Devocional

José Smith—Disertación 1: La Primera Visión y sus consecuencias

Presidente de la Cátedra Richard L. Evans y profesor de filosofía de BYU

22 de agosto de 1978

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Al registrar los sentimientos que tuvo al salir de la Arboleda y en los días subsiguientes, José dejó registrada esta oración: “Mi alma se llenó de amor, y por muchos días pude regocijarme con gran gozo, y el Señor estaba conmigo, pero no pude encontrar a ninguno que creyera mi visión celestial”.

Tenemos la intención de modificar la traducción cuando sea necesario. Si tiene alguna sugerencia, escríbanos a speeches.spa@byu.edu

Hace años preparé un artículo titulado “José Smith entre los profetas”1. El artículo intentó presentar diez caracterizaciones de profetas que son típicas en la literatura judeocristiana. Por ejemplo, un profeta es alguien que predice; tiene acceso profético al futuro. Además, a los profetas se les ha llamado “declarantes”, es decir, que declaran con audacia en juicio y en recomendación en cuanto a su propio tiempo. Un profeta también es un hombre que tiene autoridad, que habla con más que solo la aprobación humana. Él es un recuperador o descubridor de la verdad; es un defensor de la rectitud social. Él es carismático y su personalidad manifiesta algo que espiritualmente atrae. Él es alguien que soporta el sufrimiento y lo hace sin quejarse; es una personificación del amor; es un vidente, lo que significa que tiene la capacidad de entender y revelar la verdad con claridad. Y finalmente, entre los grandes profetas del pasado, muchos han sido mártires.

En esa presentación mostré que, según cada una de estas definiciones, José Smith califica como profeta. Si podemos utilizar cualquiera de ellas para caracterizar a un profeta, ¿qué podemos decir de un hombre que las manifiesta todas?

De una manera más íntima que en las descripciones judeocristianas que acabo de mencionar, llegamos a una perspectiva subjetiva de la gloriosa Primera Visión de José.

En 1969, BYU Studies publicó una colección de los cuatro relatos escritos conocidos de la Primera Visión2. Uno se registró por primera vez en 1832; otro en 1835, después de una visita que tuvo José con un visitante judío llamado Matías; también existe la declaración de 1838, que se ha publicado al mundo en la Perla de Gran Precio; y finalmente, la bien conocida carta de Wentworth escrita en 1842 al periódico Chicago Democrat, en la que el Profeta recapituló brevemente su primera visión. La intención de la publicación de BYU Studies no era solo ofrecer, como se hizo, los hológrafos reales —los relatos escritos a mano por sus varios escribas— tal y como él los dictó, sino también proporcionar artículos sobre el contexto, escritos por algunos de los mejores académicos SUD3.

En el primer relato, José habla de sus días en Vermont. Ahí y luego en Nueva York, en la noche José miraba hacia arriba y se maravillaba de la simetría, y la belleza y el orden de los cielos. Algo en él dijo: “Detrás de eso debe haber un majestuoso creador de los cielos”4. El contraste entre su percepción juvenil y la confusión que veía en este planeta no sólo era difícil; entristecía su alma5. Las divisiones que lamentaba en Palmyra no se encontraban solo entre los demás, vecinos y amigos; se econtraban hasta en su propia familia. Tenía por lo menos un pariente en cada iglesia de Palmyra, de modo que su familia estaba totalmente repartida. Orden en los cielos, desorden en la tierra. ¿Cómo podría Dios ser responsable de los dos?

El registro deja en claro que antes de la sagrada experiencia en la Arboleda nunca se le había ocurrido a José que todas las iglesias influyentes estaban en error. La pregunta que le hizo a Jesucristo cuando se recuperó no fue: “¿Existe una iglesia verdadera en el mundo?”. La pregunta fue: “¿Cuál iglesia es la verdadera?” él suponía que por lo menos una tenía que ser verdadera. Por tanto, la respuesta fue aún más sorprendente e inesperado: “No te unas a ninguna de ellas”6.

Al leer en la Biblia José quedó “impactado”; de hecho, él dijo que: “Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró el corazón de un hombre con más fuerza que este en esta ocasión, el mío”7. Puede que el reverendo George Lane fue el hombre que por primera vez recomendó a José Smith a : “[Pedirle] a Dios”. Él mencionó ese mismo pasaje de Santiago 1:5 en algunos de sus sermones. Era metodista y se asoció con resurgimientos religiosos en el oeste de Nueva York8. En otra ocasión, José habla de un predicador metodista con quien habló poco después de la visión, una persona que, dice él, estaba “muy activo en la ya mencionada agitación religiosa”. Imagínense (y esto para mí es doloroso) a José a los catorce años de edad —lleno de la gloria de su extraordinaria experiencia y la emoción de ella— relatando su experiencia a ese hombre. Y la respuesta del hombre fue: “Oh, no, eso no puede ser de Dios. Esas cosas ya no suceden”.

