Devocional

Convertir a los enemigos en amigos

Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y directora de LDS Charities

23 de enero de 2018

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Si cambiamos nuestra perspectiva para que el cuidado de los pobres y los necesitados radique menos en dar cosas y más en saciar el hambre de contacto humano, en entablar conversaciones significativas y en crear relaciones edificantes y positivas, entonces el Señor nos podrá enviar a algún lugar.


Tenemos la intención de modificar esta traducción cuando sea necesario. Si tiene sugerencias, por favor mándenos un correo a speeches.spa@byu.edu

Hace muchos años, en la Universidad Brigham Young, había un gran entrenador de atletismo llamado Eugene L. Roberts. Creció en Provo y, cuando era joven, anduvo sin rumbo con amigos que no eran la mejor influencia. Y entonces sucedió algo extraordinario. Voy a leerles de sus propias palabras. Él escribió:

Hace varios años, cuando la ciudad de Provo todavía portaba la cicatriz de aquella desagradable taberna y otras formas cuestionables de diversión, una noche estaba parado en la calle esperando a que apareciera mi grupo de amigos cuando noté que el tabernáculo [de Provo] estaba iluminado y que una gran multitud de personas se dirigía en [esa] dirección. No tenía nada que hacer, así que me dejé llevar hasta allá y entré al edificio. Pensé que podría encontrar a algunos de mis amigos, o al menos a algunas de las chicas que me interesaban. Al entrar, me encontré con tres o cuatro de [mis] compañeros y nos colocamos debajo de la galería, donde había un grupo de señoritas que parecían prometer [algo] de entretenimiento.

No nos interesaba lo que se dijera desde el púlpito. Sabíamos que los que estaban en el estrado eran todos unos vejestorios. No sabían nada de la vida y ciertamente no podían decirnos nada, porque nosotros lo sabíamos todo. Así que nos acomodamos para pasar un buen rato. Justo en medio de nuestros disturbios, desde [el] púlpito resonó [la] siguiente [declaración]:

“No se puede distinguir el carácter de un individuo por la forma en que hace su trabajo diario. Obsérvenlo cuando termine su trabajo. Miren a dónde va. Fíjense en los compañeros que busca y en las cosas que hace cuando puede hacer lo que le plazca. Entonces podrán conocer su verdadero carácter”.

Levanté la vista hacia el estrado porque me impresionó esa poderosa declaración. Vi allí arriba a un hombrecillo luchador de cabellos oscuros y ojos feroces a quien conocía y temía, pero por el no sentía ningún cariño particular. 

… A continuación, hizo una comparación. Él dijo:

“Tomemos el águila, por ejemplo. Esta ave trabaja tan duro y tan eficientemente como cualquier otro animal al realizar su trabajo diario. Provee para sí misma y para sus crías con el sudor de su frente, por así decirlo; pero cuando su trabajo diario ha terminado y el águila tiene tiempo propio para hacer lo que le plazca, fíjense en cómo pasa sus momentos recreativos. Vuela a los reinos más altos del cielo, extiende sus alas y se baña en el aire superior, porque ama la atmósfera pura y limpia, y las alturas elevadas.

“Por otro lado, consideremos al cerdo. Este animal gruñe y come y provee para sus crías tan bien como el águila lo hace; pero, cuando terminan sus horas de trabajo y tiene [algunos] momentos recreativos, observen a dónde va y qué hace. El cerdo buscará el lodazal más fangoso del pastizal y se revolcará y se empapará de suciedad, porque esto es lo que ama. En su tiempo libre, la gente se comporta como el cerdo o como el águila”.

Ahoracuando escuché este breve discurso, me quedé estupefacto. Me volví hacia mis compañeros, avergonzado, pues me apenaba la idea de que me descubrieran escuchando. Cuál fue mi sorpresa al encontrar a todos los del grupo con su atención fija en el orador. …

Esa noche, salimos del tabernáculo algo callados y nos separamos más temprano de lo usual. Pensé en ese discurso durante todo el camino a casa. Me clasifiqué inmediatamente como parte de la familia de los cerdos. He pensado en ese discurso por años. Aquella noche nacieron en mí los débiles comienzos de una ambición: dejar el grupo de los cerdos y elevarme al del águila. …

Aquella misma noche también nacieron en mí los débiles comienzos de otra ambición: ayudar a rellenar los lodazales de nuestro pastizal social; así, a la gente que tendía a actuar como el cerdo le resultaría difícil revolcarse en la suciedad recreativa. Y como resultado de pensar constantemente en ese discurso, me he sentido impulsado a dedicar toda mi vida y mi profesión a desarrollar actividades recreativas saludables para los jóvenes, de modo que sea natural y fácil para ellos disfrutar del tipo de ocio del águila.

