José Smith—Disertación 3: José Smith y los dones espirituales
Presidente de la Cátedra Richard L. Evans y profesor de filosofía de BYU
23 de agosto de 1978
Presidente de la Cátedra Richard L. Evans y profesor de filosofía de BYU
23 de agosto de 1978
He repasado la vida de José Smith y he identificado instancias en las que estos dones espirituales se manifestaron. No es de extrañar que José ejerciera todos los dones.
Tenemos la intención de modificar esta traducción cuando sea necesario. Si tiene sugerencias, por favor mándenos un correo a speeches.spa@byu.edu
Tenemos tres menciones conocidas en las escrituras que hablan sobre los dones espirituales: qué son, de dónde vienen y el espíritu con el que deben buscarse y manifestarse. Esas tres fuentes son Doctrina y Convenios 46, Moroni 10, que también es el último capítulo del Libro de Mormón, y la declaración de Pablo en 1 Corintios 12. Estas tres están interrelacionadas y pueden estudiarse provechosamente mediante la comparación.
Si leemos las escrituras como un relato histórico y tomamos nota de las formas en que el Espíritu de Dios se ha manifestado en la vida de varios individuos, encontramos al menos treinta maneras diferentes. Al mencionar estos dones en la sección 46, el Señor declara: “a todo hombre le es dado un don”, lo que significa, aparentemente, que cada uno de nosotros tiene derecho a por lo menos un don espiritual. El Profeta dijo en otra ocasión: “El hombre [aunque también podría haber dicho ‘la mujer’] que no tiene ninguno de los dones no tiene fe; y se engaña a sí mismo si cree que la tiene”1. Orson Pratt hizo el mismo comentario de una manera diferente. Dijo: “Nadie que haya nacido del Espíritu y que se mantenga debidamente fiel carece de un don espiritual”2. Una cosa proviene de la otra. “Ningún hombre puede recibir el Espíritu Santo sin recibir revelaciones”, explicó José Smith. “El Espíritu Santo es un revelador”3.
¿Por qué los dones espirituales? El Señor dice: “para que no seáis engañados, buscad diligentemente los mejores dones, recordando siempre para qué son dados; porque… se dan para el beneficio de los que me aman y guardan todos mis mandamientos”. Luego una frase muy alentadora: “y de los que procuran hacerlo”4. De modo que no solo los que viven plenamente los mandamientos pueden esperar estos dones, sino también los que intentan y procuran hacerlo. La amonestación es clara: “recordando siempre para qué son dados”.
Luego viene la advertencia: los santos no deben “[pedir] señales para satisfacer sus concupiscencias”5.
En la misma revelación, el Señor promete que “a algunos” (al obispo, por ejemplo, y a otros llamados a presidir en la Iglesia) les será “concedido tener todos estos dones”6. En otra ocasión, el Profeta dijo: “El don de discernimiento de espíritus se le concederá al élder presidente. Oren por él para que tenga este don”7. Este es el don preciado y casi indispensable dado a cualquier líder de la Iglesia. Pero “a algunos les [será] concedido tener todos estos dones [no solamente uno, sino todos], para que haya una cabeza”.
Con aquello como premisa, he repasado la vida de José Smith y he identificado instancias en las que estos dones se manifestaron. No es de extrañar que José ejerciera todos los dones.
Con la intención de entender mejor lo que es posible espiritualmente y de reconocer mejor las maneras en que José Smith fue en verdad un profeta del Señor Jesucristo, consideremos una serie de las experiencias más prominentes, aunque en algunos casos menos conocidas del Profeta con respecto a los dones.
Uno de los primeros dones que Moroni menciona es el de “una fe sumamente grande”. Como dice la sección 46: “A algunos el Espíritu Santo da a saber que Jesucristo es el Hijo de Dios, y que fue crucificado por los pecados del mundo”8. El profeta José Smith ciertamente tenía una fe sumamente grande. Tenemos evidencia repetida de cómo enfrentó pruebas que desafiaron profundamente su resistencia y perseverancia. También tenemos, al comienzo de su ministerio, su testimonio sobre el efecto que tuvo en él el versículo Santiago 1:5. (Uno se pregunta si Santiago, cuando escribió el versículo allá por el siglo I, podría haber tenido noción alguna del impacto que tendría). Los siguientes dos versículos son igualmente poderosos: “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es movida por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre que recibirá cosa alguna del Señor”9. A menudo estamos dispuestos a decir lo que nos gustaría recibir del Señor, incluso lo que haríamos a cambio de recibirlo, pero no nos entusiasma tanto decir lo que haremos con ello después de recibirlo. El Profeta demostró estar dispuesto en ambos aspectos.