Entonces alguien que tiene falta de sabiduría debe orar por ella. Por supuesto, que le pida a Dios. Pero para este hombre la respuesta le pareció, . . bueno, demasiado. El cielo se había acercado demasiado. Casi podemos visualizar al joven—de mente pura, espontáneo, incluso un poco desatado, como cualquier adolescente— impactado por la maravilla de esta asombrosa respuesta a su oración: “¡Guau! ¡Funcionó! Usted me dijo que lo hiciera, y lo hice.” Y la respuesta fue, “Ay muchacho, eso es del diablo”9. La sonrisa del niño desapareció lentamente. Y aprendió temprano que testificar de las manifestaciones divinas era agitar las tinieblas y suscitar la ira. Esa ira finalmente se convirtió en balas.

Los enemigos de José Smith han dicho una y otra vez que era vago, perezoso e indolente, que no trabajó ni un día en su vida10. Pero existe un documento que contiene recuerdos documentados sobre José Smith, registrados por Martha Cox. Uno de ellos proviene de una mujer, identificada como la señora Palmer, que de niña conoció a José como adolescente11. Ella siendo más joven que él, lo observaba a él y a los otros niños que trabajaban en la granja del padre de ella. Lejos de ser indolente, la verdad, según este relato, es que su padre contrató a José porque era un buen trabajador12.

Otra razón fue porque José podía hacer que los otros muchachos trabajaran. Se sospecha que lo logró por el hábil uso de sus puños. Es mi creencia que uno de los sentimientos de indignidad que él tuvo, una de las cosas por las que pidió perdón (y su relato demuestra que sí oró para pedir perdón antes de las visitas de Moroni), surgió de esa tendencia física. Él era tan fuerte, tan musculoso, tan físicamente capaz, que esa era una manera que él tenía para resolver los problemas. Eso le preocupaba. No sentía que eso estuviera en harmonía con el encargo divino que había recibido.13

El relato de la señora Palmer habla de “la agitación que surgió entre algunas personas respecto a la primera visión de José”. Un hombre de una iglesia, recuerda ella, fue con su padre “para protestar contra el hecho de que permitiera una amistad tan estrecha entre su familia” y el joven José. Pero el padre, complacido con el trabajo de José en su granja, estaba decidido a mantenerlo. De la visión, dijo que era “el dulce sueño de un muchacho con una mente pura”. Un tiempo después, informa la hija, José afirmó haber tenido otra visión; y esta vez provocó la producción de un libro. El hombre de la iglesia regresó de nuevo, y esta vez, el padre de la niña se volvió en contra de José. Sin embargo, ella agrega significativamente, para entonces ya era demasiado tarde. José Smith ya tenía unos seguidores14.

Los primeros miembros de ese grupo de seguidores fueron su familia, quienes lo apoyaron y lo amaron constantemente. De hecho, no hay mayor ejemplo de perseverancia familiar total en la historia que el de la familia Smith. Es cierto que tuvieron sus altibajos y que William Smith era casi tan inseguro e inestable como Hyrum Smith era leal e inquebrantable. Pero desde una perspectiva general, uno de los puntos fuertes de la historia de la Iglesia es que la primera familia se mantuvo fiel el uno al otro15. Aun en los primeros días de las revelaciones de José, su padre le aconsejaba que no fuera desobediente a la visión celestial16.

El relato de 1838 de la Primera Visión describe la lucha que José tuvo con el adversario. En momentos cruciales de cambio en la Restauración, Beelzebú, el enemigo de la rectitud, el príncipe de las tinieblas, ha hecho sentir su poder17. La Primera Visión fue un punto obvio de ataque. El diablo no ha perdido, como el resto de nosotros, su memoria de la vida preterrenal. Él no ha sido colocado en un cuerpo físico ni se le ha puesto el velo. Por tanto, conocía a José Smith. Más adelante en su vida, José diría: “Todo hombre [y esto incluiría a sí mismo] que recibe un llamamiento para ministrar a los habitantes del mundo fue ordenado precisamente para ese propósito en el gran concilio celestial antes que este mundo fuese”18. Entonces, no es sorprendente que el adversario deseara frustrar las fervientes súplicas del joven en la Arboleda Sagrada. No era la primera vez que alguien había orado para que el Señor contestara la difícil pregunta: “¿Dónde está la verdad?”. Creo que la respuesta que recibió José fue una respuesta a millones de oraciones que se ofrecieron a lo largo de los siglos en ambos lados del velo.

¿Qué tan fuerte fue la oscura influencia en esa ocasión? En el relato de la Perla de Gran Precio, José deja en claro que no era nada imaginaria. Por un momento parecía como si iba a ser destruido19. En un relato anterior, agrega que por un tiempo no pudo hablar, como si su lengua estuviera pegada a su paladar20. Ejerció fe y fue librado del poder maligno.

A lo largo de su vida, el Profeta tuvo cosas importantes que decir acerca del poder del maligno, pero nunca dijo que el maligno fuera tan poderoso como el Dios viviente. Conocía a ambos. Al igual que Moisés de la antigüedad21, al experimentar las dos, no confundió una influencia con la otra. Refiriéndose a la clase de poder que llamamos posesión, enseñó a los santos que “el diablo no tiene poder sobre nosotros al menos que se lo permitamos”22. Él dijo en otra ocasión que todos los hombres tienen el poder de resistir al diablo. Todo, en resumen, es voluntario23. Pero ya sea que seamos justos o no, no nos escapamos de los ataques. Y pueden venir de afuera, como en el caso de José en la Arboleda, o, si cedemos, pueden llegar a ser ataques interiores y nosotros mismos podemos convertirnos en los títeres del maligno. Un respeto saludable, si me permiten decirlo así, por el poder de las tinieblas surgió de la visión inicial de José Smith, al igual que un glorioso respeto por el poder que vence a las tinieblas24.

