Mensajes de amor | BYU Speeches Español
Devocional

Mensajes de amor

Miembro del Primer Cuórum de los Setenta de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

14 de febrero de 2012

Audio
0:00/31:27
Descargar
Reproducir
31:53
Vídeo completo
Video Inspirador
Link del discurso copiado

Según buscamos sinceramente y somos dignos de recibir, nuestro Padre Eterno se comunica con nosotros por medio de la revelación: mensajes que nos llegan en los momentos de reflexión de la oración, por medio de las palabras y la iluminación de las Escrituras, de las enseñanzas de los profetas o en las apacibles melodías de la música celestial. Sus mensajes a menudo son silenciosos, y todos sabemos que podemos perderlos si no estamos listos para recibirlos.


Tenemos la intención de modificar esta traducción cuando sea necesario. Si tiene sugerencias, por favor mándenos un correo a speeches.spa@byu.edu

¡Feliz Día de San Valentín! Este es un día en el que celebramos el amor. Pensamos en cartas de amor y corazones, rosas y chocolates. Hoy, muchos esperan recibir un mensaje de un ser querido, y algunos planean entregarle un mensaje a alguien a quien aman. Espero que no se sientan decepcionados.

Mis padres me amaban muchísimo, de eso no tenía ninguna duda. Pero cuando tenía diez años, tuve que asistir a un internado en Inglaterra mientras mis padres seguían viviendo a miles de kilómetros de distancia, en Arabia Saudita. La separación fue una enorme angustia para mí.

En el largo vuelo a Inglaterra, recuerdo que se me hizo un nudo en el estómago al dejar atrás el calor y el sol de Arabia, volar varios kilómetros y descender a través de múltiples capas de nubes hacia la escena fría y gris del aeropuerto londinense de Heathrow. Las gotas de lluvia en la ventanilla del avión pasaban a toda velocidad y me sentí muy, muy lejos de casa.

Llegué a la escuela con mi uniforme de pantalones cortos grises, suéter, corbata y gorra, arrastrando detrás mío mi gran baúl verde de pertenencias. La soledad era abrumadora.

Dormía en un dormitorio con otros quince muchachos. Fue una experiencia muy extraña, con desvencijadas camas de metal y luchas de almohadas ocasionales. Todas las mañanas, después de tender nuestras camas, los otros niños y yo nos parábamos a un lado mientras calificaban nuestras habilidades de completar esta tarea. Había olores extraños, alimentos extraños y maestros muy extraños. Mi maestro de latín se paseaba por el aula y nos daba golpecitos en la cabeza con la punta de su bolígrafo si no nos sabíamos una respuesta. Y yo recibí bastantes golpecitos.

Cuando salíamos a las canchas a hacer deporte en los escasos días despejados, si un avión sobrevolaba la zona dejando una estela de vapor, yo estudiaba su trayectoria para ver si se dirigía a Arabia y sentía una profunda punzada si así era. Anhelaba, de alguna manera, subirme a bordo y volver a casa con mis padres.

El detalle más positivo de cualquier semana llegaba durante la hora del desayuno, cuando se entregaba el correo. Buscaba ansiosamente la característica carta azul de correo aéreo que mi madre enviaba fielmente cada semana. Cuando los maestros se acercaban a las mesas con cartas para repartir, yo estaba literalmente al borde de mi banco esperando ver si una era para mí. En muchos sentidos, esto era Hogwarts, pero sin los búhos y sin nada de magia.

Las cartas azules del correo aéreo eran a menudo el punto culminante de mi semana, particularmente en aquellos primeros días en que mi soledad era más aguda. Recibía cartas de casa con gran felicidad y alivio. Esperaba a estar solo para abrirlas detenidamente y luego leía con entusiasmo los mensajes de amor, consuelo y consejo de mis padres. Disfrutaba cada línea y me sentía, en esos momentos, más cerca de casa y del amor de mis padres. Esas cartas me daban el valor que necesitaba para continuar una semana más.