En relación con ese don se nos dice: “A otros les es dado creer en las palabras de aquellos” —“aquellos” refiriéndose a los que tienen gran fe— “para que también tengan vida eterna, si continúan fieles”10. A algunas personas se les da el don de saber, y a otras el don de creer en lo que otros saben. O, para decirlo de otra manera, algunas personas tienen testimonios de segunda mano. Mi convicción personal es que se trata de un don preparatorio que no es suficiente por sí mismo. No se puede vivir, perseverar y vencer por el mero hecho de creer en la palabra de otra persona. Tarde o temprano, y preferiblemente más temprano que tarde, ustedes también llegarán a un conocimiento directo y personal por sí mismos11.
El Profeta creyó en la palabra de otras almas dignas de confianza. De ese modo fue respaldado, nutrido y fortalecido. Estudió minuciosamente los registros del pasado hasta que se convirtieron en parte de su naturaleza. Al analizar, por ejemplo, la manera en que a menudo y casi sin querer usaba el lenguaje del Nuevo Testamento en sus sermones, vemos que gran parte de su pensamiento y sentimiento se veía influenciado por las frases de Pablo y también por los escritos de Juan y otros libros del Nuevo Testamento12. Lo mismo ocurría con el Antiguo Testamento y con otros libros cuya traducción sucedió mientras él se convertía en un instrumento del Señor. Confiaba en la palabra revelada y, en ese sentido, demostró ser un creyente de ella.
El don de profecía. Este es el don de anticipar los acontecimientos futuros. El élder John A. Widtsoe, después de hacer un análisis de Doctrina y Convenios, concluyó que contiene más de mil declaraciones sobre el futuro13. Si uno se extiende más allá de Doctrina y Convenios y considera otras escrituras, las promesas personales que dio en bendiciones, los comentarios que hizo en sermones, las predicciones que escribió en cartas y los consejos que dio en circunstancias privadas y sagradas y a los Doce, estos superarían con creces esas mil cien declaraciones14.
El Profeta dijo en una ocasión que “el Señor me dijo una vez que, si en alguna ocasión me metía en graves problemas y no veía salida de ellos, si profetizaba en Su nombre, Él cumpliría mis palabras”15. Por lo tanto, se puede discernir momentos en su vida en los que casi cayó en la desesperación y cuando esa condición mental fue el indicio, o el contexto, de sus profecías. En Kirtland, por ejemplo, en ese período de apostasía masiva cuando quizás la mitad de los miembros de la Iglesia se estaban apartando, entre ellos muchos de los Doce, una noche se levantó llorando después de orar en una reunión y dijo: “Profetizo en el nombre del Señor que aquellos que han pensado que he transgredido recibirán esta noche un testimonio de que estoy sin mancha y soy aprobado por el Señor”. Muchas de las personas en quienes se cumplió la profecía dieron su testimonio en reuniones posteriores16.
Las profecías pueden ser tanto una carga como una bendición, porque cuando una persona se compromete en espíritu a un curso de acción determinado o a cierto consejo del Señor, asume la responsabilidad de hacer todo lo que está a su alcance para llevarlo a cabo. Fue así en el caso de José Smith como también lo fue con Heber C. Kimball, quien fue quizás el segundo hombre con mayor don de profecía en la historia de la Iglesia17. A menudo, José entraba en un estado profético en el que predecía acontecimientos tan triviales como si iba a llover lo suficiente como para empapar la ropa de las personas que escuchaban un discurso en una arboleda, o si debían romper filas durante un desfile de la Legión de Nauvoo y regresar a sus hogares18. A veces decía: “No va a llover”, y a veces decía: “Profetizo que va a llover, solo tienen unos minutos, ¡vayan!”