José describió la luz que descendió. Al dictar el relato, buscó la palabra adecuada. Primero utilizó la palabra fuego. Luego la cambió a favor de espíritu luz. La palabra que finalmente escogió y utilizó con más frecuencia fue gloria. Se refiere al emanante y radiante espíritu y poder de Dios 25. Pero es importante notar la palabra fuego. Orson Pratt, en su libro Interesting Account of Several Remarkable Visions, publicado en 1840, dos años antes de la carta de Wentworth, y que circulaba ampliamente por las misiones en Gran Bretaña y Europa, dice que el joven profeta esperaba ver “las hojas y las ramas de los árboles consumirse”26. En otras palabras, pensó que estaba viendo fuego que descendía, el tipo que arde y consume. ¿Ese detalle habrá sido algo que Orson Pratt aprendió al conversar con el Profeta? ¿O fue una conclusión que sacó de la declaración que hace José de que el “fulgor y gloria no admiten descripción”? El Profeta indica en el relato de 1835 que él estaba lleno y rodeado de esa luz, pero que la luz también había llenado la arboleda. Y entonces agrega: “sin embargo, no se consumió nada”, lo que quizás indique que esperaba que fuera así27.

La experiencia no dañó al Profeta; lo santificó. Habiendo visto la luz, vio en ella a dos personajes, uno de los cuales le dijo, señalando al otro: “Este es mi Hijo Amado”. En la carta de Wentworth, el Profeta agrega, refiriéndose a los dos, que “se asemejaban exactamente el uno al otro en rasgos y apariencia”28. Noten que no solo se parecían, sino que se asemejaban exactamente el uno al otro en rasgos y apariencia. Hablamos de un parecido familiar: “De tal palo, tal astilla”. El Hijo se parecía a su Padre. Felipe preguntó: “Muéstranos al Padre”. El Maestro respondió: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”29. Esto no se debe a que sean idénticos, sino porque son exactamente similares, tanto en apariencia como en naturaleza.

Esta información puede aclarar más la frase que Alma utilizó en su conocida serie de preguntas acerca de nuestro progreso espiritual: “¿[Tenéis] la imagen de Dios grabada en vuestros semblantes?”30. También puede dar mayor significado a una historia favorita del presidente David O. McKay acerca del gran rostro de piedra: en el mismo hecho de amar un semblante, con el tiempo, se suele adoptar el carácter de lo que uno ama31. Además, brinda una confirmación adicional de la visión que el Profeta luego tuvo, mientras se hallaba en Kirtland, en la que vio a los Doce: un grupo de hombres distintos de diversos orígenes. Los vio pasar por dificultades y desafíos, hasta que los vio glorificados. Vio que el padre Adán los recibió, que fueron llevados al trono de Dios, que el Maestro los recibió y abrazó y que luego fueron coronados. “Vio que todos tenían hermosas caballeras y que todos parecían iguales” 32. No quiere decir que los doce tenían características absolutamente similares, sino más bien que eran similares en gloria, “en florecimiento y belleza” —y el Profeta utiliza la palabra belleza para describir la gloria de un hombre resucitado así como la de una mujer33.

El joven José Smith aprendió en la Arboleda Sagrada que ver al Padre es ver al Hijo, y viceversa.

Un punto más profundo es la relación de estos dos seres. José enseñó en la década de 1840 —y creo que fue una extensión de lo que aprendió en la Arboleda esa mañana— que la declaración del Maestro en cuanto a que no hacía nada sino lo que había visto al Padre hacer tiene implicaciones infinitas34. ¿Cómo pudo Jesús presenciar los hechos del Padre? El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “La declaración de nuestro Señor de que no podía hacer nada sino lo que había visto al Padre hacer simplemente significa que se le había revelado lo que su Padre había hecho. Sin duda, Jesús vino al mundo sujeto a la misma condición que se requería de cada uno de nosotros: olvidó todo y tuvo que crecer gracia sobre gracia”35. Por lo tanto, cuando dice: “El padre y yo somos uno”, no está expresando una identidad metafísica; Se refiere a la unidad de espíritu, a la armonía palpitante de amor y entendimiento que solo se forma por los modelos de redención eterna. Sembrada en la mente de un niño de catorce años, esa semilla de entendimiento floreció y creció.

Aunque no sabemos cuánto tiempo estuvo el profeta José en la Arboleda ese día recibiendo instrucciones, probablemente fue más tiempo de lo que sugiere la reseña que tenemos. Por ejemplo, nosotros sabemos que él escribió: “Muchas otras cosas me dijo que no puedo escribir en esta ocasión”37. Hasta donde yo sé, él nunca las puso por escrito. Algunos críticos han señalado que el Profeta habló de la visita de ángeles en relación con su primera visión. Algunos han teorizado que primero afirmó que vio a un ángel y luego embelleció su relato con la afirmación de que vio al Padre y al Hijo. La verdad es que, habiendo descrito todo lo que conocemos acerca de la visitación del Padre y del Hijo, dice en las palabras finales del relato de 1835: “Vi muchos ángeles en esta visión”38. Lo que vio fue a ambos.