Hay muchas cosas en el curso natural de la vida terrenal que pueden hacernos sentir solos y temerosos, incluso cuando estamos rodeados de personas, como me sucedió en el internado. Todos nos sentimos lejos de casa a veces. De hecho, la mayoría de ustedes están lejos de casa mientras estudian aquí en BYU. Tal vez esta sea una experiencia relativamente nueva y dolorosa para ustedes y todavía les resulte difícil adaptarse. Es posible que la nostalgia continúe carcomiéndoles. Para otros, tal vez han estado fuera de casa durante varios semestres, o incluso varios años, y están acostumbrados. Y, de hecho, para algunos, tal vez el estar lejos de un ambiente en el que han lidiado con influencias negativas y relaciones difíciles ha sido algo bueno y les ha dado la oportunidad de comenzar a convertirse en la persona que saben que pueden ser.

Ya no enviamos mucho esas cartas azules de correo aéreo para mantenernos en contacto, ya que el correo electrónico, los teléfonos celulares, Facebook, Skype y Twitter han reemplazado la anticuada escritura de cartas. Pero los mensajes que vienen del hogar, los mensajes de amor, consuelo y guía, como sea que lleguen a su puerta o a su bandeja de entrada, pueden tener una poderosa influencia para estabilizarles a lo largo de su viaje mientras están lejos de casa. Les recuerdan que se les ama y se les aprecia. Las cartas, las tarjetas, los mensajes de texto, los correos electrónicos y las llamadas telefónicas de mamá y papá, hermanos y hermanas, abuelos, parientes y amigos nos ayudan mucho cuando afrontamos desafíos y adversidades lejos de la comodidad del hogar. Todavía recibo fortaleza y consuelo de una llamada telefónica a mi madre en Inglaterra. Ahora tiene noventa años.

Por supuesto, en muchos sentidos, todos estamos lejos de casa. La metáfora aquí con nuestro hogar eterno es clara. Sabemos que, en nuestra existencia preterrenal, teníamos la bendición de estar en la presencia de nuestro Padre Celestial, nuestro Salvador y “muchas […] nobles y grandes” (Abraham 3:22) almas. Sabemos que recibimos nuestras “primeras lecciones” (D. y C. 138:56) de ellos y que tuvimos muchas oportunidades de “escoger el bien o el mal” y de “[ejercer] una fe sumamente grande” (Alma 13:3). Sabemos que estamos aquí en la tierra para ser probados, “para ver si har[emos] todas las cosas que el Señor [nuestro] Dios [no]s mand[e]” (Abraham 3:25). ¿Alguna vez han sentido esa nostalgia? ¿Han añorado su hogar eterno, y el amor, la afirmación, la verdad pura y la luz que sabemos que existen allí? ¿No anhela nuestro espíritu estar donde mejor sabe que pertenece, allí, en la presencia de nuestro Padre, “envueltos eternamente entre los brazos de su amor”? (2 Nefi 1:15)

Nuestro Padre Celestial no ha permitido que dejemos nuestro hogar, que dejemos Su presencia, sin la oportunidad de tener acceso a Su amor y a Su guía todos los días de nuestra vida. El presidente Henry B. Eyring nos asegura: “por medio de la oración en el nombre de Su Hijo, [el Padre] nos brinda la oportunidad de comunicarnos con Él en esta vida, con tanta frecuencia como lo deseemos.” (“Exhortarlos a orar”, Liahona, febrero de 2012, pág. 4; cursiva agregada). A veces nos olvidamos de esto. A veces dudamos de esto. A veces nos distanciamos de esto. Pero Él nos ha investido a todos con la luz de Cristo para permitirnos discernir el bien del mal, para distinguir la luz de las tinieblas y la verdad del error (véase Moroni 7:16). Cuando frecuentemente respondemos a la Luz de Cristo y nos entrenamos para “aferrarnos a todo lo bueno” (Moroni 7:19), aumentamos nuestra sensibilidad a las cosas del Espíritu y mejoramos nuestra habilidad para recibir los mensajes que nos llegan desde nuestro hogar eterno. Según buscamos sinceramente y somos dignos de recibir, nuestro Padre Eterno se comunica con nosotros por medio de la revelación: mensajes que nos llegan en los momentos de reflexión de la oración, por medio de las palabras y la iluminación de las Escrituras, de las enseñanzas de los profetas o en las apacibles melodías de la música celestial. Sus mensajes a menudo son silenciosos, y todos sabemos que podemos perderlos si no estamos listos para recibirlos.

