Encontrar el rumbo en la incertidumbre
Profesora de Microbiología y Biología Molecular de BYU
9 de abril de 2024
Profesora de Microbiología y Biología Molecular de BYU
9 de abril de 2024
[Aprendí] que cuando me siento estancada e insegura sobre qué paso dar a continuación, debo confiar en Dios lo suficiente como para elegir y dar un paso o, en otras palabras, para avanzar con fe.
Tenemos la intención de modificar la traducción cuando sea necesario. Si tiene alguna sugerencia, escríbanos a speeches.spa@byu.edu
Mi esposo, Ryan, y yo nos casamos a principios de nuestro último año como estudiantes universitarios en BYU. Él tenía la intención de postularse a las escuelas de posgrado, y un día le pregunté tímidamente: “¿Qué tal si yo también lo hago?”.
Su respuesta inmediata fue: “¿Por qué no lo harías?” (¡Sí, somos de esas personas que aman estudiar y no pueden imaginarse por qué alguien preferiría conseguir un trabajo en vez de estudiar más!)
Esto dio comienzo a un increíble viaje educativo que me ha llevado a una carrera que nunca esperé tener en mi vida. Al mirar hacia atrás en mi trayecto, veo cómo Dios ha estado conmigo. Sin embargo, eso no significa que la vida haya estado libre de grandes desafíos.
Hoy deseo hablar acerca de dos cosas: La primera es cómo seguir adelante cuando no saben qué decisión tomar o qué paso dar a continuación en su vida. Esta situación puede ocurrir porque tienen demasiadas opciones que son buenas o porque parece que no hay buenas opciones.
Cuando abordo las decisiones con fe, a menudo deseo y espero tener una experiencia como la de Nefi, cuando fue a buscar las planchas de Labán “sin saber de antemano lo que tendría que hacer”1. Dios lo guio paso a paso. En cambio, mi experiencia a menudo se parece más a la experiencia del hermano de Jared cuando preguntó cómo tener luz en los barcos jareditas. La respuesta de Dios fue esencialmente: “¿Qué quieres que yo haga?”2
Al embarcarme en mis estudios de posgrado, lidiaba con sentimientos de culpa, como si estuviera priorizando mi crecimiento personal por encima de dedicarme a cuidar de mi familia. Me sentía como si tuviera que elegir “o lo uno o lo otro”. Durante nuestros estudios de posgrado, surgió un dilema con respecto a cómo mi esposo y yo podíamos cursar estudios al mismo tiempo. En esta etapa, había desarrollado un profundo amor por la estadística en la genética humana combinada con la informática biomédica, sin embargo, me costaba imaginar un camino a seguir para completar mi carrera.
Acudí a Dios en oración, incluso mientras luchaba con la idea de buscar Su guía en lo que parecía una búsqueda egoísta. Esperaba que Dios me animara amablemente a dejar de lado esa búsqueda, y centrarme en mi familia y en la educación de mi esposo. Solo hay unas pocas ocasiones en mi vida en las que he experimentado una revelación divina clara e inequívoca, y esta fue una de esas ocasiones. Pero no fue la respuesta que esperaba.
La respuesta de mi Padre Celestial fue, simple y valientemente, “No te rindas”. Si bien esta directiva era inequívoca, me dejó desconcertada, sin rumbo sobre cómo avanzar. Medité el adagio “Cuando una puerta se cierra, otra se abre”, pero no vi ninguna puerta que pudiera abrirse. A pesar de haber recibido una clara guía divina, me encontré en un período oscuro de mi vida, luchando por saber cómo proceder sin aparentes posibilidades de progreso. Con fervientes oraciones, la impresión persistió: “No te rindas”. Pero esta impresión venía a mi sin ningún conocimiento adicional de cómo no darme por vencida.
Ryan y yo buscamos el consejo de nuestros padres, amigos, otros parientes y el obispo. Oramos, fuimos al templo, y buscamos en las escrituras. En el transcurso de un mes, un par de cosas tomaron forma. Además de la impresión “No te rindas”, Ryan y yo nos sentimos atraídos por la historia del hermano de Jared que mencioné antes.
