Devocional

Permanecer para siempre

Setenta autoridad general

22 de enero de 2019

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Debemos estar fundados sobre la roca de la revelación y, aunque no sepamos la respuesta a cada pregunta, debemos conocer las respuestas a las preguntas principales. Si las conocemos, las puertas del infierno no prevalecerán contra nosotros y permaneceremos para siempre.

Tenemos la intención de modificar la traducción cuando sea necesario. Si tiene alguna sugerencia, escríbanos a speeches.spa@byu.edu

Como parte de una asignación que tuve como Autoridad General hace algunos años, leí gran cantidad de material antagonista hacia La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el profeta José Smith, el Libro de Mormón y los acontecimientos de la Restauración. Tal vez no haya nada de esa naturaleza que no haya leído. Desde que tuve esa asignación, ya no he vuelto a encontrarme en esa incómoda situación.

La lectura de ese material siempre me dejó con una sensación de penumbra y un día, esa sensación de oscuridad me inspiró a escribir una respuesta parcial a dichas aseveraciones hostiles. Quisiera compartir algunas de las ideas que escribí ese día y, si bien eran para mi beneficio propio, espero que a ustedes también les sirvan.

Hoy quería dar un discurso diferente. Escribí otros discursos más entretenidos, con más historias —más interesantes que esta— pero cada vez que escribía un discurso nuevo, se me dirigía de nuevo a este.

¿Ustedes permanecerán para siempre?

El profeta Daniel dijo que en los últimos días

el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido ni será dejado el reino a otro pueblo; despedazará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.1

El Reino de Dios es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y “permanecerá para siempre”.

La pregunta es: ¿Permaneceremos ustedes y yo? ¿Permanecerán para siempre o se irán? Y si se van, ¿a dónde irán?

El engaño es una señal de nuestros tiempos

Cuando el Señor describió las señales de Su venida y del fin del mundo, cuando describió nuestros días, mencionó muchas cosas, entre ellas guerras y rumores de guerras, nación levantándose contra nación, hambre, pestilencias, terremotos y muchas otras señales, incluyendo esta:

porque en aquellos días [ahora] también se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, a tal grado que engañarán, si fuere posible, aun a los mismos escogidos, que son los escogidos conforme al convenio.2

No sé con certeza todo lo que implica la afirmación: “engañarán, si fuere posible, aun a los mismos escogidos”, pero creo que al menos significa que todos afrontaremos ese reto en nuestros días.

Pablo dijo: «Ahora vemos por espejo, oscuramente».3 Del mismo modo, una de las características más prominentes de la visión del árbol de la vida es un «extenso vapor de tinieblas [en el cual] los que habían entrado en el sendero se apartaron del camino, de manera que se desviaron y se perdieron».4

El amplio espectro del engaño

Hay muchos que engañan y el espectro del engaño es amplio. En un extremo están los que atacan la Restauración, al profeta José Smith y el Libro de Mormón. Después vemos a quienes creen en la Restauración, pero aseguran que la Iglesia es deficiente y se ha descarriado. Otros afirman creer en la Restauración pero se desilusionan con la doctrina que entra en conflicto con las actitudes cambiantes de nuestros días. Algunas personas sin autoridad aseguran tener visiones, sueños y visitas que tienen como fin enderezar el barco, guiarnos hacia un sendero más elevado o preparar a la Iglesia para el fin del mundo. Otros son engañados por espíritus falsos.

En el otro extremo del espectro encontramos todo un universo de distracciones. Nunca ha habido más información, información errónea y desinformación; más productos, aparatos y juegos; y más opciones, lugares a donde ir y cosas que ver y hacer para ocupar el tiempo y centrar la atención lejos de lo que es más importante. Todo eso y mucho más se disemina de forma instantánea por todo el mundo a través de los medios electrónicos. Este es un día de engaños.

Conocimiento

La verdad nos permite ver con claridad porque es «el conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser».5 El conocimiento es fundamental para evitar el engaño, para discernir entre la verdad y el error, y para ver con claridad y trazar un curso al navegar por los peligros de nuestro día.

El profeta José Smith dijo:

El conocimiento es necesario para la vida y la divinidad. . . .  El conocimiento es revelación. Escuchen […] esta grandiosa clave: el conocimiento es el poder de Dios para la salvación.6

La gente dice: “Debes ser fiel a tus creencias”. Si bien eso es cierto, no podemos ser mejores que lo que sabemos. La mayoría de nosotros actuamos basándonos en nuestras creencias, en particular lo que creemos que es para nuestro interés­ personal. El problema es que a veces nos equivocamos.

