Devocional

El segundo siglo de la Universidad Brigham Young

Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

10 de octubre de 1975

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Como han dicho las Primeras Presidencias anteriores, y les decimos de nuevo, nuestra expectativa (y no solo nuestra esperanza) es que la Universidad Brigham Young “se convierta en un líder entre las grandes universidades del mundo”. A esa expectativa añadiría: “¡Conviértanla en una universidad única en todo el mundo!”


Tenemos la intención de modificar esta traducción cuando sea necesario. Si tiene sugerencias, por favor mándenos un correo a speeches.spa@byu.edu

Mis queridos hermanos y hermanas, hace casi ocho años tuve el privilegio de dirigirme a una audiencia en la Universidad Brigham Young acerca de una “Educación para la eternidad”1. Expresé algunas creencias que tenía entonces y que aún conservo sobre el destino de esta universidad única. Retomaré varias de aquellas ideas, combinándolas con nuevas reflexiones e impresiones personales sobre la Universidad Brigham Young al comenzar su segundo siglo de existencia.

Agradezco a todos los que hicieron posible la celebración del centenario de la Universidad Brigham Young, incluidos quienes han recopilado a fondo la historia de esta universidad. Una celebración del centenario es apropiada, no solo para renovar nuestros lazos con el pasado, sino también para revisar y reafirmar nuestros objetivos para el futuro. Mi tarea es hablar del segundo siglo de BYU. Aunque mis comentarios se centrarán en la Universidad Brigham Young, es obvio para todos nosotros aquí que la universidad es, en muchos sentidos, el centro del Sistema Educativo de la Iglesia. El presidente David O. McKay describió la universidad como “el eje de la rueda educativa de la Iglesia”2. Karl G. Maeser describió la Academia Brigham Young como “el tronco principal de un gran árbol baniano educativo” 3, y recientemente ha sido designada “el buque insignia”4. Sea como sea, la centralidad de esta universidad en todo el sistema es una realidad innegable. Por lo tanto, lo que les digo debe considerar aspectos que trascienden las fronteras de este campus, pero no más allá de su influencia. Debemos tener siempre muy presentes las necesidades de los jóvenes Santos de los Últimos Días que, en número cada vez mayor, se encuentran en otras partes de América del Norte y en otras tierras, y que no pueden asistir a esta universidad, cuyas necesidades son reales y que, de hecho, representan la mayoría de los estudiantes universitarios Santos de los Últimos Días.

En un discurso que di a muchos de los dedicados exalumnos de esta universidad en el área de Arizona, utilicé una frase para describir la Universidad Brigham Young como un “Everest educativo”. Hay muchas maneras en que BYU puede destacarse por encima de otras universidades, no simplemente por la magnitud de su alumnado o su hermoso campus, sino por la luz única que puede irradiar al mundo educativo. Su luz debe tener un resplandor especial, porque aunque aquí participarán en muchas actividades que también se realizan en otras instituciones, esas mismas cosas pueden y deben hacerse mejor en esta universidad. Además, aquí llevarán a cabo algunas cosas especiales que no se hacen en ningún otro lugar.

Educación para la eternidad

La primera de estas características únicas es el hecho de que la educación en este campus deliberada y persistentemente se ocupa de la “educación para la eternidad”, no solo por esta vida. La facultad tiene una doble herencia que debe transmitir: el conocimiento secular que la historia ha legado a la humanidad, junto con el nuevo conocimiento aportado por la investigación erudita, y también las verdades vitales y reveladas que nos han sido enviadas desde el cielo.

Esta universidad comparte con otras universidades la esperanza y el trabajo que implica ampliar aún más las fronteras del conocimiento, pero también sabemos que a través del proceso de revelación hay todavía “grandes e importantes asuntos”5 por brindar a la humanidad que tendrán un impacto intelectual y espiritual mucho más allá de lo que los hombres pueden imaginar. Por lo tanto, en esta universidad, entre la facultad, los estudiantes y la administración, hay y debe haber entusiasmo y expectativa sobre la naturaleza y el futuro del conocimiento que respalda la singularidad de BYU.

Su doble herencia y preocupaciones duales con lo secular y lo espiritual requieren que ustedes sean “bilingües”. Como eruditos, deben hablar con autoridad y excelencia a sus colegas profesionales en el lenguaje académico, y también deben ser competentes en el lenguaje de las cosas espirituales. En ese sentido, debemos ser más bilingües para cumplir nuestra promesa en el segundo siglo de BYU.