A los que argumentaban que no había tal cosa como profecía, antigua o moderna, les decía (citando a Juan en Apocalipsis 19:10): “El Nuevo Testamento dice que el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía. Soy siervo de Jesucristo. Tengo un testimonio de Jesús. Por lo tanto, soy profeta”19. Ocasionalmente, él enredaba a sus enemigos en una paradoja lógica. Les decía: “¿Han descubierto que no hay revelación? ¿Cómo?” Le contestaban: “¿No está completo el canon de las Escrituras?” Él respondía: “Si lo está, el libro sufre de un gran defecto; de lo contrario lo habría dicho”20. Señalando que se necesita revelación para saber que no habrá más revelación, preguntó en una ocasión: “¿Se han vuelto reveladores? Entonces, ¿por qué niegan la revelación?21
Como profeta, dijo cosas que para mí son “llaves que nunca se oxidan”. Cuando dijo: “Les daré una llave que nunca se oxidará”, se refería a que el poder de lo que iba a decir perduraría hasta el fin de los tiempos. A modo de ejemplo:
En medio de la lucha por el liderazgo, la apostasía de un grupo en Nauvoo dirigido por William Law y la afirmación de otros de que ellos deberían tener prerrogativas especiales de liderazgo, él dijo: “Les daré una llave que nunca se oxidará”. Esta es una prueba. “Si permanecen con la mayoría de los Doce Apóstoles y con los registros de la Iglesia, nunca serán desviados”22. Ningún grupo separado puede pasar esta prueba. ¿Cuántos estaban en el estrado, por ejemplo, en Nauvoo en agosto de 1844, después de la muerte del Profeta, cuando Sidney Rigdon quería ser el guardián y, por ende, el líder de la Iglesia? ¿Cuántos de los Doce estaban en el estrado cuando se tomó la decisión de seguir a los Doce? Había siete, una simple mayoría (John Taylor se estaba recuperando de sus heridas y cuatro aún no habían regresado de sus misiones en el este). Una y otra vez en la historia de la Iglesia, los Doce en unidad han tomado las decisiones reveladoras, bajo la dirección del profeta, a las que estamos sujetos todos. ¿Y los registros? ¿Qué registros son los más importantes? En mi opinión, son los registros de las ordenanzas del templo. Los tenemos, los preservamos y son una señal de la transmisión auténtica de la autoridad y el poder divino a nuestros días.
José Smith hizo muchas declaraciones proféticas que han perdurado hasta nuestros días23. Algunas de ellas parecían absurdas en su momento. Lillie Freeze recuerda una de ellas. “Dijo que llegaría el tiempo en que solo las mujeres Santos de los Últimos Días estarían dispuestas a tener hijos”24. En gran medida esto ya está sucediendo hoy, ante nuestros ojos. En otra ocasión dijo que los santos serían expulsados y sufrirían, pero irían a las Montañas Rocosas y allí se convertirían en un pueblo grande y poderoso25. Otros recuerdos de esa profecía no mencionan a un pueblo grande y “poderoso”, sino grande y “próspero”, cuyas riquezas serían una prueba mayor que la pobreza26. Esto también está sucediendo ante nuestros ojos.
José mostró un don profético en las promesas a las personas. “Tu nombre”, le dijo a Brigham Young, “será conocido para bien y para mal”, tal como Moroni le había dicho al mismo José27. Y así es. Le dijo a Eliza R. Snow: “Finalmente, visitarás Jerusalén”. Ella lo anotó en su diario y luego lo olvidó. Cuarenta años más tarde así ocurrió8. Cuando la muerte parecía inminente en la cárcel de Carthage, José pronunció una de sus últimas profecías. A Dan Jones le dijo: “Finalmente verás Gales y antes de morir cumplirás la misión que se te ha asignado”29. Dan Jones más tarde ayudó a convertir a más de quince mil personas en Gales. “No temas, porque al final verás a Israel triunfar y en paz”, le dijo José a Johnny Smith, de quince años, cuyos pies estaban ensangrentados por haber hecho entrenamientos con la Legión de Nauvoo30. Así lo hizo.
Hubo un hermoso momento cuando Dimick Huntington estaba trabajando en las botas del Profeta en una zapatería. El Profeta relató cosas que Dimick había hecho por él, en su mayoría cosas físicas y de consuelo, como remar el bote a través del Misisipi hasta que se le hicieron ampollas en las manos, llevar mensajes y, como dicen las Escrituras, “cortar leña y sacar agua”. El Profeta expresó gratitud y finalmente le dijo a Dimick: “Pídeme lo que quieras, y se te dará, aunque sea hasta la mitad de mi reino”. Dimick no quería empobrecer al Profeta. Pidió algo diferente. “José”, dijo con toda su alma, “José, deseo que donde estés tú y la casa de tu padre [es decir, en la eternidad], allí esté también la casa de mi padre y yo”. El Profeta bajó la cabeza por un momento como si estuviera meditando, y luego levantó la vista. “Dimick, en el nombre de Jesucristo, será tal como lo pides”31.
El padre de Dimick se llamaba William. Una noche, el Profeta se enteró por Shadrack Roundy, quien estaba de guardia en la puerta, de que había un populacho en el río. El arma de Shadrack Roundy, lo que nosotros llamaríamos un garrote, no sería suficiente contra veinte hombres. El Profeta bajó por la calle hasta la casa de William, lo despertó y le dijo: “Viene un populacho; deme un consejo”. William dijo: “Sé lo que tengo que hacer. Suba a mi cama. Iré y me meteré en la suya”. Eso es lo que hicieron.