De hecho, a menudo es porque estamos tan ocupados recibiendo otros mensajes que perjudicamos nuestra capacidad de recibir los mensajes que tanto necesitamos de nuestro hogar eterno. Ahora vivimos en un mundo en el que los mensajes nos rodean, incluso nos bombardean. Nuestros teléfonos inteligentes, nuestras computadoras y nuestras tabletas están constantemente zumbando, pitando y vibrando con cada nuevo mensaje de texto, actualización de redes sociales, correo electrónico y fotografía. Realmente es un mensaje instantáneo e insistente.

Esta extraordinaria tecnología, por supuesto, puede hacer un enorme bien. Un ejemplo de ello es cómo el glorioso mensaje del evangelio de Jesucristo puede compartirse, transmitirse y recibirse a través de todo tipo de dispositivo portátil, pero debemos ser selectivos en los mensajes que elegimos recibir. Es vital para nuestro bienestar espiritual que, al recibir buenos mensajes —o incluso mejores mensajes—, evitemos dedicarles tanto tiempo que no estemos disponibles para recibir los mensajes más excelentes (véase Dallin H. Oaks, «Bueno, Mejor, Excelente», Liahona, noviembre de 2007, págs. 104–108).

Así como no podía hacer que apareciera una de esas cartas azules de mi madre cada mañana a la hora del desayuno, tampoco podemos forzar mensajes de nuestro hogar eterno. El Señor decide cuándo, cómo y qué comunicarnos. Es cierto que “todo el que pide, recibe; y el que busca, halla” (Lucas 11:10), pero debemos recordar y tener valor en el hecho de que “será en su propio tiempo y a su propia manera, y de acuerdo con su propia voluntad” (D. y C. 88:68). No podemos exigir mensajes del Señor. Debemos esperar en Él. Pero aun mientras esperamos en Él, debemos continuar buscándolo y persistiendo en nuestras peticiones.

El élder Neal A. Maxwell enseñó:

La revelación no es cuestión de presionar botones, sino de presionarnos a ser mejores, ayudados a menudo por el ayuno, el estudio de las Escrituras y la reflexión personal. … La revelación requiere que tengamos un grado suficiente de rectitud personal para que, en ocasiones, la revelación pueda llegar a los justos sin que la pidan. [“Revelation,” First Worldwide Leadership Training Meeting, 11 de enero de 2003 (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 2003), 5]

Recientemente ha habido recordatorios de la edad de oro de los vuelos espaciales tripulados, en particular de las misiones Apolo a la luna en la década de 1960. Estas misiones fueron increíbles hazañas de ciencia e ingeniería. Los miembros de la tripulación eran los más brillantes y capaces de su clase, lanzados al espacio abordo del cohete Saturno V, que sigue siendo la máquina más poderosa jamás fabricada por el hombre. Sin embargo, antes de que pudieran aterrizar en la luna, su nave espacial tuvo que reducir la velocidad para entrar en una órbita lunar. Esto significaba hacer algo que, tal como la gran parte de este esfuerzo, nunca se había hecho antes. Y eso era viajar alrededor de la cara oculta, o el llamado lado oscuro, de la luna.

Durante todo el camino, la tripulación había podido estar en constante contacto por radio con el control de la misión en Houston. Pero cuando llegara el momento de dar la vuelta a la cara oculta de la luna, la comunicación se perdería, ya que la luna estaría literalmente entre la nave espacial y la Tierra. Toda la ciencia, toda la ingeniería y toda la inteligencia colectiva de los practicantes más dotados y dedicados de este esfuerzo innovador no había sido capaz de encontrar una forma de comunicarse mientras estaban en la cara oculta de la luna. Así que, durante cuarenta y cinco angustiosos minutos, se perdió toda comunicación con la tripulación. Todo lo que podían hacer en el centro de control en Houston era esperar, y confiar, esperar y orar mientras cada uno de esos cuarenta y cinco minutos transcurría tensamente. ¿Qué pasaría si surgiera un problema y se produjera algún tipo de avería? ¿Cómo sabría el centro de control y cómo podrían ayudar?