El hombre que pronunció ese discurso, el cual ha influido en mi vida más que cualquier otro que haya escuchado, fue el presidente George H. Brimhall. Que Dios lo bendiga1.

Ese es el final de su historia. George Brimhall fue el presidente de BYU hace cien años. Fue el presidente que ayudó a que BYU Academy se convirtiera en una universidad. Era el presidente Worthen de esa época. Y se le reverenciaba y admiraba por su habilidad para conmover a la gente, de la misma manera que conmovió a Eugene. Tal vez nunca se dio cuenta de que su discurso en el Tabernáculo de Provo ese día conmovió a alguien como Eugene, pero le cambió completamente la vida y este llegó a ser un respetado maestro y entrenador en BYU.

He pensado mucho en la siguiente pregunta, y probablemente ustedes también: ¿Qué hago en mi tiempo libre? ¿Y seré como el cerdo o como el águila?

Tal vez ustedes sean como yo y se pregunten: “¿De qué tiempo libre estamos hablando?”. Sé que ustedes son estudiantes universitarios ocupados con llamamientos en la Iglesia, trabajo, familia, amigos y muchas obligaciones. Sin embargo, después de una experiencia que tuve hace un par de semanas, me di cuenta de que, por muy ocupada que crea que esté, el Señor pone oportunidades en medio de mi camino, y todo lo que tengo que hacer es aprovecharlas.

La experiencia que tuve fue después del funeral del presidente Thomas S. Monson. La familia Monson le pidió a la Sociedad de Socorro que tomara las docenas de arreglos florales que se habían enviado para el funeral del presidente Monson y las entregara a diferentes centros de cuidados y hospitales de todo el valle de Utah. Llevé uno de estos hermosos arreglos a un centro de cuidados que estaba justo al lado de la casa de la familia del presidente y la hermana Monson. La mujer detrás del escritorio se preguntaba qué estaba haciendo porque el arreglo era enorme. Pero cuando comprendió lo que le estaba entregando, esbozó una sonrisa, porque el presidente Monson era muy conocido y querido en ese centro de cuidados. Llegué a entender que había pasado muchas horas de su tiempo libre visitando a las personas de allí.

Creo que el Señor generalmente no nos pide grandes actos que consuman mucho tiempo; Él simplemente quiere minutos de nuestro tiempo todos los días para ayudar a otra persona en su camino.

Al servicio de sus hermanos y hermanas

Dediquen un momento a pensar en su propio abuelo, en las lecciones que aprendieron de él y en el tipo de figura que fue o es en su vida. Quiero hablar de Ammón y de los otros hijos de Mosíah. Tenían un abuelo muy famoso. Su abuelo fue el rey Benjamín.

El rey Benjamín enseñó una verdad profunda y convincente que todavía nos motiva hoy, siglos después. De hecho, hay una despensa de alimentos en Las Vegas administrada por miembros de otra fe que se sintieron tan identificados con un versículo de las escrituras pronunciado por el rey Benjamín que lo colgaron en una pared del banco de alimentos. El versículo tiene tan solo treinta palabras, pero ha cambiado para siempre la forma en que quiero pasar mi tiempo libre. Es Mosíah 2:17, y es muy famoso:

Y he aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios.

En su juventud, Ammón andaba aún más descarriado que Eugene Roberts. Pasó tiempo con sus amigos, dicen las Escrituras, “tratando de destruir la iglesia y descarriar al pueblo del Señor”2.