El populacho llegó y arrastró a William. Cerca del río descubrieron que tenían al hombre equivocado. Su crueldad no tuvo límites. Enfurecidos, “lo desnudaron, lo maltrataron, lo cubrieron de brea y plumas, y lo llevaron de regreso a Nauvoo como a un perro rabioso”32. Cuando finalmente entró tambaleándose en su propia casa, el Profeta lo abrazó y le dijo con todas las fuerzas de su alma: “Hermano William, en el nombre del Señor le prometo que nunca probará la muerte”. Esa profecía se cumplió33.
Poder profetizar de esa manera en el nombre de Jehová fue tanto la bendición como la carga de José Smith. “Hermanos”, dijo —esto es lo que recuerda Wilford Woodruff— “he sido muy elevado e instruido por sus testimonios esta noche, pero quiero decirles delante del Señor que concerniente a los destinos de esta Iglesia y reino, no saben más que un infante en los brazos de su madre. . . . Esta iglesia llenará América del Norte y del Sur, llenará el mundo”34. En relación a eso, George A. Smith relató haber oído al Profeta decir una vez “que podemos construir tantas casas como queramos, y que nunca tendríamos una lo suficientemente grande para albergar a todos los santos”35.
Discernimiento. Ya hemos señalado anteriormente las palabras del Profeta: “El don de discernimiento de espíritus será concedido al élder presidente. Orad por él para que tenga este don”36. El discernimiento es el reconocimiento del espíritu que impulsa a una persona. “La manera que sé en quien confiar, es que Dios me dice en quien puedo depositar mi confianza”, dijo el Profeta37. Jesse N. Smith registra: “Cuando estaba en su presencia, sentía que podía leerme de principio a fin”38. Wilford Woodruff dice que una vez se lo encontró en la calle. El Profeta le agarró la mano, lo retuvo y se detuvo, como si estuviera escudriñando su alma. Luego dijo: “Hermano Woodruff, me alegro de verlo. En cuanto me encuentro con aquellos que han sido mis hermanos en el Señor, difícilmente puedo percibir quiénes de ellos son mis amigos. Se han vuelto muy escasos”39.
Un hombre que actuaba, por así decirlo, como agente encubierto llegó a Nauvoo, trató de ganarse el favor del Profeta y luego lo invitó a salir a caminar. En la cima de una colina, el Profeta se detuvo, lo llamó por su nombre y dijo: “Tiene un bote y hombres listos para secuestrarme, pero no va a lograr hacerlo”40. Era cierto. El hombre había planeado secuestrarlo, pero en lugar de eso, se fue maldiciendo. José escribió una vez en una carta: “Es en vano tratar de ocultar un mal espíritu a los ojos de aquellos que son espirituales, porque se manifestará en el habla y en la escritura, así como en todas nuestras otras conductas. Tampoco es necesario hacer grandes pretensiones cuando el corazón no es recto: el Señor lo expondrá a la vista de los santos fieles”41.
A pesar del discernimiento del oficial presidente, José Smith estableció la ley de los testigos, que requiere que se utilice evidencia y testimonios para probar los hechos de una persona42. Sin embargo, sí tenía el reconocimiento espiritual para saber por sí mismo cuando algo está mal o que algo está bien. Una vez oró para saber si un coro de Nauvoo estaba cantando alabanzas aceptables a Dios. El Señor le hizo saber que el director era inmoral. Al poco tiempo, el hombre renunció y se fue43. José podía discernir bien, aunque confiaba en muchos más allá de lo que merecían, lo que quizás era una manifestación de lo que Brigham Young llamaba “considerar todo de acuerdo con las circunstancias del caso y cada persona de acuerdo con su valor intrínseco”44. El mismo Brigham dijo una vez, inspirado por el Profeta: “Si tienen el Espíritu de Dios, pueden discernir el bien del mal. Cuando un hombre no es recto, por carismático que sea su lenguaje, habrá muchas dudas sobre él, y no edificará el cuerpo de los santos”. Y Brigham agregó: “Les doy esta llave”45. Sí, José podía discernir bien.