En el libro de Éter leemos que a los jareditas se les mandó construir barcos para su viaje a una nueva tierra. El hermano de Jared buscó guía divina para varios desafíos, entre ellos cómo proporcionar luz en los barcos que se hallaban cerrados. A pesar de haber dado respuestas específicas a otras preguntas, Dios le preguntó al hermano de Jared: “¿Qué quieres que yo haga para que tengáis luz?”3
¿Se imaginan la presión que debe haber sentido el hermano de Jared? Me imagino que estaba abrumado. Esto fue antes de que se pensara en la electricidad moderna. En ese momento, la única luz disponible en la oscuridad era el fuego, que no era seguro para un barco de madera cerrado. Después de mucha contemplación y una buena dosis de pensamiento creativo, el hermano de Jared “de una roca fundió” piedras transparentes y planeó pedirle al Dios del universo que tocara las piedras y las hiciera brillar4.
Presentó este plan a Dios al suplicar: “Y ahora, he aquí, oh Señor, no te enojes con tu siervo a causa de su debilidad delante de ti”5. Se sintió humilde al tratar de elaborar un plan cuando sabía que Dios podía idear un plan mejor y más eficaz. Sin embargo, Dios le había pedido que lo intentara. Se le ocurrió utilizar rocas y pedirle a Dios que las tocara y las hiciera brillar. El conocimiento y la habilidad del hermano de Jared eran insuficientes para hacer más que eso. Sin embargo, la respuesta de Dios no fue desdeñosa ni airada; más bien, de inmediato tocó las piedras para iluminarlas y elogió al hermano de Jared por su fe.
La fe del hermano de Jared le enseñó algo profundo acerca de Dios, quien declaró: “Eres redimido de la caída; por tanto, eres traído de nuevo a mi presencia”6. ¡Qué extraordinario! La fe del hermano de Jared al presentar su humilde ofrenda condujo a este resultado; no sucedió porque él propusiera una solución específica, sino porque tuvo la fe para ofrecer una solución. Fue la fe en la benevolencia de Dios. Aunque Dios podría haber efectuado un milagro diferente sin el hermano de Jared, Él deseaba que el hermano de Jared progresara y participara.
Después de meditar, mi esposo y yo presentamos nuestra ofrenda a Dios y le pedimos que dirigiera nuestro camino. En lugar de piedras transparentes, nuestra ofrenda era un calendario lleno de fechas en las que yo viajaría entre Texas y Tennessee mientras Ryan estaba en la escuela, y luego ambos viajaríamos a Tennessee durante las vacaciones de Ryan. Presentamos esta ofrenda y le pedimos a Dios que bendijera este plan para que ambos pudiéramos continuar nuestra educación, recibir nuestros títulos y, lo que es más importante, para que nuestra relación no sufriera por todo el tiempo separados. Le rogamos a Dios para que nosotros, que éramos pobres estudiantes de posgrado, tuviéramos los recursos y la fortaleza para llevar a cabo este plan. Sentimos el consuelo de que Dios aceptó nuestra ofrenda y la bendijo. Tras recibir las autorizaciones académicas necesarias, nos dispusimos a seguir este camino.
Tres años después, después de muchos, muchos vuelos y kilómetros en nuestro coche, más un bebé, me gradué con mi doctorado. Después de tres años más y un bebé más, Ryan también recibió su doctorado. Dios bendijo nuestro plan. Académicamente, pudimos sobresalir. Nuestras familias nos apoyaron muchísimo. Teníamos muchos amigos en ambos estados que nos ayudaron, ya fuera permitiéndome quedarme con ellos cuando viajaba por mi cuenta o estando dispuestos a desarrollar una profunda amistad con alguien que estaba fuera del estado la mitad del tiempo. Nuestros viajes y nuestra educación no perjudicaron nuestra relación; al contrario, al tener que comunicarnos y sacrificarnos por los objetivos del otro, nuestra relación se hizo mucho, mucho más fuerte que si hubiéramos seguido otro camino. Dios verdaderamente tomó nuestra escasa ofrenda y la impregnó con poder celestial.