Como sabemos, Ammón tuvo una conversión milagrosa. Y como resultado, la semilla de las treinta palabras de su abuelo comenzó a crecer en su corazón. Ammón y sus tres hermanos, que se habían revolcado como cerdos en su juventud, querían remontar el vuelo como águilas. Sintieron la inspiración de subir a la tierra de los lamanitas. ¿Por qué? Leemos en las Escrituras:

[Emprendieron] la predicación de la palabra de Dios a un pueblo salvaje, empedernido y feroz; un pueblo que se deleitaba en asesinar a los nefitas, y en robarles y despojarlos; y tenían el corazón puesto en las riquezas, o sea, en el oro, y la plata y las piedras preciosas; sí, además, procuraban posesionarse de estas cosas asesinando y despojando, para no tener que trabajar por ellas con sus propias manos3.

¿Por qué querrían Ammón y sus hermanos dedicar su preciado tiempo a hacer algo que probablemente sería una pérdida de tiempo, sin ningún cambio positivo y que resultaría en su muerte? Podrían haber establecido sus vidas y ocupado asientos en el gobierno; podrían haber llegado a ser grandes líderes en la comunidad.

Mosíah 28:3–4 nos explica la razón:

No podían soportar que alma humana alguna pereciera; sí, aun el solo pensamiento de que alma alguna tuviera que padecer un tormento sin fin los hacía estremecer y temblar.

Y así obró en ellos el Espíritu del Señor, porque habían sido los más viles pecadores. Y el Señor, en su infinita misericordia, juzgó prudente perdonarlos;

De modo que se fueron a la tierra de los lamanitas. Ya conocen la historia:

Y al entrar Ammón en la tierra de Ismael, los lamanitas lo tomaron y lo ataron como acostumbraban atar a todos los nefitas que caían en sus manos [pues Ammón no era el primero,] y llevarlos ante el rey; y así se dejaba al gusto del rey matarlos, o retenerlos en el cautiverio, o echarlos en la cárcel, o desterrarlos. …

Y así Ammón fue llevado ante el rey que gobernaba en la tierra de Ismael; …

Y el rey preguntó a Ammón [casi con sarcasmo] si era su deseo vivir en esa tierra entre los lamanitas, o sea, entre el pueblo del rey.

Y [entonces] Ammón [lo sorprendió y] le dijo: Deseo morar entre este pueblo por un tiempo; quizá hasta el día que muera. …

… [Y] seré tu siervo4.

¿No le hubiera encantado al abuelo de Ammón escuchar eso de su nieto? “Seré tu siervo”.

A Ammón se le asignó ser pastor. Los otros siervos —el resto de los pastores que estaban allí— probablemente no tenían el mismo interés en Ammón que el rey Lamoni. No sé cómo fueron esos tres días en los que Ammón estuvo ocupado siendo pastor, pero sospecho que a los lamanitas no les entusiasmó que un nefita estuviera con ellos haciendo su trabajo.

Pero tres días más tarde, surgió un problema, y los rebaños fueron dispersados por algunos hombres salvajes. Ammón “[vio] las aflicciones de aquellos a quienes él llamaba sus hermanos5; los consideraba sus hermanos. Cuando ocurrió ese evento catastrófico, cuando esos hombres esparcieron las ovejas, los siervos tuvieron miedo de que los mataran, y el corazón de Ammón se hinchó dentro de él. Vio que esa era su oportunidad de servir a sus hermanos.

¿No es eso extraordinario? No pensaba en ellos como lamanitas, enemigos, adversarios o un grupo de tontos; sentía que eran sus hermanos.

Esa actitud de ser el siervo de sus hermanos le brindó a Ammón la oportunidad de tener otra conversación con el rey lamanita. Un pecador reformado enseñó a otro, y el corazón del rey lamanita se compungió por sus propios pecados y hábitos. Preguntó en su corazón cómo podría reconciliarse con Dios y lograr que esos pecados y asesinatos fueran quitados por medio de los méritos de Jesucristo. Ammón y el rey Lamoni llegaron a comprenderse mutuamente y se hicieron amigos. Al final, estaban dispuestos a morir el uno por el otro.

Me encanta la valentía de estos jóvenes príncipes, estos hijos de Mosíah, al ser siervos y ejemplos de la paz que ofrece el Señor Jesucristo, sin importar cuán viles hayan sido nuestros pecados, si nos arrepentimos y le servimos.