Sueños. Algunos sueños son el resultado de la presión, de la dieta, o de la ansiedad. Algunas investigaciones psicológicas indican que todos necesitamos soñar, que nuestra salud mental depende de ello. Pero también hay sueños enviados por el Señor. Es uno de los dones espirituales. Después de que se le avisara en un sueño, José huyó con María y Jesús a Egipto. La esposa de Pilato tuvo un sueño que le causó mucha ansiedad. Ella le suplicó a su esposo que no condenara a Jesús.
José Smith tuvo sueños proféticos, como le indicó una vez a Levi Hancock. Levi había comenzado su misión, pero una noche, después de sufrir terribles pesadillas, regresó lleno de temor. “No dejes que eso te preocupe”, dijo el Profeta. “He tenido sueños tan terribles como los tuyos. Si haces lo que te digo ahora, estarás bien”. Levi relató que José entonces “le dio a entender cómo el Consolador consuela la mente del hombre cuando duerme”46.
Luego vino el sueño—feo y ominoso— que tuvo en Nauvoo. Soñó con William y Wilson Law. Lo habían echado en un pozo, un pozo más alto que su cabeza, de modo que no había manera para subir o saltar fuera de él. Poco después, ambos fueron atacados por serpientes y estaban muriendo. Clamaron por su ayuda. Todo lo que pudo decir fue: “No puedo, porque me habéis echado en este profundo foso”47. Este sueño era demasiado real. William y Wilson Law fueron los principales líderes del Nauvoo Expositor y de las reuniones conspiratorias que culminaron con la muerte del Profeta48.
Visiones. Existen visiones en el claro del día, visiones en estado de alerta, como decimos; y visiones que se manifiestan en la noche. ¿Tuvo José visiones? “Mayor que mi deseo por alimento y bebida,” expresó en una ocasión, “es mi deseo hacer que los santos de Dios comprendan las visiones que fluyen como una oleada desbordante en mi mente”49. En ocasiones frustrado en su esfuerzo por enseñar, aunque hay abundantes testimonios de su eficacia, a veces se sentía, como le dijo a John Taylor, como si estuviera “atrapado en una cáscara de nuez”50. Cada vez que se oponía a las tradiciones que la gente había acumulado, algunas “se hacían pedazos como el cristal”51.
Dijo con frustración, refiriéndose a los santos: “Ha sido muy difícil hacer que algo penetre en la cabeza de los de esta generación. Ha sido como el que quiere partir el nudo de un encino, usando un bizcocho como cuña y una calabaza como martillo”52.
¡Eso es muy del siglo diecinueve! Los nudos de los encinos son duros. Si tuvieran como cuña una rebanada de bizcocho, y si intentaran clavarla con una calabaza, ya saben lo bien que se les daría partir nudos de árbol. Así de eficaz le parecía a José que eran sus enseñanzas en ocasiones. Y aun así, el Señor reveló y develó línea por línea todo el plan. “Tengo ante mí el plan completo del reino, y nadie más lo tiene”53. Todos los demás tenían partes, fragmentos, pedazos. Pero durante el período de capacitación que el Señor le dio a José Smith, lo recibió todo.
Algunas de sus visiones eran panorámicas. En cuanto a los tres grados de gloria de Doctrina y Convenios 76, dijo: “Yo podría declarar cien veces más de lo que he explicado respecto de las glorias de los reinos que se me han manifestado en visión, si me fuese permitido, y si la gente estuviera preparada para recibirlas”54. Cien veces más que la longitud actual sería más que la extensión completa de Doctrina y Convenios.
Había más conocimiento almacenado en su mente, creo, que en cualquier otro intelecto desde la época del Nuevo Testamento. Sin embargo, él dijo: “No soy instruido, pero tengo tan buenos sentimientos como cualquier otro hombre”55. No era instruido en el sentido tradicional académico. Pero fue instruido por los mejores maestros del universo. No es correcto, al hablar de él en su madurez, decir que José era “un joven granjero ignorante”. Para entonces se había convertido en un hombre muy instruido, iluminado y dotado de enseñanza divina. “La mejor manera de obtener verdad y sabiduría”, dijo, “no consiste en sacarla de los libros, sino en ir a Dios en oración y obtener enseñanzas divinas”56. También dijo que “una visión manifiesta aclara lo que es más importante”57. Pero, en relación con ello, dijo que el Señor “siempre se hace responsable de dar una revelación o interpretación de su significado”58.