De esa experiencia, aprendí que cuando me siento estancada e insegura sobre qué paso dar a continuación, debo confiar en Dios lo suficiente como para elegir y dar un paso o, en otras palabras, para avanzar con fe. Si viven de una manera que los prepara para recibir revelación personal, entonces sigan adelante, aunque no reciban una impresión clara sobre qué camino tomar. Confíen en que Dios no les permitirá tomar una mala decisión sin advertirles7. Confíen en que Dios quiere verlos participar en su propio camino. Sus voces son importantes para Él. Si están orientados hacia Él, Él puede caminar con ustedes sin importar la carrera o las decisiones que tomen en la vida. Ofrezcan como ofrenda su plan y déjenlo a los pies de Aquel que los ama y obra “para vuestro bienestar”8. Él puede convertir sus piedras en milagros.
También aprendí que recibir revelación personal no significa que el camino hacia adelante se vuelva fácil. Aprendí que incluso aquellos que tienen las mismas metas no necesitan tomar el mismo camino para alcanzarlas. Aprendí que lo que parece fácil para una persona puede ser un desafío para otra. Aprendí a confiar en Dios durante los momentos difíciles y aprendí que con Él saldré victoriosa.
Si nos centramos tanto en los acontecimientos que tienen que suceder, perderemos el enfoque más importante de quiénes estamos tratando de llegar a ser. Si llegamos a ser alguien con una relación estrecha con nuestro Padre Celestial, viviremos con Él por la eternidad. Los acontecimientos de nuestra vida y las decisiones varían, pero debemos esforzarnos por lograr metas que nos ayuden a llegar a ser lo mejor de nosotros mismos, las personas que nuestro Padre Celestial ve que tenemos el potencial de llegar a ser.
El presidente Russell M. Nelson ha declarado repetidamente la importancia de recibir revelación personal9. Si hubiera tomado la decisión de continuar o no mis estudios de posgrado según lo que yo pensaba que debía hacer, habría atrofiado mi crecimiento personal. Al elegir estar en comunión con Dios, recibí revelación personal que fue monumental en mi vida. Mi camino me llevó a una amplia formación académica y a una carrera en la docencia y la investigación. Al mirar hacia atrás en esta senda, puedo ver muchas maneras en las que mi Padre Celestial estuvo allí apoyándome y guiándome cuando lo necesité, incluso si en ese momento no podía ver Su influencia.
Cada uno tiene su propio camino. Espero que elijan uno que los lleve a la vida eterna con Dios, que los lleve a nuestro Salvador, Jesucristo. Leemos: “Estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan”10. A veces, me lo imaginaba como un sendero pequeño y angosto en medio de un amplio panorama, un sendero que conduce a un destello lejano llamado vida eterna. A veces, temía que, cuando me desviara al inevitablemente cometer errores, llegara a perder la esperanza de encontrar el sendero otra vez.
Me gustaría compartir mi visión interna actual que incorpora mi estudio de las escrituras y las palabras de los profetas. Agradezco a mi suegra, Mary Jeane Davis, por darle vida a esto para que lo vean. [Se mostró una obra de arte].
En lugar de que la meta de la vida eterna esté al final de un único camino, me imagino la vida eterna con Jesucristo en la cima de una montaña. Debido a que los individuos entran en esta vida en diferentes puntos y con diferentes desafíos y ventajas, los individuos están dispersos por toda la montaña.
En este escenario, “estrecho” y “angosto” no se refieren a un solo camino que todos necesitan encontrar y en el que caben; en cambio, se refieren a los posibles ángulos de la trayectoria de cada persona que le permitirán llegar a la cima y a Jesucristo. En el lugar en el que se encuentra cada persona, sólo hay un único y estrecho ángulo que seguir mientras viajan y que los llevará a Jesús sin perderlo de vista. Deben centrarse en la meta de quiénes llegarán a ser y con la ayuda de quién.