Bueno, la nave espacial emergió de la cara oculta de la luna, se recuperó la señal de radio, y el centro de control debe haber estallado en gritos de alivio y alegría cuando se confirmó la seguridad de la tripulación.

Así puede ser con cada uno de nosotros. Podemos ser, como esos astronautas, asombrosamente brillantes, capaces y dotados a nuestra manera, tratando de alcanzar la luna. Podemos haber tenido las experiencias de aprendizaje más extraordinarias y haber recibido oportunidades extraordinarias de crecimiento en nuestra vida. Tal vez hayamos recibido una enseñanza y una capacitación excepcionales de padres, maestros, presidentes de misión y líderes, y hemos llegado lejos y aprendido mucho. Puede que hayamos vislumbrado nuestro potencial eterno, nuestra misión aquí en la tierra en esta fase terrenal de nuestra existencia. Sin embargo, a fin de continuar progresando en el curso que el Señor desea que tracemos, y para regresar a sanos y salvos a nuestro hogar eterno, debemos permanecer en constante comunicación con Él. Si colocamos barreras entre nosotros y la fuente de esa comunicación esencial —la revelación de nuestro Padre Celestial— no podremos recibir los mensajes de guía que necesitamos de Él.

Surgirán problemas y se producirán fallos de funcionamiento a medida que nuestra vida mortal siga su curso natural. Cuando suceda, ¿nos daremos cuenta de que nos hemos separado de la única fuente verdadera de guía y dirección para nosotros?

En este día de San Valentín, examinemos el estado de nuestro corazón y cómo estamos recibiendo los mensajes de amor, guía, corrección y revelación de nuestro Padre, el gran Dios y Creador de este universo. ¿Qué barreras ponemos entre nosotros y el Señor? ¿A veces, en sentido figurado, nos situamos en la cara oculta de la luna, donde no podemos escuchar al centro de control?

Hay muchas condiciones en nuestro corazón que pueden afectar nuestra capacidad de sintonizar y recibir los mensajes de nuestro Padre Celestial. Mencionaré sólo tres:

  • Puede que nuestros corazones estén agobiados por las preocupaciones de la vida diaria y el clamor del mundo.
  • Puede que nuestros corazones se hayan endurecido por el pecado o la indignidad.
  • Puede que nuestros corazones estén desnutridos debido a una dieta digital deficiente.

Primero: Puede que nuestros corazones estén agobiados por las preocupaciones de la vida diaria y el clamor del mundo

Puede que no tengamos la intención de hacerlo, puede que ni siquiera sepamos que lo estamos haciendo, pero de vez en cuando podemos ponernos en la cara oculta de la luna cuando nuestros corazones se sobrecargan con las preocupaciones, presiones, irritaciones y obligaciones de la vida diaria. Tal vez no estemos enfrentando nada tan fuera de lo común ni experimentando un desafío particularmente exigente, pero nuestro corazón puede cerrarse ante la paz y el consuelo que el Señor quiere darnos porque estamos demasiado atribulados y preocupados. Cuando nos quedamos despiertos hasta muy tarde y trabajamos demasiado duro para satisfacer nuestras demandas diarias, la fatiga se apodera de nosotros, nos cansamos demasiado y entonces el mundo nos parece un lugar mucho más sombrío; las cosas se salen de perspectiva y se salen de proporción. Hay ensayos que escribir, exámenes que hacer, investigaciones que llevar a cabo, trabajos que cumplir y tal vez niños que cuidar. Habrá preocupaciones financieras, preocupaciones familiares y preguntas del alma sobre adónde ir o qué hacer cuando termine esta etapa de la vida. Y hoy, ¿cómo no hacer referencia a las preocupaciones por las citas románticas o a la falta de ellas; a las preocupaciones sobre si comprometerse; o, de hecho, el deseo de tener tal oportunidad?