¿Cómo le servimos? La respuesta está en la sabiduría de un abuelo: “Cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios.”

Me encanta el valor del rey Lamoni, de su padre y de su hermano Anti-Nefi-Lehi, y cómo dejaron el lodo para poder volar. El padre de Lamoni nos dio este hermoso pasaje de las Escrituras: “Oh Dios, . . . abandonaré todos mis pecados para conocerte”6.

No más desconocidos entre nosotros

Permítanme dar un ejemplo más moderno de una manera de tender la mano a otros en la que tradicionalmente no pensamos. La mayoría de ustedes recuerdan a la hermana Linda K. Burton, que fue presidenta general de la Sociedad de Socorro. En la Conferencia General de abril de 2016, citó un pasaje de las Escrituras que es venerado por cristianos, musulmanes y judíos7. Es de Levítico 19, y dice:

Y cuando el extranjero more contigo en vuestra tierra, no le oprimiréis.

Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que peregrine entre vosotros; y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto: Yo, Jehová, vuestro Dios8.

La hermana Burton nos pidió a cada uno de nosotros que pensáramos en los desconocidos y “extranjeros” que había entre nosotros. ¿Hay alguien que no participe en la sociedad por alguna razón? ¿Alguien que no se sienta parte del grupo? ¿Alguien que, debido a su idioma, sus antecedentes, sus discapacidades, su religión, su estado civil, las decisiones que ha tomado o cualquier otra cosa, no participe plenamente en el círculo? ¿Podemos pensar en ellos como hermanos y hermanas? ¿Podemos prestarles servicio?

Desde que la hermana Burton dio ese discurso en 2016, me ha asombrado la cantidad de ejemplos que se han compartido relacionados con ese gran llamado a la acción. Quiero compartir uno con ustedes. Tomé esta historia del periódico Deseret News. Tuvo lugar en la Escuela Primaria Lincoln, al sur de Salt Lake City, que cuenta con estudiantes de quince países diferentes.

El primer día de clases, los hermanos Hamed, recién llegados de Siria, fueron recibidos por el director Milton Collins. El director tiene una personalidad exuberante y hace una impresión loca del gruñido de un lince rojo (la mascota de la escuela primaria Lincoln); no puedo ni imaginarme cómo sonará eso. Se asegura de que todos los niños tengan una mochila y les dice: “Oh, para que sepan, chocar los cinco es obligatorio. Cada vez que me vean en el pasillo, deben chocar los cinco”. Y si los estudiantes se sienten acosados, deben ir directamente a un adulto9.

El trabajo de Milton Collins es ser el director —y está haciendo su trabajo bien— pero no se limita a eso, sino que va más allá de su trabajo para ser una inolvidable fuerza para el bien en la vida de los niños. Estos pequeños han experimentado bombardeos, el hambre, la muerte de seres queridos y la incertidumbre. Y ahora, el primer día de clases, están muertos de miedo. No saben si van a encajar o si van a tener amigos. Y sus padres están aún más asustados que ellos. Como verdaderos discípulos de Jesucristo, todos debemos tener en nuestra vida el hábito de demostrar valor intrépido, de estar dispuestos a servir y ayudar a las personas con sus problemas, y de pensar en los demás como nuestros hermanos y hermanas.

Las grandes crisis humanitarias que están ocurriendo en este momento y las que han ocurrido en el pasado, cuando las personas se han visto expulsadas de sus hogares y tierras, demuestran, en el fondo, el fracaso y la incapacidad de recordar que somos hermanos y hermanas y que Dios es el Padre de todos nosotros. Esa es la causa fundamental de lo que está sucediendo en el mundo. Y cuando respondemos de manera humanitaria, podemos enviar sacos de alimentos, podemos cavar pozos, podemos construir letrinas, podemos edificar escuelas y centros de salud, y podemos alojar a las personas en apartamentos. Pero si no hacemos algo para remediar el hecho de que estas personas se sienten como desconocidos en lugar de como nuestros hermanos y hermanas, entonces todo lo que hagamos será en vano y solo alimentará el ciclo de miseria emocional y espiritual.