Sin embargo, cuando miramos a otra persona, podemos notar que su ángulo es diferente al nuestro. En estas comparaciones, perdemos de vista el hecho más importante: lo que importa no es la medida del ángulo de cada persona, sino a quién y a qué nos enfrentamos. Jesús ministra a cada persona en particular. Él se encuentra con nosotros dondequiera que estemos y nos muestra cómo progresar y regresar a Él.
Esta visión personal me ayuda a entender mejor las palabras del presidente Jeffrey R. Holland:
No sé quién de esta vasta audiencia de hoy necesitará escuchar el mensaje del perdón . . . por más tarde que piensen que hayan llegado, por más oportunidades que hayan perdido, por más errores que piensen que hayan cometido, sean cuales sean los talentos que piensen que no tengan, o por más distancia que piensen que hayan recorrido lejos del hogar, de la familia y de Dios, testifico que no han viajado más allá del alcance del amor divino11.
Si pierden su enfoque central —la vida eterna con Jesucristo— pueden desviarse del camino directo hacia Él. Sin embargo, en cuanto se giren para apuntar hacia Él, vuelven al camino. No pueden permanecer perdidos para Él.
Aprender de la trayectoria de los héroes de la ciencia
El hecho de que cada uno de nuestros caminos sea único realmente me impactó el verano pasado cuando me desempeñé como directora de un nuevo estudio en el extranjero sobre la historia de las mujeres en la ciencia. Fue una experiencia fenomenal explorar diferentes campos de la ciencia en muchos países y aprender sobre mujeres científicas, entre ellas Marie Curie, Rosalind Franklin, Florence Nightingale, Mary Anning y Emmanuelle Charpentier. Aprendí sobre más científicas de las que sabía que existían y, además de sus logros académicos, aprendí sobre sus vidas y sus desafíos. También pasé el año pasado leyendo y estudiando más sobre otras figuras influyentes en el campo de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, como Gregor Mendel, Antonie van Leeuwenhook y William Henry Welch, y sobre sus vidas y logros. Me han sorprendido e inspirado sus historias de perseverancia y éxito.
A menudo nos referimos a personas famosas como “héroes”, pero no sabemos mucho excepto que tuvieron un momento de éxito que cambió el mundo. A medida que profundizaba en la comprensión de los antecedentes de estos científicos y los desafíos que enfrentaron antes de los logros por los que los conocemos, me inspiré aún más.
A Florence Nightingale se le conoce por su trabajo como enfermera. De hecho, revolucionó el campo de la enfermería. Al estudiar su vida, aprendí que, desde que era adolescente, se sintió llamada al servicio de Dios prestando servicio a los demás como enfermera. Incluso con esta pasión, no tuvo la oportunidad de recibir capacitación en enfermería durante veinte años, la misma cantidad de tiempo que muchos de ustedes han estado vivos. Una vez que finalmente cumplió su sueño de convertirse en enfermera, le fue difícil encontrar puestos que le permitieran usar sus habilidades. Trabajaba duro en todo lo que le permitían hacer en los hospitales y utilizaba lo que sabía sobre higiene e infecciones para mejorar su entorno. A los pocos años, se le pidió que trajera enfermeras y sirviera en la Guerra de Crimea, durante la cual se la conoció como “La dama de la lámpara”. Jugó un papel decisivo en el cambio de la forma en que se establecían y gestionaban los hospitales de campaña, así como en el cambio de las funciones de las enfermeras en el campo de la medicina.
Durante ese tiempo, contrajo una enfermedad crónica, probablemente brucelosis, que afectó su salud por el resto de su vida, impidiéndole continuar trabajando como enfermera. ¿Se lo imaginan? Después de esperar veinte años para realizar su sueño, un efecto secundario de su servicio le impidió trabajar como enfermera durante las últimas décadas de su vida. Su camino tuvo desafíos inesperados. Imagínense encontrar ese barranco frente a ustedes después de ascender una parte empinada de su montaña.