Algunas personas podrían creer en Dios y en que la pornografía es mala, y aun así hacen clic en un sitio web pornográfico, creyendo erróneamente que serán más dichosas si lo hacen, que no pueden resistir hacer clic o que no están lastimando a nadie más. Simplemente están equivocadas.

Otras personas quizás crean que es malo mentir y aun así mientan de vez en cuando, con la errónea creencia de que les irá mejor si no se sabe la verdad. Simplemente están equivocadas.

Puede que una persona crea e incluso sepa que Jesús es el Cristo y aun así negarlo a Él no solo una, sino tres veces, debido a la errónea creencia de que le irá mejor si apacigua a la muchedumbre. Pedro no era malo. Ni siquiera sé si era débil. Simplemente estaba equivocado.

Cuando actuamos mal, tal vez pensemos que somos malos, cuando en verdad simplemente estamos equivocados. Simplemente están equivocados. El reto no radica tanto en cerrar la brecha entre nuestros actos y nuestras creencias; más bien, radica en cerrar la brecha entre nuestras creencias y la verdad. Ese es el desafío.

¿Cómo cerramos esa brecha? ¿Cómo evitamos el engaño?

Preguntas principales y preguntas secundarias

Comiencen respondiendo las preguntas principales. Hay preguntas principales y hay preguntas secundarias. Respondan primero las preguntas principales. No todas las preguntas son iguales y no todas las verdades son iguales. Las preguntas principales son las más importantes; todo lo demás está subordinado a ellas. Solamente hay unas cuantas preguntas principales. Mencionaré cuatro de ellas:

1. ¿Hay un Dios que es nuestro Padre?

2. ¿Es Jesucristo el Hijo de Dios, el Salvador del mundo?

3. ¿Fue José Smith un profeta?

4. ¿Es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días el Reino de Dios sobre la tierra?

Por el contrario, las preguntas secundarias son interminables. Entre ellas se encuentran preguntas sobre la historia de la Iglesia, el matrimonio plural, las personas de ascendencia africana y el sacerdocio, las mujeres y el sacerdocio, la traducción del Libro de Mormón, la Perla de Gran Precio, el ADN y el Libro de Mormón, el matrimonio entre personas del mismo sexo, los diferentes relatos de la Primera Visión, etc., etc.

Si responden las preguntas principales, las secundarias también se responderán, o perderán importancia. Si responden las preguntas principales podrán lidiar con las cosas que entienden y con las cosas que no entiendan, y con las cosas con las que estén de acuerdo y con las que no lo están, sin abandonar la Iglesia.

Diferentes maneras de aprender

¿Cómo podemos encontrar las respuestas? Hay distintos métodos de aprendizaje, entre ellos el método científico, el analítico, el académico y el divino. El método divino de aprendizaje incorpora los elementos de las demás metodologías, pero al final las supera a todas al echar mano de los poderes del cielo. Los cuatro métodos son necesarios para conocer la verdad. Todos ellos comienzan de la misma manera: con una pregunta. Las preguntas son importantes, en particular las preguntas principales.

El método científico

Con el método científico, una hipótesis se crea en respuesta a una pregunta. Luego se lleva a cabo la experimentación para probar la hipótesis. Luego se analizan los resultados y se sacan conclusiones que confirman, refutan o modifican la hipótesis, en cuyo caso el proceso continúa. Alma nos invitó a «experimentar con [sus] palabras».7 El Señor dijo:

Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.

El que quiera hacer la voluntad de él conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo.8

En cuanto al diezmo, el Señor también dijo: «Probadme ahora con esto . . . si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde».9

La verdad se puede descubrir al hacer, lo cual es la fe. La experiencia desempeña una función vital al llegar a conocer la verdad.

El método analítico

El método analítico también es importante. Implica reunir, organizar y sopesar evidencias pertinentes a una pregunta. Basándose en el peso de la evidencia, se sacan conclusiones en cuanto a cuál podría ser la verdad. El Señor instruyó a Oliver Cowdery, diciendo:

He aquí, no has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme.

Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien.10

La evidencia y la razón también desempeñan un papel en la preparación para saber la verdad.