BYU se está volviendo aún más singular, no porque lo que hacemos esté cambiando, sino porque otras universidades han abandonado sus esfuerzos por elevar el comportamiento diario y la moralidad de sus estudiantes.

La administración de BYU compartió el siguiente pensamiento en 1967:

La Universidad [Brigham Young] ha sido establecida por los profetas de Dios y solo puede funcionar según los más altos estándares de la moralidad cristiana. . . . Los estudiantes que instiguen o participen en disturbios o rebelión abierta contra las políticas de la universidad no pueden permanecer en la universidad.

. . . Los estudiantes que han aprendido los estándares de la Iglesia en casa y en la Iglesia a lo largo de sus vidas comprenden estos estándares.

En primer lugar, esperamos que los estudiantes de BYU mantengan un estándar único de moralidad cristiana. . . .

. . . La asistencia a BYU es un privilegio y no un derecho[,] y . . . los estudiantes que asisten deben esperar vivir sus estándares o perder el privilegio6.

En BYU no tenemos otra opción que mantenernos firmes en los estándares y valores del Evangelio, y hacer todo lo posible por invitar también a hombres y mujeres de otras universidades a adoptar esta misma postura porque quienes están atrapados en el pecado no son verdaderamente libres. En esta universidad (que puede parecer no libre a algunos críticos), habrá verdadera libertad individual. La libertad de las ideologías y conceptos mundanos libera al hombre mucho más de lo que él sabe, ya que la verdad es lo que hace que los hombres sean libres. BYU, en su segundo siglo, debe convertirse en el último bastión de resistencia contra las ideologías invasoras que buscan el control del plan de estudios y del salón de clases. No nos resistimos a tales ideas porque las temamos, sino porque son falsas. BYU, en su segundo siglo, debe continuar resistiendo las falsas modas en la educación, manteniéndose con esos principios básicos que han demostrado ser correctos y que han guiado a los buenos individuos y universidades a lo largo de los siglos. Este concepto no es nuevo, pero en el segundo siglo debemos aplicarlo aún mejor.

Cuando aumenten las presiones para que sigamos los caminos falsos del mundo, esperamos que, en los años venideros, quienes forman parte de esta universidad y del Sistema Educativo de la Iglesia no intenten aconsejar a la junta directiva que siga esos caminos. Queremos, a través de su administración, recibir todas sus sugerencias para hacer que BYU sea aún mejor. Espero que nadie asuma las prerrogativas de los profetas de Dios para establecer la dirección básica de esta universidad. Ningún hombre llega a la posición exigente de la presidencia de la Iglesia, excepto que su corazón y su mente estén constantemente abiertos a las impresiones, percepciones y revelaciones de Dios. Nadie está más deseoso que los hermanos que dirigen esta Iglesia de recibir la guía del Señor para el beneficio de la humanidad y de los miembros de la Iglesia. Por lo tanto, es importante recordar lo que tenemos en las revelaciones del Señor: “Y no has de mandar al que te es por cabeza, y por cabeza de la iglesia”7. Si la junta directiva tiene tanta lealtad de los profesores y estudiantes, de la administración y el personal como hemos tenido en el pasado, ¡no temo por el futuro!

La Junta de Educación de la Iglesia y el Consejo de administración de la Universidad Brigham Young están integrados por personas comprometidas con la verdad y el orden del reino. Observé mientras estuve aquí en 1967 que esta institución y sus líderes deberían ser como los Doce, ya que el Salvador los dejó en un mundo muy difícil:

El mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.

No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo8.

Esta universidad no es del mundo, igual que la Iglesia no es del mundo, y no debe hacerse a imagen del mundo.

Esperamos que tanto nuestros amigos como nuestros críticos entiendan por qué debemos resistir todo aquello que privaría a BYU de su singularidad fundamental en el segundo siglo. Como dijo el Comisionado de Educación de la Iglesia durante la toma de posesión del presidente Dallin H. Oaks:

La Universidad Brigham Young busca mejorar y “santificarse” por el bien de los demás, no para alabanza del mundo, sino para servirle mejor9.

Los miembros de la Iglesia están dispuestos a imponerse un doble impuesto para mantener el Sistema Educativo de la Iglesia, incluida esta universidad, y no debemos simplemente “imitar al mundo”. Debemos hacer cosas especiales que justifiquen el generoso apoyo financiero que sostiene esta universidad.