Sin embargo, Nightingale encontró formas de seguir su pasión por servir a los demás. Creía firmemente que todas las personas, no solo las capacitadas para trabajar en un hospital, debían tener un conocimiento práctico básico de enfermería. Escribió y publicó docenas de libros y folletos para quienes cuidaban de las personas en casa, entre ellos el libro Notes on Nursing (Notas sobre enfermería) en 1859. Analizó datos de guerras y hospitales, y publicó ciertos resultados de sus análisis estadísticos que finalmente convencieron a muchos de que más personas murieron en la guerra por infecciones que por heridas de combate. Con su fe en Dios y en Su ayuda, su trabajo como enfermera no terminó solo porque no pudo hacer lo que había previsto. En cambio, sus publicaciones ayudaron a muchos más de lo que podría haber imaginado12.
Gregor Mendel, un monje que vivió en el siglo XIX, es conocido como el padre de la genética moderna. A medida que aprendía más de su vida el año pasado, me sorprendió saber que ser monje no era su primera elección de ocupación. Tenía un fuerte deseo de ser profesor. Sin embargo, tenía mucha ansiedad y no pudo aprobar el examen de profesor en Alemania ninguna de las dos veces que se presentó. Después de la segunda vez, regresó abatido a su monasterio y perdió la esperanza de esta profesión.
Mientras era monje, pasó años cultivando miles de plantas de guisantes y registrándolas. Para muchos de nosotros, nuestra primera introducción a la genética es aprender sobre el trabajo de Mendel en las plantas de guisantes. Llevó a cabo experimentos meticulosos cruzando plantas de guisantes y registrando características como el color de la flor, el color del guisante y la forma del guisante, entre otros. Esto le permitió deducir patrones de herencia, específicamente rasgos dominantes y recesivos. Después de décadas, publicó esta obra monumental13.
Y luego, nada. Casi nadie lo leyó. Se perdió en los polvorientos rincones de las publicaciones científicas. No fue hasta décadas más tarde, después de su muerte, que redescubrieron el trabajo de Mendel y estos descubrimientos que cambiaron la visión del mundo se difundieron por todo el planeta. Mientras que Florence Nightingale realizó su sueño de ser enfermera, Mendel nunca llegó a ser profesor. Sin embargo, Dios pudo tocar los esfuerzos de Mendel y usarlos para bendecir al mundo. A pesar de que Mendel es un héroe y alguien a quien admiro como un científico que usó métodos precisos con una paciencia asombrosa, nunca vio el impacto que tuvo en el mundo14.
Durante mi formación universitaria, aprendí a realizar pruebas de laboratorio con muestras de pacientes para ayudar en el diagnóstico, el tratamiento y la prevención de enfermedades. Me encantaba la carrera de Ciencias de Laboratorio Médico (MLS, por sus siglas en inglés), pero sentí que había abandonado ese camino cuando fui a la escuela de posgrado para estudiar la genética humana. Curiosamente, mi certificación volvió a cobrar relevancia cuando regresé a BYU como miembro del cuerpo docente para enseñar en el programa MLS. Hace unos años cobró aún más relevancia.
Mi cuarta hija nació al comienzo de la pandemia del COVID-19 después de un embarazo brutal. Hubo meses en los que lo máximo que podía hacer cada día era moverme de la cama al sofá. Esta época fue un profundo valle en mi vida debido a mi salud física. Era difícil imaginar algo bueno en el futuro. Afortunadamente, mi hija nació sana —solo que muy pequeña— y me recuperé.
El semestre siguiente, en mi curso de microbiología clínica, estábamos hablando sobre el COVID-19. Las pruebas moleculares de COVID-19 son realizadas por científicos de laboratorio médico, y la demanda de estos científicos era muy alta. Muchos en la profesión trabajaban en múltiples trabajos para ayudar con la necesidad. Mi esposo y yo habíamos considerado la posibilidad de tener un segundo empleo en un hospital para aliviar la presión sobre el personal del hospital durante la pandemia. Sin embargo, un alumno de la clase preguntó: “¿Cómo podemos, como programa de MLS, ayudar en BYU?”. Eso me ayudó a considerar cómo podíamos ayudar específicamente a la comunidad de BYU.