En cuanto a los principios suyos que lo colocaban en comunión con otras figuras prominentes de la antigüedad, John Taylor dijo que José conocía a los antiguos profetas, apóstoles y patriarcas, incluidos los del Libro de Mormón, tan bien como nosotros nos conocemos entre sí. Ejemplos: Un día dijo de su hermano Alvin: “Era un hombre muy apuesto, solo superado por Adán y Set”59. En el espíritu de instrucción de Nauvoo, José describió a Pablo: “mide alrededor de un metro y medio de estatura; tiene cabello muy oscuro; tez oscura; piel oscura; nariz romana grande; cara afilada; ojos negros pequeños, penetrantes como la eternidad; hombros redondeados; voz chillona, excepto cuando la eleva, y entonces casi se parece al rugido de un león”. ¿Cómo sabía eso? He conocido a algunos eruditos que afirman ser los principales expertos mundiales en Pablo. Sospecho que hay un hombre que sabe más que ellos: ese es Pablo mismo. Aparentemente él es uno de los que enseñó a José Smith.
En Doctrina y Convenios 128 se habla de algunos de los personajes antiguos que se aparecieron al profeta José, declarando sus llaves, glorias y dispensaciones, y haciendo posible unir estas autoridades en esta dispensación61. El profeta conocía a Pedro, conocía a Santiago, conocía a Juan. Conocía a Adán y a Eva. Conocía a Abraham. Conocía a Enoc. Conocía a los Doce que vivieron en el continente americano. “Parecía conocer a estas personas como nosotros nos conocemos entre sí”, dijo John Taylor62. Tenía visiones del pasado, así como del futuro. Como vidente, sabía cosas del pasado que no están en nuestras escrituras, pero que sí mencionó en sus discursos.
Éste, en efecto, era un hombre visionario en el mejor y más elevado sentido de la palabra.
Lenguas. ¿Habló alguna vez el profeta José Smith en lenguas? Lo hizo. Brigham Young lo conoció por primera vez en Kirtland. Tuvieron una reunión. Brigham ofreció la oración, y en el curso de esta oración habló en una lengua desconocida. Cuando él y los demás que estaban hincados se levantaron y se sentaron, el Profeta les dijo: “Hermanos, esta lengua que hemos oído es el don de Dios, porque Él me lo ha hecho saber, y nunca me opondré a nada que venga de Él. Siento el espíritu que el hermano Brigham ha manifestado en este don de lenguas, y deseo hablar yo mismo en la lengua que al Señor le plazca darme”. Después de hablar por un tiempo en esa lengua, José declaró: “Hermanos, esta es la lengua de nuestro padre Adán mientras moraba en el Edén; y vendrá de nuevo el tiempo en que cuando el Señor traiga de nuevo a Sion, a la Sion de Enoc, todo este pueblo hablará entonces el idioma que acabo de hablar”63.
En cuanto a la interpretación de lenguas, en una ocasión cuando el Profeta fue citado a comparecer en un juicio y se estaba preparando para asistir, se encontró en la puerta con una hermana llamada Sarah Cleveland, quien le habló. El Profeta escuchó atentamente. Cuando ella terminó, él le dijo: “No tienen por qué temer por mí, ya que como dice la hermana Cleveland, tendré mi juicio y seré absuelto”64. Ella había hablado en lenguas y profetizado. Fue juzgado y absuelto. John Nicholson escribió que en una ocasión el Profeta dio una bendición a Orson Pratt, en el curso de la cual habló en una lengua desconocida, mencionando varios mundos que él, como siervo del Altísimo, debía visitar para ministrar a sus habitantes65. Uno de los clamores de esta generación es la necesidad de una religión para la era espacial, una religión que no esté limitada a la Tierra, sino que tenga en cuenta el vasto universo que ahora conocemos. Por medio del profeta José Smith se reveló una religión para la era espacial, para el cosmos, para todo el universo. Eso trajo división y oposición a su vida.
Sanar y ser sanado. Estos son dones distintos. Al Profeta se le pidió, una y otra vez, que bendijera —a veces con aceite y otras veces no— a los enfermos, tanto en su propia familia como fuera de ella. En la ocasión que ahora se conoce en los anales de los Santos de los Últimos Días como “el día del poder de Dios” (22 de julio de 1839), él mismo se levantó de su cama enfermo de cólera y cruzó el río hasta Montrose, Iowa66. Docenas de personas fueron sanadas instantáneamente ese día. En su diario solo dice: “Muchos de los enfermos fueron levantados hoy por el poder de Dios”67. No añade: “y yo fui el instrumento principal”. Aprendemos de los diarios de otros que él lideró esa procesión de fe68.
Aconsejó a sus hermanos sobre este asunto. Les suplicó, según Parley P. Pratt, que “cesaran de ministrar las formas sin el poder”69. Cómo se logra eso sin tener una fe poderosa, no lo sé.