Ammón, la hermana Burton y Milton Collins utilizaron como fundamento lo que enseñó el rey Benjamín: que servir a los demás es servir a Dios o, como Jesús mismo dijo: “Como yo os he amado… , [amaos] los unos a los otros”10.

Ustedes son la dádiva

Hay muchas, muchas organizaciones y personas que hacen mucho bien en el mundo con sus recursos limitados y sus deseos semejantes a los de Benjamín de servir a sus semejantes y servir a Dios. Tengo el privilegio de trabajar con muchos de ellos y puedo ver lo que se está haciendo en el mundo. Voy a hablarles de mi propia experiencia sobre lo que he visto que logra el bien más duradero. Si desean participar en el servicio humanitario, este es el camino, y espero que esto sea lo que recuerden del foro de hoy. Ustedes son la dádiva. Ustedes mismos son la dádiva. No es la ropa, los kits de higiene, los pupitres escolares, ni los pozos de agua. Son ustedes.

¿Qué pasaría si cada uno de nosotros fuera nuestra propia organización humanitaria bien abastecida? En lugar de simplemente entregar bienes tangibles en lugares extranjeros, ¿qué pasaría si tuviéramos la riqueza de distribuir sanación, amistad, respeto, diálogo pacífico, interés sincero, escucha protectora de los niños, recuerdos de cumpleaños y conversaciones con desconocidos? ¿Y si eso fuera lo que hiciera su organización humanitaria? Este tipo de trabajo humanitario lo puede hacer cualquier persona y se puede hacer en cualquier momento. No necesitan almacenes, ni recaudación de fondos, ni transporte. Pueden responder perfectamente a cualquier necesidad que surja, dondequiera que estén.

Permítanme compartir una cita del élder Robert D. Hales sobre este tipo de organización humanitaria. Él se refería a las interacciones entre padres e hijos, pero, en cambio, piensen en ello como un manual de cómo pueden extender las ofrendas humanitarias a la familia humana en general.

Deseo alentar a los padres y a todos los que han sido llamados a orientar y a servir a la juventud de este mundo…

…Como padre y abuelo, Quisiera compartir con ustedes algo de lo que he aprendido…

…Para realmente comprender [el] corazón [de los jóvenes], debemos hacer mucho más que sólo estar en el mismo cuarto o asistir a las mismas actividades familiares y de la Iglesia. Debemos planificar y aprovechar momentos de enseñanza que generen un impacto profundo y perdurable en su mente y en su corazón…

…De manera similar, madres y padres, al llevar a sus hijos a la escuela o a sus diversas actividades, en el auto o caminando, ¿aprovechan el tiempo para hablar con ellos de las esperanzas, sueños, temores y dichas de ellos? ¿Se toman el tiempo para hacerles quitarse los audífonos conectados a tantos aparatos para que puedan escucharl[os] a usted[es] y sentir su amor?…

…Recuerdo que cuando era joven pedí permiso para jugar béisbol a la hora de la cena. “Sólo pon mi comida en el horno”, le dije a mi mamá. Ella respondió: “Robert, realmente quiero que tomes un descanso, vengas a casa, cenes con la familia, y luego te puedes ir a jugar béisbol hasta que oscurezca”. Nos enseñó a todos que en las comidas familiares lo más importante no son los alimentos, sino la interacción con la familia, la cual nutre el alma…

Para que nuestras interacciones con los jóvenes realmente tengan un efecto en su corazón, tenemos que ponerles atención de la misma forma que lo haríamos con un colega de confianza o un amigo íntimo. Lo más importante es hacerles preguntas, dejarles hablar, y después estar dispuestos a escuchar —sí, escuchar, y luego escuchar más— incluso ¡escuchar con oídos espirituales! Hace varios años estaba leyendo el periódico cuando uno de mis nietecitos se acurrucó a mi lado. Mientras leía, me dio gusto escuchar su dulce voz charlar en el fondo. Imagínense mi sorpresa cuando, unos momentos después, se puso entre el periódico y yo, me tomó de la cara y con la nariz puesta contra la mía me preguntó: “¡Abuelo! ¿Estás ahí?”