Como dijo una vez el difunto presidente Stephen L. Richards: “La Universidad Brigham Young nunca renunciará a su carácter espiritual para centrarse exclusivamente en lo académico”. BYU será fiel a su acta constitutiva y a las adiciones a dicha acta realizadas por profetas vivientes.

En pos de la excelencia académica

Tengo la esperanza y la expectativa que de esta universidad y del Sistema Educativo de la Iglesia surgirán estrellas brillantes en el drama, la literatura, la música, la escultura, la pintura, la ciencia y en todas las disciplinas del saber. Esta universidad puede ser el anfitrión refinador de muchos de esos individuos que impactarán a hombres y mujeres en todo el mundo aún después de haber dejado este campus.

Sin embargo, debemos ser pacientes en este esfuerzo porque, así como la ciudad de Enoc tardó décadas en alcanzar su máximo potencial —un proceso que el Señor describió como algo que ocurrió “con el transcurso del tiempo”10—, también así debe desarrollarse la excelencia en BYU  “con el transcurso del tiempo”.

Los ideales son como las estrellas; no lograrás tocarlos con tus manos. Pero como el marinero en el desierto de las aguas, tú las escoges como tus guías, y al seguirlas alcanzarás tu destino11.

Veo que, incluso más que hace casi una década, existe una brecha cada vez mayor entre esta universidad y otras universidades, tanto en términos de su propósito como de su orientación. En los ocho años transcurridos han pasado muchas cosas para justificar esa declaración, y tal como esperaba, cada vez se está haciendo más por tener aquí “la mayor colección de artefactos, registros, escritos. . . en el mundo”12. BYU está avanzando hacia la preeminencia en muchos campos, gracias al generoso apoyo de los miembros que pagan diezmos a la Iglesia y los excelentes esfuerzos de los profesores y estudiantes bajo la dirección de una administración sabia.

Estos cambios no ocurren sin dolor, desafío y ajuste. Una vez más me remonto a mi discurso anterior, en el que expresé la esperanza de que el buque BYU se mantuviera en condiciones de navegabilidad al sacar “todas las tablas viejas que se descomponen y [poner] madera nueva y más fuerte en su lugar”, porque el buque insignia BYU “debe seguir navegando sin cesar”13. Los cambios creativos en su calendario académico, su disposición a gestionar sus planes de estudios con mayor sabiduría, sus esfuerzos por mejorar la educación general, la interacción entre disciplinas que trasciende las líneas departamentales tradicionales y la creación de nuevos institutos de investigación en este campus son pruebas de que el capitán y la tripulación están haciendo mucho para mantener el buque BYU en condiciones de navegar. Me refiero a los centros de investigación que se han establecido en este campus, que van desde la investigación de la familia y el lenguaje hasta la investigación sobre alimentos, agricultura y estudios antiguos. Es necesario hacer mucho más, pero «no [corran] más aprisa, ni [trabajen] más de lo que [sus] fuerzas y los medios proporcionados [les] permitan”14. Aunque el descubrimiento de nuevos conocimientos debe aumentar, siempre debe mantenerse un énfasis fuerte y primordial en la transmisión del conocimiento, en la calidad de la enseñanza en BYU. La enseñanza de calidad es una tradición que nunca debe abandonarse. Incluye una relación de calidad entre la facultad y los estudiantes. ¡Lleven estos principios al segundo siglo de BYU!

Sin duda, Brigham Young se refería tanto a la enseñanza como al aprendizaje cuando dijo:

Aprendan del todo el conocimiento de los hijos de los hombres, y prepárense para estar en la sociedad más refinada que existe sobre la faz de la tierra; luego mejoren hasta que estemos preparados y se nos permita entrar en la sociedad de los bienaventurados —los santos ángeles que moran en la presencia de Dios15.

Debemos estar seguros de que las lecciones no solo se enseñan, sino que también se absorben y aprenden. Recordamos la instrucción que Karl G. Maeser dirigió al presidente John Taylor: “que ningún infiel saldrá de mi escuela”16.