Tal vez ni siquiera se den cuenta de cuánto el bullicio y el ajetreo del mundo que los rodea afecta cómo se sienten y altera su capacidad para escuchar y recibir los mensajes que su Padre Eterno tiene para ustedes.

Cuando se sienten abrumados y sobrecargados, parece imposible encontrar una manera o un momento para bajar el ritmo, encontrar un lugar tranquilo y acercarse a su Padre Celestial. La mera sugerencia de que podrían sacar algo de tiempo de su día ya sobrecargado aumenta el sentimiento de presión que sienten. Quizá duden que elegir pasar ese tiempo tranquilo realmente produzca suficiente beneficio y, por lo tanto, piensen que es mejor dedicar su tiempo a seguir adelante con otra cosa. Sin embargo, ahí es cuando surgen los problemas y los pequeños fallos pueden convertirse en una avería importante.

El presidente Boyd K. Packer enseña una verdad vital con respecto a nuestros corazones agobiados por las preocupaciones y el clamor de la vida diaria:

El Espíritu no atrae nuestra atención por medio de gritos ni de sacudidas bruscas. Más bien susurra. Nos acaricia con tanta suavidad que, si nos encontramos demasiado absortos en nuestras preocupaciones, quizás no lo percibamos en absoluto.

De vez en cuando, tendrá la firmeza suficiente para que le pongamos atención. Pero la mayoría de las veces, si no hacemos caso a esa suave impresión, el Espíritu se alejará y esperará hasta que acudamos en su búsqueda y lo escuchemos. [“The Quest for Spiritual Knowledge”, New Era, enero de 2007, pág. 4; cursiva agregada]

Cada uno de nosotros debe encontrar y luego guardar un tiempo cada día para recordar estas palabras del Señor: “Toda carne está en mis manos; quedaos tranquilos y sabed que yo soy Dios” (D. y C. 101:16; cursiva agregada). Un segmento de tiempo en el que podamos estar tranquilos, callados y alejados de nuestro ajetreo nos ayudará a volver a centrarnos, a reenfocar nuestras prioridades y a ponernos de nuevo en una posición en la que podamos recibir y sentir los mensajes que nuestro Padre Celestial desea enviarnos. Recuerden, si nuestro corazón está preocupado, es posible que no podamos sentir los mensajes del Padre. Su voz “no [es] una voz áspera ni una voz fuerte; no obstante, y a pesar de ser una voz suave, [penetra] hasta lo más profundo de los que la [oyen], … hasta el alma misma, [y hace] arder sus corazones” (3 Nefi 11:3). Cuando nos preparamos y damos el paso de fe para ponerlo a Él en primer lugar en algún momento de nuestro día (y ¿por qué no primero?), encontramos paz incluso en medio de un horario que de otro modo sería agitado. Pero debemos tomar la decisión de hacerlo realidad poniéndolo a Él en primer lugar.

Segundo: Nuestro corazón puede estar endurecido por el pecado o la indignidad

No cabe duda de que los corazones que cargan con el pecado y la indignidad ponen barreras entre ellos y Dios. En ocasiones, un corazón puede cargar con el pecado durante tanto tiempo que se vuelve insensible a las cosas espirituales y se vuelve incapaz de recibir y sentir los mensajes del Señor. Si hay algo que llevan en el corazón hoy y que les está impidiendo —en cualquier grado— conectar verdaderamente con su Padre Celestial y sentir Su amor y Su plan para ustedes, tomen la determinación ahora de corregirlo, dejarlo ir, abandonarlo o desecharlo. Los corazones se endurecen a causa de la indignidad, especialmente cuando seguimos viviendo como si esa indignidad no existiera realmente. Esto se complica cuando tomamos la Santa Cena o participamos en otras ordenanzas, como si nuestro corazón estuviera limpio cuando en realidad no lo está.