Madres y padres, ¿están ahí? Abuelos y abuelas, ¿están ahí? Estar ahí significa comprender el corazón de los jóvenes y conectarse con ellos. Y conectarse con ellos significa no solo conversar con ellos, sino también hacer cosas juntos…

Invoco las bendiciones del Señor para los padres y las madres, y para los jóvenes…, para que comprendan el gozo de vivir en un hogar y con una familia donde puedan ser amados, encaminados y guiados. Ruego que tengamos familias eternas y estemos juntos para siempre en la presencia de Dios el Padre y de Su Hijo, Jesucristo11.

Pienso en los ejemplos que nos han dado los profetas. En todos los relatos que conocemos sobre el presidente Monson —y lo vi con mis propios ojos en ese centro de cuidados— él iba regularmente y se sentaba a conversar con personas que no tenían a nadie. Me encontraba en la sala donde la familia del presidente Russell M. Nelson estaba esperando durante la conferencia de prensa en la que se anunció la nueva Primera Presidencia. Tiene cincuenta y siete nietos y 116 bisnietos. Una de sus nietas, que me estaba contando eso, dijo: “Oh, él se sabe el nombre y el cumpleaños de todos. Él está más al tanto de esos detalles que nadie”.

Esos son los ejemplos de nuestros profetas. No son ejemplos gigantescos y enormes, pero son significativos. Pienso en el Salvador, que salvó a toda la humanidad; tuvo que enseñar Su evangelio en una cultura que no lo entendía. Ese mensaje tenía que llegar a todo el mundo. ¿Y qué hizo Él? Caminó más de 160 kilómetros desde Dan hasta Beerseba y de regreso, y ministró a las personas uno a uno. ¿Cómo podría ayudar eso a llevar el Evangelio a todo el mundo? Pero eso es lo que Él hizo.

Si cambiamos nuestra perspectiva para que el cuidado de los pobres y los necesitados radique menos en dar cosas y más en saciar el hambre de contacto humano, en entablar conversaciones significativas y en crear relaciones edificantes y positivas, entonces el Señor nos podrá enviar a algún lugar. Cada persona puede hacer esto por su cuenta. No necesitan fondos, pero va a requerir algo de compromiso. Algunas personas no van a responder positivamente y otras van a emitir energía tóxica, lo que significa que aún no están listas para su relación. Siempre hay lugares con necesidades humanitarias donde aún no podemos llegar. Sin embargo, hay muchos donde sí podemos llegar.

Vivimos en un mundo que se está desmoronando, que algunos están destrozando a propósito, de modo que la unidad de la comunidad, el respeto por las creencias de otras personas, la tolerancia de las diferencias y la protección de la voz de la minoría se están haciendo añicos. Es extremadamente destructivo para todos nosotros que cada persona fuera de nuestro pequeño clan se convierta en un enemigo al que vilipendiamos. A medida que esas fuerzas se intensifican en nuestra sociedad, también debe surgir en el lado opuesto un fuerte sentimiento y un conjunto de habilidades como respuesta.

Si tuviera el poder, haría que cada uno de ustedes viniera y se pusiera frente a mí, y los nombraría a cada uno embajadores humanitarios de paz y amistad de la Iglesia de Dios para el Reino de Dios. No se trata de quién es bueno o malo, y no se trata de quién es rico o pobre. Los hijos de Mosíah y el pueblo lamanita del rey Lamoni nos mostraron que todos fracasamos, todos metemos la pata de vez en cuando, todos luchamos con diferentes pecados y todos estamos hundidos en el fango. Sin embargo, mediante la gracia de Jesucristo, podemos arrepentirnos y seguir tratando de ser mejores, de ser más semejantes a Él. Y al tratar de ser como Él, podemos hacer alianzas con otras personas que también están intentando hacer el bien de maneras que pueden ser muy diferentes a las nuestras, que se esfuerzan por hacer lo correcto por las razones correctas y que se están recuperando de sus errores de la misma manera que nosotros: por medio de las virtudes de Dios al acudir a Él en busca de ayuda.