¿A quién se le habría permitido estar con él en esa teofanía: ¿cuáles ángeles estaban presentes? Esta es una pregunta sin respuesta. Tenemos la enseñanza de José Smith que los ángeles son (1), personajes resucitados que han vivido en esta tierra, o (2), los espíritus de los justos que han vivido aquí y que aún resucitarán, o (3), como en los raros casos del Antiguo Testamento, personas que aún no han nacido y que vienen con anticipación. “…No hay ángeles que ministren en esta tierra sino los que pertenecen o han pertenecido a ella”39.

José estaba fatigado por su experiencia en la Arboleda. El encuentro, por muy largo o corto que fue, le exigió mucho. Él dice: “Volví en mí”40. Me parece inapropiado decir que había estado en trance o en un estado místico. Los paralelismos más claros provienen de las crónicas antiguas de Moisés, Abraham y Enoc. Al igual que aquellos profetas de la antigüedad, José estaba lleno de un espíritu que le permitió soportar la presencia de Dios.41 ¿Este es un espíritu enervante o energizante? Mi respuesta meditada es: “Sí” Es ambos. Nos exige de nosotros una concentración y una entrega comparables a ninguna otra cosa posible en esta vida. Pero también confiere grandes capacidades que trascienden nuestros finitos poderes mentales, espirituales y físicos.

En 1832, al salir de la visión sobre los tres grados de gloria (Doctrina y Convenios 76) con su compañero en la visión, Sidney Rigdon, el Profeta se veía fuerte, mientras que Sidney estaba débil y pálido. A esto el Profeta, con cierta humildad, pero quizás con un poco de condescendencia, dijo: “Sidney no está tan acostumbrado como yo”42. Pero después de la Primera Visión, se sintió débil. Le costó regresar a casa. Del mismo modo, en su encuentro de 1823 con Moroni, el encuentro repetitivo, él quedó debilitado y su padre lo envió a casa. Ni siquiera podía trepar la cerca, aunque por lo general era un muchacho fuerte y vigoroso. Neibaur registra que dijo, hablando de su condición inmediatamente después de la Primera Visión que “Yo . . . me sentí inusitadamente débil43.

Ahora nos enfocaremos en algunas de las extensiones teológicas de esta perspectiva inicial de la Primera Visión, tal como el Profeta las enseñó más tarde. “El primer principio del Evangelio”, dijo, “es conocer con certeza el carácter de Dios”. Eso es más que decir que el primer principio es saber que Dios existe. Él ni siquiera utiliza la palabra existencia en absoluto en este contexto. No se puede encontrar un solo argumento que hizo José Smith acerca de la existencia de Dios. ¿Por qué no? Una respuesta: Porque uno no empieza a discutir sobre la existencia de una cosa hasta que surgen serias dudas. Probar la existencia de Dios es una manera de asegurarse a sí mismo de sus creencias. Cuando las personas quieren creer en Dios, pero no han sentido Su presencia, inventan argumentos para justificar Su fe. Ellos han construido con lógica una Torre de Babel, para sentirse cómodos con la situación al decir: “No hemos escuchado de Dios, pero debe de estar ahí”.

Pero José no especulaba. Estaba reportando su experiencia de primera mano, así como los profetas siempre lo han hecho. Al contrario, los grandes filósofos del mundo occidental han usado bastante ingenio para inventar argumentos, que resultan ser convincentes pero erróneos, para la existencia de Dios. Pero según José, el primer principio del Evangelio es “saber con certeza el carácter [la personalidad, los atributos] de Dios, y saber que podemos conversar con él como un hombre conversa con otro”44. Ese es el testimonio de José Smith de principio a fin. Él está hablando de todos nosotros; sea un hombre o una mujer, es el primer principio para cualquiera de nosotros. Ahí es donde comenzamos.

Y para que no digamos, como ocasionalmente hacemos, “Pero su vida extraordinaria y experiencia están completamente fuera de mi alcance”, debemos notar que José dijo en 1839: “Dios no ha revelado nada a José [llamándose por su nombre], que no hará saber a los Doce, y aun el menor de los santos podrá saber todas las cosas tan pronto como pueda soportarlas”. Repito, aun el menor de los santos. El Profeta continuó: “pues llegará el día en que ningún hombre tendrá que decir a su prójimo: Conoce a Jehová; porque todos (que permanecen)… lo conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande”45. Observa que “todos lo conocerán” es diferente de saber acerca de él.

Ese mismo año, José dio un maravilloso discurso en el que explicó sobre el capítulo catorce de Juan, ese magistral sermón del Salvador en el que dijo que él y el Padre “harían morada” con los santos fieles. En este discurso, el Profeta, en efecto, dirige ese sermón a nosotros. Es como si él dijera: “No es suficiente que digan: ‘Ah, el hermano José está a cargo, y él sabe’. Ustedes mismos tienen que saber. Lo dice de diez maneras diferentes. Luego, en la parte final, dice: “Venid a Dios”. Esas bendiciones son para sus santos, así que pídanle 46.