Nefi enseña una hermosa verdad al decir:

[Él] Señor Dios no obra en la obscuridad.

Él no hace nada a menos que sea para el beneficio del mundo; porque él ama al mundo, al grado de dar su propia vida para traer a todos los hombres a él. [2 Nefi 26:23–24; cursiva agregada]

Con el espíritu de ese amoroso y tierno recordatorio de que Él no hace nada a menos que sea para nuestro beneficio y que dio Su vida para poder atraer a cada uno de nosotros a Él, el Salvador mismo dice:

Por tanto, les doy un mandamiento que dice así: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerza; y en el nombre de Jesucristo lo servirás. [D. y C. 59:5]

¿Qué es lo que les impide entregarle a Dios todo su corazón, toda su mente y toda su fuerza?

Dejen que su corazón sienta la realidad de la enseñanza de Lehi acerca de su Salvador que ama y perdona perfectamente: “He aquí, él se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado, para satisfacer las demandas de la ley, por todos los de corazón quebrantado y de espíritu contrito” (2 Nephi 2:7). Él se ofreció a Sí mismo como sacrificio por ustedes, y Su sufrimiento puede satisfacer los fines de la ley por ustedes. “He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más” (D. y C. 58:42). ¿Es posible escuchar esta promesa demasiadas veces?

Estos pasajes de las Escrituras, y muchos otros, pueden brindarles la fortaleza y la determinación para actuar, cambiar, arrepentirse y ofrecer al Señor su corazón quebrantado y su espíritu contrito. Él ofreció Su vida por ustedes. Pueden ofrecer sus corazones a cambio.

“[Yo], el Señor, requiero el corazón de los hijos de los hombres” (D. y C. 64:22).

Tercero: Nuestros corazones pueden estar desnutridos debido a una dieta digital deficiente

Podemos estar sufriendo en muchos aspectos de nuestras vidas, sin reconocerlo del todo, debido a una dieta digital deficiente. Al igual que con muchas cosas en la vida, lo que consumimos es una elección, así que no se sorprendan de que, si pasan gran parte de su tiempo consumiendo un tipo de mensaje, se vean afectados e influenciados por él. El pasar demasiado tiempo con las redes sociales, las noticias de celebridades o entretenimiento, los juegos y la búsqueda de actividades en línea que requieren mucho tiempo constituyen una mala dieta digital. Cuando elegimos consumir las actitudes y opiniones de los medios de comunicación de masas, encontraremos que nuestros propios valores y puntos de vista siguen su ejemplo, y la mayoría de las veces ni siquiera nos damos cuenta de que está sucediendo. Nos decimos a nosotros mismos que estos mensajes no nos afectan, pero eso no es posible.

El élder David A. Bednar planteó estas preguntas:

1. El uso de las varias tecnologías y medios de comunicación, ¿invitan o impiden la compañía constante del Espíritu Santo en su vida?

2. El tiempo que pas[an] haciendo uso de las diferentes tecnologías y medios de comunicación, ¿aumentan o restringen su capacidad de vivir, de amar y de servir en formas significativas? [“Las cosas como realmente son”, Liahona, junio de 2010, págs. 22–31]

Muchas veces sabemos lo que debemos cambiar en nuestra dieta digital, pero no lo hacemos. Decimos que vamos a empezar mañana (las dietas siempre empiezan “mañana”, ¿no?), pero no vale mucho decirlo. El momento de actuar es ahora. De lo contrario, nuestro propio comportamiento y la falta de voluntad para cambiar nos inmovilizan.

También necesitamos ser conscientes de que muchos de los mensajes actuales en los medios de comunicación pueden hacer que dudemos de nuestra fe, pongamos en riesgo nuestras convicciones y veamos el mundo con ojos cínicos. Pero sí podemos desviar mensajes engañosos con nuestra fe intacta si una corriente vibrante y continua nos conecta a la fuente de verdad, a la fuente de luz. Si tenemos preguntas o dudas, nosotros recibimos nuestras respuestas del Padre y Creador de este universo a través de los delicados y preciosos canales de revelación que funcionan cuando eliminamos todas las barreras en nuestro corazón. Nosotros elegimos “acudir a Dios para [vivir]” (Alma 37:47).