El profesorado de la MLS se puso en contacto con la administración de la universidad y se ofreció a ayudar en todo lo que pudiéramos. Esto resultó en una experiencia fenomenal para los estudiantes y profesores de MLS. Pudimos trabajar con el Centro de Salud Estudiantil de BYU para iniciar un laboratorio de alta complejidad que cumpliera con las regulaciones gubernamentales para pruebas PCR (reacción en cadena de la polimerasa en inglés) de COVID-19. Este laboratorio lo administraban profesores certificados de MLS, pero la mayor parte del trabajo la llevaron a cabo estudiantes en el programa de MLS. Durante las horas de mayor actividad, realizamos cientos de pruebas al día en el Centro de Salud Estudiantil. Aunque esto resultó en trabajo adicional para cada uno de nosotros, me recordó que no debo asumir que ciertas etapas de mi vida tienen un final definido. Dios tomó piedras de mi vida que había olvidado y las convirtió en milagros.
A medida que avanzamos por nuestro camino en la vida, no sabemos cuándo habrá barrancos o acantilados escarpados. Algunos de nuestros desafíos pueden ser similares a los de otras personas; algunos pueden ser distintos. Podemos aprender de la forma en que otros han superado los retos de su camino, pero enfrentarnos a nuestros propios retos puede parecer solitario y puede requerir técnicas y habilidades propias de nuestro camino y nuestros retos. No permitan que la comparación de su camino con el de los demás disminuya la fuerza y el valor que necesitan para seguir adelante.
La segunda idea que me gustaría compartir es la de no comparar su propio camino con el de los demás, tanto para el beneficio de ellos como para el suyo.
Esperamos que la meta de cada uno de nosotros sea regresar a nuestro Padre Celestial y a Jesucristo. Que tan cerca parece estar alguien de la cima de una montaña o lo fácil que parece ser su camino puede ser engañoso. Algunos tienen grandes desafíos que son visibles para todos, y otros tienen un sendero con una pendiente ligera que parece fácil, pero nunca proporciona una meseta para poder descansar. No vale la pena mi tiempo ni el de ustedes juzgar la dificultad del camino de otra persona o juzgar si ha avanzado en su camino tanto como debería. No tenemos el ángulo correcto de percepción para emitir un juicio preciso, y no obtenemos ningún beneficio al juzgar a los demás. Tampoco obtenemos ningún beneficio al hacernos sentir pequeños porque no parecemos estar tan avanzados en nuestro camino como los demás están en el suyo. Por favor recuerden: no importa en qué parte del camino se encuentren, solo que están en el camino.
Cada uno de nosotros fracasará al escalar la montaña por su cuenta. No tenemos la capacidad suficiente para hacerlo. Es por eso que la expiación de Jesucristo es necesaria y es un don tan preciado. También por eso no tenemos que preocuparnos de dónde estamos en el camino, sólo de que estamos orientados hacia Jesucristo. Si lo hacemos, Su expiación es suficiente para ayudarnos a cada uno de nosotros a seguir adelante a pesar de los desafíos y para compensar cuando cometemos errores y tropezamos fuera del camino. Por favor, confíen en Él. Confíen en Él lo suficiente como para enfocarse en Él, sin importar cuán lento o atrasado el progreso de ustedes parezca. Permitan que aquellos que Él ponga en su camino les ayuden como Él lo haría.
Hay muchas cosas buenas en esta vida. Hay muchas cosas que podemos hacer y metas que podemos alcanzar que nos mejoran y nos ayudan a llegar a ser mejores personas. Sin embargo, para recibir verdaderamente la vida eterna y alcanzar la cumbre más alta, necesitamos a Jesucristo. No permitan que las metas, sin importar cuán buenas sean, les hagan cambiar su posición lejos de Jesucristo. Para mí, centrarme en la educación de mi esposo era una buena meta, pero hacerlo excluyendo mi propia educación me habría desviado de mi camino.