El método académico

El método académico por supuesto implica el estudio de la palabra escrita. El estudio también es esencial. Mormón dijo que la palabra de Dios tiene un «efecto más potente en la mente del pueblo [nuestra manera de pensar] que la espada [lo cual podría ser el miedo a morir o la amenaza de muerte] o cualquier otra cosa».11 La palabra de Dios es más poderosa que cualquier otra cosa. Es más poderoso que el miedo, la adicción, la pornografía o cualquier otra cosa. Es lógico, por lo tanto, que el Señor diga: «Atesorad constantemente en vuestras mentes las palabras de vida».12 Él también dijo: «Y el que atesore mi palabra no será engañado».13

El método divino

El método divino de aprendizaje incorpora los elementos de las demás metodologías, pero al final las supera a todas al echar mano de los poderes del cielo. A fin de cuentas, las cosas de Dios se dan a conocer por el Espíritu de Dios, que normalmente es una voz apacible y delicada. El Señor dijo: “Dios os dará conocimiento por medio de su Santo Espíritu, sí, por el inefable don del Espíritu Santo”.14

El apóstol Pablo enseñó que los hombres solo conocen las cosas de los hombres y que las cosas de Dios no las conoce ningún hombre, excepto por medio del Espíritu de Dios.15 Él dijo: «El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura». Eso lo vemos todos los días. Pablo continúa: “…  y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.16

De todos los problemas a los que hacemos frente en la vida, hay uno que sobresale y es el que menos se entiende. La peor de las condiciones humanas no es la pobreza, la enfermedad, la soledad, el maltrato ni la guerra, por terribles que estas sean. La peor de todas las condiciones humanas es la más común: es morir. Es morir espiritualmente. Es estar separado de la presencia de Dios y, en esta vida, Su presencia es Su Espíritu o poder. Eso es lo peor.

Por otro lado, la mejor de todas las condiciones humanas no es la riqueza, la fama, el prestigio, la buena salud, los honores de los hombres, la seguridad ni—me atrevo a decir—las buenas notas. Aunque son maravillosas algunas de esas cosas, la mejor de todas las condiciónes humanas es ser investido con poder celestial; es nacer de nuevo, tener el don y la compañía del Espíritu Santo que es la fuente de conocimiento, revelación, fuerza, claridad, amor, gozo, paz, esperanza, confianza, fe y casi todas las demás cosas buenas. Jesús dijo: «… el Consolador, el Espíritu Santo [. . .] os enseñará todas las cosas». Es el poder mediante el cual «pod[emos] conocer la verdad de todas las cosas». “Él [nos] mostrará . . . todas las cosas que . . . deb[emos] hacer». Es la fuente de «agua viva» que brota para vida eterna.

Aunque la voz del Espíritu por lo general es una voz suave y apacible, aun así siempre es segura, penetrante, poderosa, edificante y sustentadora, tanto que el Señor dijo:

Y a cualquiera que hable contra el Hijo del Hombre le será perdonado; pero a cualquiera que hable contra el Espíritu Santo no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.21

Paguen cualquier precio que haya que pagar, lleven toda carga que haya que llevar y hagan cualquier sacrificio que haya que hacer para recibir y conservar en su vida la guía y el poder del Espíritu Santo. Todas las cosas buenas dependen de recibir y mantener el poder del Espíritu Santo en nuestra vida. Todo depende de eso.

“Lo que no edifica”

Entonces, ¿qué fue esa penumbra que sentí años atrás cuando leí materiales antagonistas? Algunos dirían que la penumbra es el producto de la parcialidad en las creencias, que es la inclinación hacia escoger solo aquellas cosas que van de acuerdo con nuestras suposiciones y creencias. La idea de que todo lo que uno ha creído y lo que se le ha enseñado podría ser erróneo, particularmente sin que haya nada mejor que lo sustituya, es en verdad una idea lúgubre y perturbadora. No obstante, la penumbra que sentí al escuchar ese oscuro coro de voces que se levantaba en contra del profeta José Smith y de la restauración de la Iglesia de Jesucristo­ es diferente. Esa penumbra no es la parcialidad en las creencias ni es el temor a estar equivocado. Es la ausencia del Espíritu de Dios. Eso es lo que es. Es la condición en la que el hombre “queda abandonado a sí mismo”.22 Es la penumbra de las tinieblas y el «estupor de pensamiento».23

El Señor dijo:

Y lo que no edifica no es de Dios, y es tinieblas.

Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto.24

La revelación del Espíritu de Dios reemplaza la parcialidad en las creencias debido a que no se basa solamente en evidencias. He pasado toda una vida procurando escuchar la palabra del Señor y aprendiendo a reconocer y seguir al Espíritu de Dios. El espíritu asociado con esas voces oscuras que atacan al Profeta Joseph Smith, el Libro de Mormón y la Restauración no es el espíritu de luz, inteligencia y verdad. El Espíritu de Dios no está en esas voces. Hay mucho que no conozco, pero sí conozco la voz del Señor y Su voz no está en ese oscuro coro.

En absoluto contraste con ese oscuro y horrible estupor de pensamiento que llena el pantano de la duda está el espíritu de luz, inteligencia, paz y verdad que respalda los acontecimientos y la gloriosa doctrina de la Restauración, particularmente las Escrituras reveladas al mundo por medio del profeta José Smith. Solo basta leerlas y preguntarse a uno mismo y preguntar a Dios si son palabras de mentira, engaño y falsedad, o si son la verdad.

No se puede aprender la verdad por eliminación

Los que tienen temor de que la Iglesia no sea verdadera dedican su tiempo y atención avanzando penosamente por el pantano de las preguntas secundarias. Tratan erróneamente de aprender la verdad por proceso de eliminación, intentando eliminar cada una de sus dudas. Eso siempre es una mala idea que nunca funciona.

Sin embargo, la vida no es tan sencilla. Hay innumerables aseveraciones y opiniones que ponen la verdad en entredicho. Cada vez que se encuentra una respuesta a una aseveración antagonista y se alza la vista, hay que confrontar otra. No trato de decir que deban ignorarlas deliberadamente, sino que podrían pasarse la vida entera buscando la respuesta a cada declaración contra la Iglesia y nunca llegar al conocimiento de las verdades más importantes.

Las respuestas a las preguntas principales no se reciben al responder las secundarias. Hay respuestas a las preguntas secundarias, pero no se puede comprobar un enunciado positivo desmintiendo cada enunciado negativo. No se puede comprobar que la Iglesia es verdadera desmintiendo cada declaración que se haga en contra de ella. Eso nunca funcionará. Se trata de una estrategia deficiente. En definitiva, tiene que haber una prueba afirmativa y, con las cosas de Dios, una prueba afirmativa final, la cual con certeza se recibe por revelación mediante la guía y el poder del Espíritu Santo.

Jesús preguntó a Sus discípulos:

¿quién decís que soy yo?

Respondió Simón Pedro y dijo: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!

Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

. . . tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.25

La Iglesia de Jesucristo está fundada sobre la roca de la revelación y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Nosotros somos la Iglesia. Ustedes y yo somos la Iglesia. Debemos estar fundados sobre la roca de la revelación y, aunque no sepamos la respuesta a cada pregunta, debemos conocer las respuestas a las preguntas principales. Si las conocemos, las puertas del infierno no prevalecerán contra nosotros y permaneceremos para siempre.

Crean que «para Dios todo es posible»

Por último, crean. Crean que «para Dios todo es posible».26 A todos nos puede sorprender de vez en cuando lo extraordinario, tal como caminar sobre el agua, multiplicar el pan y los peces, levantar a los muertos, traducir planchas de oro con lentes especiales o una piedra y un sombrero, y la visitación de ángeles. A algunas personas les cuesta creer cosas extraordinarias. Aunque es comprensible que nos cueste creer en lo extraordinario, no debería de ser así, porque las cosas comunes son en realidad mucho más fenomenales.

Los acontecimientos más fenomenales de todos los tiempos y de la eternidad —las maravillas más asombrosas, los desarrollos más sorprendentes e impresionantes— son los más comunes y ampliamente reconocidos. Son las siguientes: Yo existo, ustedes existen, nosotros existimos; y todo lo que percibimos también existe, desde las partículas subatómicas hasta los extremos más lejanos del universo y todo lo que haya entremedio, incluso todas las maravillas de la vida. ¿Hay algo mayor que esas realidades ordinarias? No. Nada más se asemeja. No se puede empezar a imaginar, mucho menos describir, nada que sea más grande que lo que ya hay.

En vista de lo que hay, nada más debería sorprendernos. Debería ser fácil creer que con Dios todo es posible.

La sanación de una mano herida no es tan sorprendente como la existencia de la mano en primer lugar. Si existe, eso indica que ciertamente se puede arreglar cuando esté rota. El acontecimiento mayor no está en su sanación, sino en su creación.