“Bueno”, uno podría pensar, “No quiero pasarme. No quiero pedir cosas que no debería pedir”. Por supuesto, como principio general que representa una sabiduría genuina, no debemos pedir lo que no debemos buscar de Él. Pero sí es apropiado pedir en momentos en que el Señor nos ha mandado hacerlo. Esto se ilustra en la parábola del Salvador sobre la viuda y el juez injusto, que va precedida por la razón por la que se dio, para mostrar “la necesidad de orar siempre, y no desmayar”. La parábola habla de la viuda que acudió repetidamente al juez para suplicar su causa. Y siempre se negaba a hacerle caso. Pero debido a que regresaba tan a menudo, a fin de deshacerse permanentemente de ella, el juez dijo: “¡Basta ya! Dale lo que quiere y termina su clamor”47.

Mi relato es una simple paráfrasis de la parábola. Pero ¿cuál es la idea de la historia? ¿Por qué enseñaría el Salvador una parábola como esa? El punto es, oren y no desmayen; o, en palabras de José Smith, “Cánsenlo [al Señor] hasta que Él los bendiga”48. Hay lugares en las Escrituras modernas donde el Señor manda a alguien que no ore más sobre un asunto en particular, donde dice: “No me molest[es] más”. Pero en cada caso, el contexto muestra que Él ya había dado la respuesta, y está diciendo: “Por favor, acepta un no o un sí como respuesta”49.

Así que nosotros también tenemos el privilegio de experimentar lo que experimentó el Profeta.

Eso conduce a mi punto final. Con tanta frecuencia nos atormenta no solo la pregunta de si hemos logrado lo suficiente en nuestra propia experiencia religiosa, sino también si podemos confiar en algunas cosas en las que hemos confiado anteriormente. Los ácidos nos corroen. A veces es la burla de otras voces; pero a veces no es nada más profundo que nuestros propios pecados y debilidades, y las traiciones de lo mejor en nosotros mismos. La duda naturalmente sigue.

El Maestro hizo una extraña declaración a Tomás. Tomás es clasificado como un incrédulo porque dijo lo que los demás habían dicho anteriormente: “Creeré cuando, y solo cuándo, vea”50. Según Lucas, los demás prácticamente se frotaron los ojos con incredulidad cuando sí vieron. Es una frase hermosa: “De gozo no lo creían”51. ¿Qué quiere decir? Quiere decir que era demasiado bueno para ser verdad. Hace pocos días habían visto a su Señor crucificado, ¡y ahora se presentaba ante ellos! Así que ellos también tenían dudas inminentes, al igual que Tomás. Juan relata las extrañas palabras de Jesús: “…porque me has visto, Tomás, has creído; bienaventurados los que no vieron y creyeron”52.

A primera vista, esta declaración parece dar una importancia superior al conocimiento distante o de segunda mano, casi como si la fe sin evidencia fuera más admirable que la fe derivada de lo que uno ha visto. Creo que eso es un error. Lo que comunica esta declaración es la realidad que nos enseñan el Señor y Sus profetas de que la certeza más penetrante —el único poder, aun más allá de la vista, que puede purgarnos de la duda y hacer que sea imposible que no creamos— es el Espíritu Santo53.

Al registrar los sentimientos que tuvo al salir de la Arboleda y en los días subsiguientes, José dejó registrada esta oración: “Mi alma se llenó de amor, y por muchos días pude regocijarme con gran gozo, y el Señor estaba conmigo, pero no pude encontrar a ninguno que creyera mi visión celestial”.54. Esta es una de las raras reflexiones que él da en cuanto a lo que le sucedía por dentro a diferencia de lo que ocurría a su alrededor en esa experiencia. Gozo, amor y ninguna duda. Otros, por supuesto, dudaron. Pero él no.

El diablo es astuto con sus estratagemas y sustitutos satánicos, pero una cosa que no puede falsificar es el testimonio y el poder del Espíritu Santo. Cuando eso está sobre nosotros, hay seguridad que es, como dije, aun mayor que la que proviene de la vista. Por supuesto, es posible tener ambas cosas, o sea la confirmación visual tanto como la del Espíritu Santo, y eso es precisamente lo que tenía José Smith. Una revelación posterior explica que él no vio por medio de la mente natural o carnal55, sino que vio con la mente espiritual. Él vio con sus propios ojos, pero también estaba envuelto en ese radiante poder que se ha comisionado para dar testimonio del Padre y del Hijo. Aun sin tener visiones abiertas o extraordinarias, todos podemos tener la misma gloriosa y glorificadora certeza de la realidad del Padre y del Hijo; y eso viene por el Espíritu, por el poder del Espíritu Santo.

A menudo nos enfrentan en el mundo aquellos que quieren creer en Dios sin creer en Dios56. Están dispuestos a afirmar que hay algo —y eso es la palabra más fuerte que están dispuestos a usar— hay algo por ahí que causa las cosas: un principio, una fuerza armónica o un supremo misterio cósmico. ¡Cuán rara vez se acepta el testimonio de que el Padre es a semejanza del Cristo! Una razón —y los Santos de los Últimos Días pueden testificar de ello— es que tales seres tan personales pueden participar en la vida, cambiar la vida, dar mandamientos y consejos específicos, reprender, aprobar o desaprobar. Un Dios que está totalmente distante no se mete en nada57.