Me gustaría compartir otro de los desafíos que he enfrentado en mi vida. Comencé como docente en BYU cuando tenía una hija en casa y estaba esperando una segunda hija. Los primeros años como docente son extenuantes y abrumadores, al menos lo fueron para mí. Cuando mi segunda hija tenía varios meses, lo pasé mal. Me sentía entumecida. Era difícil sentir cualquier emoción, en especial esperanza. En ese momento, seguí esforzándome por hacer las cosas que sabía que me ayudarían a ser lo mejor que podía ser. Seguí orando, aunque sentí que no recibía mucha respuesta. Seguí leyendo las Escrituras, aunque no sentía nada. Un día estaba leyendo el salmo de Nefi15, y una sección de él me llamó la atención:
¡Despierta, alma mía! No desfallezcas más en el pecado. ¡Regocíjate, oh corazón mío, y no des más lugar al enemigo de mi alma!
No vuelvas a enojarte a causa de mis enemigos. No debilites mi fuerza por motivo de mis aflicciones.
¡Regocíjate, oh mi corazón, y clama al Señor y dile: Oh Señor, te alabaré para siempre! Sí, mi alma se regocijará en ti, mi Dios, y la roca de mi salvación16.
Cuando leí esto, no sentí ninguna conexión. No sentí el Espíritu. Pero recuerdo que pensé intelectualmente: “Hmm, debería sentir una conexión con esto. Esto parece ser lo que quiero que me suceda. Quiero que mi alma se sienta despierta. No quiero sentirme agobiada. ¿Por qué no puedo sentir una conexión?”
Escribí los versos que quería sentir y los puse en un lugar visible en la cocina. En retrospectiva, puedo ver esto como un punto de apoyo que el Salvador creó para ayudarme a escalar este precipicio aparentemente insuperable. En ese momento, todo lo que podía hacer era animarme a mí misma a mirar ese punto de apoyo. No podía siquiera intentar utilizarlo. Durante meses leí estas palabras en mi cocina, a veces de pasada, a veces obligándome a concentrarme en ellas. Durante ese tiempo, también me reuní con mi médico, me diagnosticaron depresión posparto y comencé el tratamiento.
Con el tiempo, esa súplica de Nefi se convirtió en mi súplica. Fui capaz de utilizar este punto de apoyo, esta conexión con mi Salvador, y poco a poco empecé a hacer la misma súplica sincera para que mi alma despertara. Con el tiempo, esos versículos llegaron a ser preciados para mí, y los sentí en mi alma. Al leerlos ahora, años después, son un recordatorio para mí de que mi Padre Celestial no me olvidó. En un momento en que no podía sentir ni escuchar Su Espíritu, Él utilizó otra parte de mi cerebro —una parte clínica y lógica— para ayudarme a identificar un pasaje de las Escrituras con el que pudiera esforzarme por sentir una conexión. Cuando yo no podía encontrar esperanza, Él me dio las palabras de Nefi para que las usara como meta.
Hay muchos desafíos en nuestra vida. Algunos provienen de nuestras decisiones, pero muchos provienen de circunstancias fuera de nuestro control. Nuestros cuerpos actuales son mortales y tienen limitaciones terrenales, muchas de ellas desde que nacemos. Mencioné a Gregor Mendel y su trabajo sobre los rasgos dominantes y recesivos, ahora conocidos como genética mendeliana. Mi investigación se centra en rasgos complejos con genética no mendeliana, lo que significa que un solo gen o variante genética no es suficiente para determinar un rasgo o enfermedad. A veces, cientos de variantes genéticas pueden aumentar el riesgo de que una persona tenga ciertos rasgos. Ahora sabemos que grandes combinaciones de variantes genéticas influyen en rasgos complejos como las enfermedades autoinmunes, la depresión, las enfermedades cardíacas y la demencia. También hay muchos estudios que han encontrado asociaciones genéticas con cosas que consideramos rasgos de personalidad, como la agresión17 y la capacidad de atención18.