Me encanta lo que el presidente Boyd K. Packer ha enseñado: “No somos obedientes porque [estemos] ciegos; somos obedientes a causa de que podemos ver” (“El libre albedrío y el autocontrol”, Liahona, julio de 1983, pág. 99; énfasis agregado).

Hace poco recibí un recordatorio de que debía vigilar mi propia dieta digital cuando un día había consumido noticias particulares. Tuve la sensación de que había dedicado demasiado tiempo a ello, pero fue solo cuando más tarde tomé un libro del élder Dallin H. Oaks y leí algunos capítulos que me di cuenta del contraste. La diferencia entre los sentimientos que experimenté fue como el contraste entre la noche y el día. Las noticias con las que había estado tan consumido me dejaron sintiéndome inquieto e intranquilo, mientras que el libro me trajo paz y una sensación de orden y calma. Esta parece ser una lección que debemos aprender varias veces.

El élder Neal A. Maxwell enseñó:

No importa si el mundo no entiende o incluso se burla de este proceso sagrado [de revelación]. Pablo dijo: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). [“Revelation”, pág. 5]

Conclusión

Creemos que existimos para tener gozo (véase 2 Nefi 2:25), y eso significa gozo aquí y ahora, ¡hoy!, así como en la eternidad. Sin embargo, es difícil para nosotros sentir gozo cuando nuestras decisiones bloquean los mensajes mismos que nos traen ese hermoso sentimiento.

Al examinar la condición de su corazón y las barreras que puedan estar interponiendo en su comunicación con Dios, sabrán lo que necesitan hacer. Sabrán lo que necesitan cambiar. Los invito a actuar ahora. Sean valientes al escoger eliminar cualquier obstáculo a los dulces, confortantes y orientadores mensajes de amor de su Padre Celestial.

El mensaje más importante que cualquiera de nosotros pueda recibir o llevar es un recordatorio de quienes somos y lo mucho que nos aman nuestro Padre Celestial y Su Hijo, Jesucristo. Cuando la verdad y la realidad de este mensaje penetran profundamente en nuestros corazones, no podemos permanecer cerca de la cara oculta de la luna. Volvemos a Ellos, a Su amor, a Su luz y a Sus brazos.

El presidente Dieter F. Uchtdorf declaró fervientemente:

Hermanos y hermanas, el Ser más poderoso del universo es el Padre de su espíritu; Él los conoce. Él los ama con un amor perfecto. … Él quiere que sepan que son importantes para Él. [“Ustedes son importantes para Él”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 22; cursiva agregada]

Mi testimonio para ustedes hoy es que su Eterno Padre en los Cielos es real. Él vive y los ama, los adora y los aprecia, a cada uno de ustedes, especialmente a aquellos que están pensando: “Pues, a mí no”. Especialmente a aquellos de ustedes que tal vez estén pensando: “Pues, a mí no”. Los ama especialmente a ustedes.

Jesucristo es Su Hijo, Su don para todos nosotros, el Salvador de toda la humanidad.

Concluyo con las palabras del presidente Thomas S. Monson:

Tengan presente que hace algunos años, un hombre con la debida autoridad puso las manos sobre la cabeza de ustedes en el momento de la confirmación y dijo: “Recibe el Espíritu Santo”. Abran el corazón, abran el alma misma, a los susurros de esa voz que testifica de la verdad. Como prometió el profeta Isaías: “tus oídos oirán… palabra [diciendo]: Este es el camino, andad por él” (Isaías 30:21). [“Sean un Ejemplo”, Liahona, mayo de 2005, pág. 113; énfasis agregado].

En el nombre de Jesucristo. Amén.

© Brigham Young University. Todos los derechos reservados.

Patrick Kearon

El élder Patrick Kearon era miembro del Primer Cuórum de los Setenta de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cuando pronunció este discurso el 14 de febrero, 2012.