Hubo ocasiones en las que tuvo que dar repetidas bendiciones. Jedediah M. Grant tenía dispepsia, tal vez lo que ahora llamaríamos una úlcera de estómago. Se sentía mejor por un tiempo cuando el Profeta lo ministraba, pero luego volvían las presiones, las cosas lo abrumaban, y volvía a estar en la misma condición. El Profeta dijo un día: “Hermano Grant, si pudiera estar siempre con usted, podría curarlo”70. Este es un testimonio de la serenidad de alma del Profeta y de la fe de Jedediah. La presencia personal de José podría haber superado ese malestar estomacal.
¿Fue el Profeta lo suficientemente fiel como para ser sanado? Sí, repetidas veces. Una vez fue envenenado y luego vomitó tan violentamente que se le dislocó la mandíbula. Se le bendijo y sanó de inmediato71. En otra experiencia, esta vez con su hermano Hyrum, al final de la marcha del Campo de Sion, profetizó que debido a que los hombres del Campo no se arrepentían y no vivían como debería hacerlo un campamento de Israel moderno, algunos de ellos morirían. Un relato dice: “Como ovejas infectadas”, una afirmación aterradora72. Trece murieron. A pesar de su profecía, José anhelaba sanarlos. Él y Hyrum lo intentaron, pero apenas habían puesto las manos sobre los enfermos, ellos mismos enfermaron de cólera. Sintieron sus estragos, cayeron postrados juntos y oraron pidiendo liberación. Incluso en ese momento, su madre estaba orando por ellos73. En oración pidieron un testimonio de que el Señor los aliviaría y que la sanación vendría. A los pocos minutos se levantaron libres de la enfermedad que, en otros casos, era mortal.
Tener conocimiento y enseñarlo, tener sabiduría y enseñarla74. Creo que esto implica cuatro dones espirituales. Es posible que una persona sepa mucho y, sin embargo, sea ineficaz en la enseñanza. ¿Cuál es la diferencia entre conocimiento y sabiduría? No conozco una definición definitiva de las Escrituras. Pero, claramente, solo tener un amplio conocimiento—como dijo una vez el Profeta, “hincharse con conocimiento correcto (aunque inservible)”—no es tan grande75. Es tan vano como el orgullo en otras áreas. Pero la sabiduría es otra cosa. La sabiduría es la percepción que surge de la experiencia genuina y de primera mano.
Algunos escriben que José Smith parecía poseer, como dijo Edward Stevenson, “una infinidad de conocimiento”76. Wilford Woodruff escribió que José Smith era “como una reserva de oro oculto de la vista del hombre” y que sólo Dios podía comprender su alma, al igual que el alma de Enoc77. Jedediah M. Grant dijo que “José podía tomar al élder más sabio que jamás haya viajado y predicado, y, por así decirlo, circunscribir sus propios pensamientos”78 y otros dijeron que enseñaría y testificaría con tal poder que ningún otro hombre en el reino podría igualarlo. Todo eso nos da indicios de su amplio conocimiento.
En 1833 se le hizo la promesa de que tendría poder “para ser potente en testimonio”79. Esta promesa se cumplió brillantemente. Loren Farr le dijo a su nieto: “Oh, hijo mío, me pesa que nunca oirás el evangelio de Jesucristo enseñado con poder”80. Quiso decir que José Smith había muerto, y aunque había otros gigantes en el reino, ninguno de ellos podía invocar el poder del cielo como lo había hecho él, estando entre el cielo y la tierra como testigo.
Sí, tenía conocimiento, y enseñó.
No era un orador nato. Otros de los hermanos eran más elocuentes al ornamentar sus discursos, como Sidney Rigdon, al igual que Parley P. Pratt. Otros eran más ordenados y sistemáticos, como lo era Orson Pratt. Otros eran más prácticos en sus consejos, como Brigham Young. Pero es un testamento a la grandeza del Profeta que todos ellos, cada uno superior de una manera u otra, lo sostuvieran como el profeta más grande de todos los tiempos, aparte de Jesucristo mismo81.
Un último punto acerca de su sabiduría. “Me impuse esta regla: Cuando Dios te lo mande, hazlo»82. Eso lo llevó hasta Carthage, y a las glorias de las eternidades del más allá.