[A los fundadores de lo que hoy se conoce como Snow College, el presidente Taylor dijo:] Hagan lo que hagan, sean selectivos en la elección de sus profesores. No queremos que los infieles moldeen las mentes de nuestros hijos. Son una preciosa carga que nos ha sido otorgada por el Señor, y no podemos ser demasiado cuidadosos en criarlos y entrenarlos. Preferiría que mis hijos aprendieran los rudimentos sencillos de una educación común impartida por hombres de Dios y estuvieran bajo su influencia, antes que ser instruidos en las ciencias más complejas por hombres que no tienen el temor de Dios en sus corazones. . . Tenemos que prestar más atención a los asuntos educativos, y hacer todo lo posible para obtener los servicios de maestros competentes. Algunos dicen que nuestros medios no nos permiten pagarles. No pueden permitirse el lujo de no pagarles; no pueden permitirse el lujo de no emplearlos. Queremos que nuestros hijos crezcan inteligentes, y que caminen a la par con los pueblos de cualquier nación. Dios espera que lo hagamos, y por eso quiero destacar este asunto. He oído a hombres prácticos e inteligentes decir que es tan barato mantener un caballo bueno como uno pobre, o criar un buen ganado como animales inferiores. Y es tan barato criar a buenos hijos inteligentes como criar a niños en la ignorancia17.

Por lo tanto, podemos seguir haciendo lo que aconsejó el profeta José Smith cuando dijo: “El hombre fue creado para labrar la tierra, cultivar su mente y glorificar a Dios”18.

El cultivo de valores espirituales

No podemos hacer estas cosas a menos que continuemos, en el segundo siglo, preocupándonos por las cualidades y habilidades espirituales de aquellos que enseñan aquí. En el libro de Mosíah leemos: “Ni confiéis en nadie para que sea vuestro maestro ni vuestro ministro, a menos que sea un hombre de Dios, que ande en sus vías y guarde sus mandamientos”19. William R. Inge dijo, “No temo que la vela que fue encendida en Palestina . . . hace años se apague jamás”20.

Debemos preocuparnos por la dignidad espiritual, así como por la competencia académica y profesional, de todos aquellos que vienen aquí para enseñar. William Lyon Phelps dijo:

Creo plenamente en una educación universitaria tanto para hombres como para mujeres; pero creo que un conocimiento de la Biblia sin un curso universitario es más valioso que un curso universitario sin la Biblia21.

Los estudiantes en el segundo siglo deben seguir viniendo aquí para aprender. No pedimos disculpas por animar a los estudiantes a buscar compañeros eternos al mismo tiempo que estudian las Escrituras y buscan conocimiento en los estantes de las bibliotecas. El Presidente McKay una vez observó: 

Una universidad no es un diccionario, un dispensario ni un centro comercial. Es más que un almacén de conocimiento y más que una comunidad académica. La vida universitaria es, en esencia, un ejercicio de pensar, prepararse y vivir22.

No queremos que BYU se convierta nunca en una fábrica educativa. Debe ocuparse no solo en la transmisión de hechos, sino también en la preparación de sus estudiantes para que ocupen su lugar en la sociedad como personas reflexivas, consideradas y sensibles que, parafraseando el lema de su centenario, vienen aquí dedicados al amor a Dios, a la búsqueda de la verdad y al servicio a la humanidad.

Hay más razones por las que debemos mantenernos firmes y no perder el rumbo en este segundo siglo. Todavía tenemos ante nosotros la notable profecía de John Taylor, en la que observó:

Verán el día en que Sion estará tan adelantada al mundo exterior en todo lo relacionado con el aprendizaje en todos los campos como lo está hoy en lo que respecta a los asuntos religiosos. Recuerden mis palabras, escríbanlas y vean si no suceden23.

Seguramente no podemos rechazar ese encuentro con la historia, porque gran parte de lo que la humanidad tanto necesita depende de nuestra disposición a contribuir al cumplimiento de esa profecía. Otros, a veces, también parecen tener una sensación de lo que podría suceder. Charles H. Malik, expresidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, expresó una ferviente esperanza cuando dijo:

Un día surgirá una gran universidad en algún lugar . . . espero que sea en Estados Unidos . . . a la que Cristo volverá en su plena gloria y poder; una universidad que, al promover la excelencia científica, intelectual y artística, superará por mucho incluso a las mejores universidades seculares del presente, pero que al mismo tiempo permitirá que Cristo la bendiga, actúe en ella y se sienta perfectamente a gusto en ella24.

¡Seguramente BYU puede ayudar a responder a ese llamado!

Al abordar cuestiones y problemas fundamentales, podemos ser eficaces en el ámbito educativo. De lo contrario, simplemente nos uniremos a la multitud que tan a menudo ha perdido su camino en bosques oscuros y sin luz, aun mientras trabaja con empeño. Haciendo una comparación a la corta de árboles, Thoreau dijo: “Hay mil que golpean las ramas del mal por cada uno que golpea la raíz”25. Debemos abordar, tanto estadística como espiritualmente, los problemas, las cuestiones y las causas de raíz en el segundo siglo de BYU. Buscamos hacerlo, no con arrogancia u orgullo, sino con el espíritu de servicio. Debemos hacerlo con temor y urgencia porque lo que dijo Edmund Burke es cierto: “Para que el mal triunfe, basta con que las personas buenas no hagan nada”26.