A medida que investigo y aprendo más sobre la genética, hay tres formas específicas en que esta abrumadora cantidad de información sobre cómo funciona el cuerpo —y el conocimiento de lo mucho que no entendemos de la genética— ha fortalecido mi testimonio de mi Salvador, Jesucristo.
Entiendo mejor la importancia de una Expiación infinita y de un juicio personal. Debido a nuestra composición genética y a las circunstancias de la vida, las acciones varían en dificultad para cada persona. La expiación del Salvador permite que todos tengamos un juicio personalizado en lugar de consecuencias generales.
Estoy agradecida de no tener que juzgar a los demás en el juicio final. Las acciones tienen consecuencias, y necesitamos estructuras sociales y leyes que promulguen esas consecuencias para mantener a los demás a salvo. Pero estos sistemas no tienen la capacidad de medir el arrepentimiento genuino o el cambio, lo cual es necesario para el juicio eterno. Estoy profundamente agradecida de que mi Salvador experimentó cada falla y defecto en Su expiación, permitiéndole comprender las luchas y los esfuerzos de las personas. Estoy agradecida de no tener la tarea de llevar esta carga, que también me libera de la necesidad de juzgar a los demás durante mi tiempo en la tierra. No necesito juzgar si los demás están en el camino correcto o si están trabajando lo suficiente. Mi trabajo es hacer lo que Dios manda: amarlos.
He aprendido a ser más amable conmigo misma y a juzgarme menos a mí misma. En lugar de obsesionarme con los malos hábitos que veo, reconozco que mis tendencias innatas pueden diferir de las de los demás. Le doy prioridad a animarme a mí misma por mis logros en lugar de obsesionarme con mis defectos.
Tengo un testimonio de mi Salvador. Tengo un testimonio del amor de mi Padre Celestial por mí como hija Suya. Creo en Su amor por cada uno de ustedes, individualmente, justo donde estén. Creo que cada uno de ustedes tiene un camino de regreso a nuestro Padre Celestial. No podrán alejarse tanto que un solo paso no pueda ayudarles a encontrarse de nuevo con Él. Encontrarse con Él y centrarse en Él no significa que sus vidas vayan a ser fáciles. No significa que los desafíos desaparecerán o que no volverán a estar allí. Lo que sí significa es que tendrán garantizado el éxito de lograr su meta de la vida eterna y vivir nuevamente con su Padre Celestial y sus seres queridos. Qué tan lejos sientan que están en el camino no es lo importante; el hecho de estar en el camino es suficiente. Confíen en que el Salvador se encargará de la distancia. No se den por vencidos.
No se dejen cegar por las soluciones comunes. Sean creativos al determinar maneras de seguir adelante a través de sus desafíos. Cuando luchaba con la depresión posparto, pedí servir en la guardería. Mi obispo pensó que estaba loca. Pero una vez que comencé a servir en la guardería, de repente quise estar en la Iglesia; esos niños pequeños me necesitaban. A menudo no tenían la edad suficiente para hablar, así que no tenía que preocuparme por mantener una conversación. Podía simplemente ir y ser quien era en ese momento y recibir el regalo de amor de los pequeñitos en forma de una sonrisa o un abrazo o, a veces, una galleta de pez dorado a medio comer.
Sean creativos al hacer su plan para avanzar. Ofrezcan como ofrenda sus piedras al Señor. Confíen en que Él las tocará y convertirá sus ofrendas en un milagro.
Estoy agradecida de estar hoy aquí con ustedes. Por favor, sepan que se les ama a cada uno de ustedes. Cada uno de ustedes tiene su propio camino. Y hay muchas personas que los animan: su Salvador, su Padre Celestial y quienes los rodean, incluso sus profesores. Estoy agradecida de ser uno de los que pueden estar aquí para animarlos y apoyarlos. Digo estas cosas en el nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
Mary F. Davis, profesora de Microbiología y Biología Molecular de BYU, pronunció este devocional el 9 de abril de 2024