Reconocer las diversidades de operaciones y las diferencias de administración. Es posible que el término “diversidades de operaciones” se refiera al reconocimiento de los movimientos, las tendencias, las actividades y los procesos históricos en marcha. Puede que se refiera al reconocimiento de cuáles están centrados en la luz y en la influencia del Dios viviente, cuáles son simplemente del hombre, y cuáles, si los hay, tienen su origen en los reinos inferiores. “Espíritus mentirosos andan recorriendo la tierra”, dijo el Profeta. “Habrá grandes manifestaciones de los espíritus, falsos así como verdaderos”83. El adversario siempre establece su reino para oponerse al reino de Dios84. La multitud de religiones variadas en nuestra generación es, de hecho, una señal de los tiempos.
José Smith sintió y enseñó — y es el testimonio de esta Iglesia— que como Santos de los Últimos Días debemos reconocer que el Espíritu del Señor ha obrado en todas las generaciones y en todas las culturas. Esto lo confirma la declaración de la Primera Presidencia del 15 de febrero de 1978, en la que se menciona a algunos de los grandes líderes religiosos, tales como Mahoma y Confucio, así como a antiguos filósofos. Estos, según los apóstoles, recibieron una porción de la luz de Dios85. Aunque a menudo se nos condena por ser “exclusivos”, los Santos de los Últimos Días pertenecemos a la única Iglesia que tiene la capacidad de retener sus raíces y aun así relacionarse con toda la humanidad, y finalmente abrazarla, examinando el error y ofreciendo la verdad en su lugar.
El Profeta José tenía esa clase de alma abierta y receptiva. “Debemos recoger todos los principios buenos y verdaderos que hay en el mundo”, dijo, “y atesorarlos, o no resultaremos verdaderos ‘mormones’”86.
Tener comunión con los cielos, ver ángeles y espíritus. La sección 107 de Doctrina y Convenios dice que el Sacerdocio de Melquisedec, al poseer las llaves de las bendiciones espirituales de la Iglesia, tendrá el privilegio de comunicarse con la asamblea general y la iglesia del Primogénito87. ¿Quiénes son? Aparentemente son los más justos, los que han cumplido su misión en la tierra y ahora sirven dignamente en el mundo de los espíritus o han heredado la gloria celestial. ¿Se comunicó José con ellos mientras estuvo en la tierra? Sí. El único otro hombre en la historia de los Santos de los Últimos Días que disfrutó de comunión espiritual igualmente rica fue Wilford Woodruff, quien parecía haber tenido ese don desde su nacimiento, y que parecía vivir como si tuviera un pie en el mundo de los espíritus y otro en este. Solo Wilford Woodruff podía decirle a un hermano mientras caminaba por la calle en Salt Lake City: “Hermano John, me alegro de verlo”, y luego agregar despreocupadamente: “Sabes, creo que no he visto a tu padre desde que murió”88.
Por último, aunque hay otros dones, menciono el obrar milagros. Alguien le preguntó una vez al Profeta: “¿Cuál fue el primer milagro que efectuó Jesús?”. Él respondió: “Él hizo este mundo, y no sabemos qué sucedió después”89. Milagro es el término que utilizamos para referirnos al uso del poder divino más allá de nuestro entendimiento. No es la violación de una ley. Cada milagro que efectuó Cristo, incluso la creación de la tierra, se llevó a cabo en armonía con principios eternos. Algún día sabremos que todo lo que consideramos milagroso ocurrió, de hecho, según el orden celestial.
A José se le prometió que se le daría mucho poder90. Cuando se le pidió a alguien que lo conoció que nombrara el milagro más grande que había visto en la primera generación de la Iglesia, ella respondió que había sido José Smith91. El Profeta era un hombre hecho por Dios. Jamás será adecuado decir, como los críticos están empezando a decir: “Este hombre era un genio”. Al decir esto, intentan reducir un movimiento extraordinario a solo su líder, fundador y, según creen ellos, su origen. Es cierto que era un genio; era un hombre brillante. Se requiere un hombre brillante para comprender, y mucho más para escribir, como él lo hacía, las gloriosas reflexiones que recibió, aun tomando en cuenta que venían del Señor. Era un hombre de inteligencia sobresaliente.
Sin embargo, eso no explica el mormonismo. Lo que explica el mormonismo es que José Smith, como profeta, no fue simplemente José Smith. Él era un profeta, hecho así por el poder de Dios. Él fue un milagro moderno.
© 1989 Truman G. Madsen. ℗ 2003 Deseret Book Company. Todos los derechos reservados.
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Para citas completas, véase “Nota del autor sobre fuentes, abreviaturas y bibliografía” en la serie de disertaciones de José Smith.
Truman G. Madsen, presidente de la Cátedra Richard L. Evans y profesor de filosofía de BYU, dio ocho disertaciones sobre el profeta José Smith en la semana de la educación de BYU en agosto de 1978.