Quiero concluir con palabras que el Señor ha pronunciado en Doctrina y Convenios. Él se las ha dicho directamente a los embajadores, como ustedes, a quienes Él envía. Este no es un pasaje de las Escrituras alentador que nos da palmaditas en la espalda; es un audaz y vibrante llamado a la acción para personas como nosotros que ponen su corazón en la seguridad y la igualdad de oportunidades para todas las personas; o, en otras palabras, que ponen su corazón en Sión.

Es de Doctrina y Convenios 58.

He aquí, de cierto os digo, [y pueden poner sus nombres aquí] por esta causa os he enviado: para que seáis obedientes, y vuestros corazones estén preparados para testificar de las cosas que han de venir;

y para que tengáis el honor de poner el fundamento y de dar testimonio de la tierra sobre la cual se hallará la Sión de Dios;

y también para que se prepare un banquete de manjares suculentos para los pobres; sí, una fiesta de gruesos tuétanos, de vino purificado bien refinado, para que sepa la tierra que las palabras de los profetas no fallarán;

sí, una cena de la casa del Señor, bien preparada, a la cual serán convidadas todas las naciones.

Primero los ricos y los instruidos, los sabios y los nobles;

y después viene el día de mi poder; entonces los pobres, los cojos, los ciegos y los sordos vendrán a las bodas del Cordero, y comerán la cena del Señor, preparada para el gran día que ha de venir.

He aquí, yo, el Señor, lo he hablado.

Y para que el testimonio salga de Sión, sí, de la boca de la ciudad de la herencia de Dios;

Sí, por esta causa os he enviado12.

Las preguntas que quiero dejarles hoy son estas: ¿Cómo van a ayudar a los que son pobres en espíritu? ¿Pueden remendar una relación tan bien como remiendan una cobija que van a donar? ¿Qué enemigo van a empezar a ver como un hermano? ¿Quieren vivir su vida como el cerdo o como el águila?

El Señor ha dicho: “por esta causa os he enviado”. Si sienten que están atrapados en el fango y no pueden batir sus alas como el águila debido a todo el lodo que hay en ellas, entonces anímense. Tomen en serio a los hijos de Mosíah. Tomen a Lamoni y a su pueblo como su ejemplo.

El Señor desea hacer uso de ustedes. Hay una obra para ustedes, y es específicamente para ustedes y para sus habilidades. Nadie podrá ser el embajador que ustedes pueden ser. Pero tienen que estar limpios para hacerlo. Jesús puede sacarlos del fango y ponerlos en marcha. Arrepiéntanse, y Él los perdonará. Recuerden que, al igual que el Salvador, ustedes mismos son una de las mejores dádivas que pueden dar a otras personas necesitadas

Este es mi testimonio. Ha sido verdad en mi propia vida, y ruego que así sea para todos nosotros, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Eugene L. Roberts, “The Eagle and the Pig”, Young Woman’s Journal , tomo XXXII, no. 7, julio de 1921, 386–87; véase también Raymond Brimhall Holbrook y Esther Hamilton Holbrook, The Tall Pine Tree: The Life and Work of George H. Brimhall (Estados Unidos: R. B. y E. H. Holbrook, 1988), 111-13.
  2. Mosíah 27:10.
  3. Alma 17:14.
  4. Alma 17:20–23, 25.
  5. Alma 17:30; énfasis añadido.
  6. Alma 22:18.
  7. Véase Linda K. Burton, “Fui forastero“, Liahona, mayo de 2016.
  8. Levítico 19:33–34.
  9. Véase Allison Pond, “Special Report: How Utah Became One Refugee Family’s Final Chance at Survival”, InDepth, Deseret News, 18 de diciembre de 2017, deseretnews.com/article/900005809/special-report-how-utah-became-one-familys-final-chance-at-survival.html.
  10. Juan 13:34.
  11. Robert D. Hales, “Nuestro deber a Dios: La misión de padres y líderes para con la nueva generación”, Liahona, mayo de 2010; énfasis en el original; véanse extractos de video compilados, “Crianza de los hijos: Tocar el corazón de nuestros jóvenes”, YouTube, youtube.com/watch?v=-cxHd773Ya0.
  12. D. y C. 58:6–14.
Sharon Eubank

Sharon Eubank, Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y directora de LDS Charities, pronunció este discurso en un foro el 23 de enero de 2018.