Es improbable que el Profeta hubiera anticipado plenamente las consecuencias de su oración en la Arboleda, pero sin embargo se puso al nivel de esas consecuencias. Él nunca dudó. En una ocasión dijo: “Si no me hubiese embarcado en esta obra y no hubiese sido llamado por Dios, me echaría atrás”. Pero agregó— y esto demuestra su integridad— “No puedo abandonarla; ninguna duda tengo de la verdad” (han vivido otros hombres que tampoco dudaron de la verdad, pero aun así la han abandonado, pero José nunca lo hizo)58. Desde la experiencia en la Arboleda y a lo largo de su vida, él conoció y recibió en su vida al Padre y al Hijo, “aún”, como se le mandó en 1829, si “[le quitaran] la vida”59. Usando la palabra que reveló de nuevo en nuestra generación, su fidelidad selló el poder de su primera visita y todas las que siguieron. Cualquiera que tenga suficiente del Espíritu de Dios para saber que Dios vive y que Jesús es el Cristo, por ese mismo espíritu será llevado a reconocer que uno de los profetas llamados por el Padre y el Hijo fue José Smith.

© 1989 Truman G. Madsen. ℗ 2003 Deseret Book Company. Todos los derechos reservados.

Sólo para uso personal y educativo. Ninguna parte de esta publicación puede ser usada en ninguna forma ni por ningún medio fuera de su dispositivo digital personal sin el permiso por escrito de Deseret Book Company por medio de permissions@deseretbook.com o PO Box 30178, Salt Lake City, UT 84130.

Notas

1. Publicado bajo el título Joseph Smith Among the Prophets como folleto en 1966 por Deseret Book Co.

2. BYU Studies 9 (Spring 1969): 278–281; 284–285; 287–293, 296 Los cuatro reportes de la Primera Visión escritos por el Profeta, junto con relatos contemporáneos de otras personas se encuentran en Backman, Joseph Smith’s First Vision, págs. 151–181.

3. Véase, por ejemplo, Lyon, «How Authentic Are Mormon Historic Sites in Vermont and New York?», págs. 341–350; Jessee, «The Early Accounts of Joseph Smith’s First Vision», págs. 275–294; y Anderson, «Circumstantial Confirmation of the First Vision Through Reminiscences», págs. 373–404.

4. El relato de 1832 proporciona el pasaje más extenso sobre la influencia de los cielos en las convicciones de José concernientes a Dios. Véase Backman, First Vision, págs. 156–157.

5. «Fue un dolor para mi alma», dijo en 1832. Además, sus reflexiones sobre los cielos y su estudio de las Escrituras lo llevaron a ser más consciente de sus propios pecados, y sintió que lamentaba por ellos. Véase Backman, First Vision, pág. 156.

6. Véase Backman, First Vision, pág. 163. Én el relato en ingles, dice que nunca entró al corazón que todas las iglesias estaban en error, pero puede ser que la idea había entrado a la mente. En su juventud se inclinó hacia el metodismo, y su madre investigaba el presbiterianismo. Sin embargo, en 1838, describiendo su dilema anterior, dijo que se preguntaba: «¿Están todos juntos equivocados?». (Backman, First Vision, pág. 162). Pero aun después de su primera visión, nunca dijo que todas las iglesias estaban completamente equivocadas. «¿Tienen los presbiterianos alguna verdad?», preguntó más tarde. «Sí. ¿Tienen los bautistas, metodistas, etc., alguna verdad? Sí». Agregó que los Santos de los Últimos Días deben «recoger todos los principios buenos y verdaderos del mundo y atesorarlos» o no serían «verdaderos ‘mormones'». (TPJS, pág. 316; WJS, pág. 234).

7. Backman, First Vision, pág. 162.

8. Véase Porter, «Reverend George Lane», págs. 321–340. Otra fuente informa que José hizo su informe a un metodista. Véase Backman, First Vision, pág. 177.

9. El relato de 1838 informa que el hombre «dijo que era todo del diablo, que no había tales cosas como visiones y revelaciones en estos días» (Backman, First Vision, pág. 164).

10. Se ha señalado que esas historias se contradicen radicalmente unas a otras. Por un lado leemos de una persona perezosa que siempre contaba historias sin sentido y nunca hacía un trabajo decente, y por otro lado leemos que todas las noches a medianoche salía con un equipo a buscar plata o tesoro enterrado y nunca lo encontraba. Eso no es muy indolente. Véase Nibley, The Myth Makers, págs. 91–190.

11. Véase el recuerdo documentado de Mrs. Palmer en Cox, «Stories from Notebook of Martha Cox, Grandmother of Fern Cox», pág. 1; también Madsen, «Guest Editor’s Prologue», pág. 235; Andrus, They Knew the Prophet, págs. 1–2.

12. El documento dice que «el niño fue la mejor ayuda que jamás había encontrado. . . . Cuando José Smith trabajaba con ellos, la obra prosiguió constantemente y obtuvo el valor total del salario que pagó». (Como se informa en Cox, «Stories from Notebook», pág. 1; Madsen, «Prologue», pág. 235; Andrus, They Knew, pág. 1).