Más fenomenal que la resurrección es el nacimiento. La mayor maravilla no es que la vida, habiendo existido una vez, pueda volver a existir, sino que existe en primer lugar.

Más asombroso que levantar a los muertos es el hecho de que vivimos. Un corazón silencioso que vuelve a latir no es tan asombroso como el corazón que late dentro de sus pechos en este momento.

Que uno pueda ver en una piedra o a través de un lente especial  la traducción moderna de un texto antiguo escrito en planchas de oro es mucho menos asombroso que el ojo humano. La maravilla no es lo que el ojo humano puede ver, más bien que pueda ver en primer lugar.

¿Cómo pueden creer en cosas extraordinarias como ángeles y planchas de oro y en su potencial divino? Fácil, simplemente miren a su alrededor y crean.

No sé si a los burros algún día les saldrán alas y volarán, pero si lo hacen, los burros voladores nunca serán tan asombrosos como el burro ordinario en primer lugar.

Dudas y preguntas

Escuché a alguien decir recientemente: «Está bien tener dudas».

Me pregunto en cuanto a eso. El Señor dijo: «Mirad hacia mí en todo pensamiento; no dudéis; no temáis».27 Tengo muchas preguntas; no tengo dudas.

Conclusión

Hay un Dios en el cielo que es nuestro Padre Eterno. Yo lo sé por mi experiencia—toda mi experiencia. Lo sé por las evidencias, y las evidencias son contundentes. Lo sé por el estudio y, con mayor certeza, lo sé por la guía y el poder del Espíritu Santo.

Jesucristo es el Hijo de Dios y el Redentor del mundo. Yo lo sé por mi experiencia—toda mi experiencia. Lo sé por las evidencias, y las evidencias son contundentes. Lo sé por el estudio y, con mayor certeza, lo sé por la guía y el poder del Espíritu Santo.

José Smith fue un profeta de Dios que puso los cimientos de la restauración del Reino de Dios. Yo lo sé por mi experiencia—toda mi experiencia. Lo sé por las evidencias, y las evidencias son contundentes. Lo sé por el estudio y, con mayor certeza, lo sé por la guía y el poder del Espíritu Santo.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el Reino de Dios sobre la tierra. Yo lo sé por mi experiencia—toda mi experiencia. Lo sé por las evidencias, y las evidencias son contundentes. Lo sé por el estudio y, con mayor certeza, lo sé por la guía y el poder del Espíritu Santo.

Y con eso, sé todo lo que necesito saber a fin de permanecer para siempre.

Ruego que permanezcamos sobre la roca de la revelación, en particular respecto a las preguntas principales. Si lo hacemos, permaneceremos para siempre y nunca nos alejaremos. En el nombre de Jesucristo. Amén.

© Intellectual Reserve, Inc. Reservados todos los derechos.

1. Daniel 2:44.

2. JS—Mateo 1:22; también vea Mateo 24:24.

3. 1 Corintios 13:12.

4. 1 Nefi 8:23.

5. D&C 93:24.

6. José Smith, Nauvoo (Illinois), en  “Discourse, 21 May 1843, as Reported by Martha Jane Knowlton Coray” [Discurso, 21 de mayo de 1843, informado por Martha Jane Knowlton Coray], Libreta de notas, 40, Proyecto de los Documentos de José Smith. josephsmithpapers.org/paper-summary/discourse-21-may-1843-as-reported-by-martha-jane-knowlton-coray/5 (en inglés); énfasis agregado.

7. Alma 32:27.

8. Juan 7:16–17.

9. Malaquías 3:10.

10. D&C 9:7–8.

11. Alma 31:5.

12. D&C 84:85.

13. JS—Mateo 1:37.

14. D&C 121:26.

15. Vea 1 Corintios 2:9–11; también vea TJS, 1 Corintios 2:11.

16. 1 Corintios 2:14.

17. Juan 14:26.

18. Moroni 10:5.

19. 2 Nefi 32:5.

20. Juan 7:38; también vea el versículo 37.

21. Mateo 12:32.

22. D&C 121:38.

23. D&C 9:9; también vea el versículo 8.

24. D&C 50:23–24.

25. Matthew 16:15–18; también vea los versículos 13–14.

26. Mateo 19:26; también vea Lucas 1:37.

27. D&C 6:36.

Lawrence E. Corbridge

Lawrence E. Corbridge, un Setenta autoridad general de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dio este discurso el 22 de enero de 2019.