young Office Files, Journal, 1844 September 28–1846 February 3, Church of Jesus Christ, catalog.churchofjesuschrist.org/assets?id=de233849-df29-4851-b79d-ba78721d1476&crate=0&index=2; citado en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1997), pág. 313.

8. Sarah DeArmon Pea Rich, Reminiscences of Sarah DeArmon Pea Rich, holografía (1885–1893), archivos de la Iglesia de Jesucristo, Salt Lake City; citado en Carol Cornwall Madsen, Journey to Zion: Voices from the Mormon Trail (Salt Lake City: Deseret Book, 1997), pág. 173-174). Se ha actualizado la ortografía.

9. Moroni 7:35–37.

10. DyC. 136:4.

11. Moroni 10:18–19.

12. Éter 12:19.

David A. Bednar

David A. Bednar era miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cuando se dio este discurso en el devocional del 19 de enero del 2021.