13. Allen J. Stout recuerda que, como miembro de la Legión de Nauvoo, le lamentó a José que solía pelear. El Profeta respondió hablando de su propia juventud y de aprender a luchar «mucho contra su propia voluntad». Sus padres, dijo José, habían enseñado a su familia que las disputas y las peleas son pecados bestiales. Cada vez que «ponía la mano en ira sobre otro, le causaba pesar y un sentimiento de vergüenza». Sin embargo, agregó que, en defensa de la rectitud o de los inocentes, podía «luchar hasta la muerte». (Recuerdo documentado de Allen J. Stout en Lee, Notebook, págs. 7–8).

14. La señora Palmer recuerda que el hombre que le pidió a su padre que rompiera todo vínculo con José después de que afirmó una visión era «uno de los líderes de nuestra iglesia», probablemente un ministro. Ella era presbiteriana; supuestamente lo mismo fue el líder. En cualquier caso, después de la segunda visión, ella también se volvió en contra de José, y su familia «terminó su amistad con todos los Smith, porque toda la familia seguía a José. Ni siquiera el padre, el hombre inteligente que era, podía discernir el mal que estaba ayudando a promover». (Como se informa en Cox, «Stories from Notebook», pág. 1; véase Madsen, «Prologue», pág. 235; Andrus, They Knew, págs . 1–2).

15. La madre Smith recuerda que José dijo en cuanto a las visitas de Moroni: «Tenía miedo de que mi padre no me creyera» (History of Joseph Smith by His Mother, pág. 79). Al contrario, como José recordó en 1840, cuando su padre murió: «Él fue la primera persona que recibió mi testimonio después de haber visto al ángel, y me exhortó a ser fiel y diligente al mensaje que había recibido» (HC 4:190). José era el cuarto hijo y, sin embargo, los hermanos mayores y sus hermanas Catherine y Sophronia lo sostenían. Samuel, que contrajo fiebre tras ser perseguido por una turba la noche del martirio, murió solo treinta y tres días después de José y Hyrum. Incluso muchos de los tíos y primos de José, aunque no todos ellos, llegaron a ser miembros dedicados de la Iglesia.

16. José escribió acerca de la respuesta de su padre sobre las visitas de Moroni: «Me respondió que era de Dios, y me dijo que fuera e hiciera lo que el mensajero me había mandado» (José Smith–Historia 1:50).

17. Parece que desde los años más tiernos de mi vida el adversario sabía que yo estaba destinado a perturbar y molestar su reino; de lo contrario, ¿por qué habían de combinarse en mi contra los poderes de las tinieblas? ¿Cuál era el motivo de la oposición y persecución que se desató contra mí casi desde mi infancia? José Smith—Historia 1:20.

18. TPJS, pág. 365; WJS, pág. 367.

19. En ese momento estaba, escribió, «[listo] para [hundirse] en la desesperación. . . no a una ruina imaginaria, sino al poder de un ser efectivo del mundo invisible» (José Smith—Historia 1:16).

20. En el relato de 1835 dice: «…parecía que mi lengua se había hinchado en mi boca» (Backman, First Vision, pág. 159). Véase también José Smith—Historia 1:15.

21. Véase Moisés 1:12–16.

22. TPJS, pág. 181; WJS, pág. 60.

23. TPJS, pág. 187; WJS, pág. 72.

24. José enseñó que es un error subestimar el poder del maligno, así como sobreestimarlo. «A menos que lo consintamos en nuestro corazón y nos dejemos vencer… nuestra organización es tal que podemos resistir al diablo. Si no estuvieramos organizados de esa manera, no seríamos agentes libres. (WJS, pág. 65). Sin embargo, la influencia del adversario ha sido tan poderosa y generalizada que, como enseñó el Profeta a John Bernhisel, «en todas las dispensaciones anteriores, Lucifer había prevalecido y echado el sacerdocio de la tierra. Pero en esta última dispensación se estableció firmemente el reinado del Hijo de Dios y Su sacerdocio, para nunca más partir; así todos los habitantes del mundo podrían participar de los dones y las bendiciones de Dios. (Andrus, They Knew, pág. 177).

25. Véase, por ejemplo, su cambio de la palabra fuego a luz en el relato de 1832 (Backman, First Vision, pág. 157).

26. PÁG. 5.

27. Véase Backman, First Vision, pág. 159.

28. Véase Backman, First Vision, pág. 169.

29. Juan 14:8–9.

30. Alma 5:14, 19.

31. En Conference Report, octubre de 1926, pág. 112; Gospel Ideals, pág. 355.

32. Recuerdo de Heber C. Kimball en Whitney, Life of Heber C. Kimball, pág. 94; cursiva agregada.

33. TPJS, pág. 368; WJS, pág. 369.

34. «Respondió entonces Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera» (Juan 5:19).

35. Doctrines of Salvation 1:32–33.

37. José Smith—Historia 1:20. Compare su comentario sobre la visita de Moroni: «Citó muchos otros pasajes de las Escrituras y expuso muchas explicaciones que no pueden mencionarse aquí» (José Smith—Historia 1:41). Oliver Cowdery registra que «a nuestro hermano se le permitió ver y entender mucho más completo y perfecto de lo que me es posible comunicar por escrito» (MA 1 [abril de 1835]: 112).

38. Backman, First Vision, pág. 159.

39. DyC. 130:5.

40. «Cuando otra vez volví en mí, me encontré de espaldas mirando hacia el cielo» (José Smith–Historia 1:20).

41. «Porque ningún hombre en la carne ha visto a Dios jamás, a menos que haya sido vivificado por el Espíritu de Dios» (DyC 67:11). «Carne y sangre no pueden ir allí; pero carne y huesos, vivificados por el Espíritu de Dios, sí pueden» (TPJS, pág. 326).

42. «José parecía tan fuerte como un león, pero Sidney parecía tan débil como el agua, y José, al notar su condición, sonrió y dijo: ‘El hermano Sidney no está tan acostumbrado como yo'» (recuerdo de Philo Dibble en Early Scenes in Church History, pág. 81).

43. «Reconfortado, me esforcé por levantarme, pero me sentí inusitadamente débil». Así José le dijo al converso Alexander Neibaur, quien conversó con el Profeta acerca de la Primera Visión el 24 de mayo de 1844. (véase Backman, First Vision, pág. 177).

44. TPJS, pág. 345. En la traducción que hizo José Smith del Nuevo Testamento, la declaración del Maestro «Nunca os conocí» cambia a «Nunca me conocisteis» (compárese Mateo 7:23 con TJS Mateo 7:23). Véase también TJS Mateo 25:11, donde el Señor dice a las cinco vírgenes insensatas: «No me conocéis».

45. TPJS, pág. 149; WJS, pág. 4.

46. Véase WJS, págs. 13–15.

47. Y Jesús les relató también una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar» (véase Lucas 18:1-8). La admonición de «orar siempre» ocurre ocho veces en Doctrina y Convenios.

48. WJS, pág. 15.

49. La frase «ni me importune más concerniente a este asunto» sigue una reprimenda a Martin Harris (DyC 5:29). «Sea esto suficiente para ti» son las palabras del Señor después de una respuesta parcial a la preocupación de José por saber la hora de la Segunda Venida (véase DyC 130:14–17). «No me molestéis más», dice el Señor después de detallar los propósitos del día de reposo (DyC 59:22).

50. Véase Lucas 24:11. La Traducción de José Smith sugiere que todos los discípulos habían hablado mal de Jesús cuando estaban bajo presión y que todos tenían dudas y temores. «Ellos habían hablado mal en contra de él delante de la gente, pues temían confesarle delante de los hombres». Después de las palabras del Maestro sobre el pecado y el perdón, dijeron entre sí: «No seremos perdonados». Pero Jesús respondió: «A todo aquel que diga palabra contra el Hijo del Hombre, y se arrepienta, le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no le será perdonado». (véase TJS, Lucas 12:10–12).

51. Lucas 24:41. La palabra para gozo en griego conlleva connotaciones de deleite y alegría.

52. (Juan 20:29).

53. Con frecuencia se enseña que la influencia del Espíritu Santo es la fuente suprema de seguridad y certeza. Las fuerzas del mal simulan la luz; pero su luz es, en términos comparativos, tinieblas. Véase, por ejemplo, las palabras de Brigham Young de que «el Espíritu de verdad lo percibirá todo y permitirá que todo aquel que lo posea logre discernir la verdad del error, la luz de las tinieblas, las cosas de Dios de las cosas que no son de Dios» (JD 13:336).

54. Del relato de 1832 que se encuentra en Backman, First Vision, pág. 157.

55. «Porque ningún hombre en la carne ha visto a Dios jamás, a menos que haya sido vivificado por el Espíritu de Dios. Ni puede hombre natural alguno aguantar la presencia de Dios, ni conforme a la mente carnal. No podéis aguantar ahora la presencia de Dios, ni la ministración de ángeles; por consiguiente, continuad con paciencia hasta perfeccionaros» (DyC 67:11–13).

56. «No buscan al Señor para establecer su justicia, antes todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio dios, cuya imagen es a semejanza del mundo y cuya substancia es la de un ídolo que se envejece y perecerá en Babilonia, sí, Babilonia la grande que caerá» (DyC 1:16).

57. Un «principio de armonía», un abstracto impersonal, siempre puede definirse vagamente como impedir cualquier consejo, mandamiento o corrección específicos. Es un postura intermedia entre una negación universal («No existe un Dios») y una afirmación personal («Existe un Dios viviente y que manda»). La defensa, incluso la adoración, de tal principio es la religión sin costo alguno.

58. TPJS, pág. 286; WJS, pág. 179. Esta declaración se hizo en el decimotercer aniversario de la organización de la Iglesia. Tal vez el Profeta habría estado pensando en la inmensa cantidad de turbulencia que había ocurrido en esos trece años.

59. DyC 5:22.

Para ver las citas completas, véase «Author’s Note on Sources, Abbreviations, and Bibliography» en la Collección de disertaciones sobre José Smith.

Truman G. Madsen

Truman G. Madsen, presidente de la Cátedra Richard L. Evans y profesor de filosofía de BYU, dio ocho disertaciones sobre el profeta José Smith en la semana de la educación de BYU en agosto de 1978.