El aprendizaje que implica familiarizarse con los hechos no debe separarse de la preocupación por nuestros semejantes. Debe ocurrir en el contexto de un compromiso de servirles y acercarse a ellos.

En muchos sentidos, los sueños que alguna vez se englobaron bajo el concepto de “sueño americano” se han desvanecido y debilitado. Algunos de esos sueños han quedado ahora, en gran medida, en manos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y su pueblo para llevarlos a cabo, al menos en lo que respecta al esfuerzo institucional. Lord Acton dijo en una ocasión:

Fue desde América que las ideas sencillas de que los hombres debían ocuparse de sus propios asuntos, y que la nación es responsable ante el Cielo por los actos del Estado —ideas encerradas durante mucho tiempo en el seno de pensadores solitarios y ocultas entre los folios en latín— irrumpieron como un conquistador ante el mundo que habían de transformar, bajo el título de los Derechos del Hombre. . . .

. . . Y el principio ganó terreno, de que una nación nunca puede abandonar su destino a una autoridad que no puede controlar27.

Muchas universidades han llegado a depender tanto de los fondos federales que no deberían sorprenderse de haber cedido su autonomía a una autoridad que ya no pueden controlar. Demasiadas ya no asumen que las naciones son responsables ante el cielo por los actos del estado. Muchas ahora consideran los derechos del hombre como simplemente derechos de acceso a la propiedad, el dinero de otros, y no como los derechos que tradicionalmente se consideran fundamentales para nuestra libertad.

Preservar estos principios durante el segundo siglo de BYU requerirá tanto sacrificio y dedicación como lo que se necesitó en sus inicios para establecer la institución. De hecho, podría exigir aún más de lo que se requirió cuando BYU era solo una escuela primaria y luego una academia respaldada por una estaca de la Iglesia. Si abandonáramos nuestros ideales, ¿quién quedaría para llevar la antorcha de los principios que he intentado describir?

Así que estoy agradecido de que, como observó el presidente Oaks: “No hay anarquía de valores en la Universidad Brigham Young”28. Nunca la ha habido, y nunca la habrá. Pero también sabemos, como observó el presidente Joseph Fielding Smith al hablar en este campus, que “el conocimiento viene tanto por la razón como por la revelación”29. Anticipamos que el desarrollo natural del conocimiento ocurra como resultado de los estudios, pero siempre habrá esa dimensión adicional que el Señor puede proporcionar cuando estemos calificados para recibir y Él elija hablar:

Una ocasión futura en la que nada se retendrá, sea que haya un Dios o muchos dioses, serán manifestados.

Y además,

Todos los tronos y dominios, principados y potestades, serán revelados y señalados a todos los que valientemente hayan perseverado en el evangelio de Jesucristo30.

En pos de la excelencia, tanto en este campus como en otros lugares del Sistema Educativo de la Iglesia, debemos recordar la gran lección que se le enseñó a Oliver Cowdery, quien deseaba un resultado especial, al igual que nosotros deseamos una bendición y resultados extraordinarios para BYU en el segundo siglo. Oliver Cowdery deseaba poder traducir con facilidad y sin esfuerzo real. El Señor le recordó que se había equivocado porque “no pensaste sino en pedirme”31. Debemos hacer más que pedirle al Señor la excelencia. La transpiración debe preceder a la inspiración; debe haber esfuerzo antes de que haya excelencia. Debemos hacer más que orar por estos resultados en BYU, aunque por supuesto debemos orar. Debemos pensar. Debemos hacer un esfuerzo. Debemos ser pacientes. Debemos ser profesionales. Debemos ser espirituales. Entonces, con el transcurso del tiempo, esta se convertirá en la universidad plenamente ungida del Señor de la cual tanto se ha hablado en el pasado.

A veces podemos concordar con otros, incluidos académicos cuyos propósitos son similares a los nuestros. Al acercarnos al mundo académico, a hombres y mujeres reflexivos de todo el mundo que comparten nuestras preocupaciones y al menos ciertos objetivos de nuestra agenda, podemos multiplicar nuestra influencia y dar esperanza a otras personas que pueden pensar que están solas.

En otros casos, debemos estar dispuestos a apartarnos del sistema educativo establecido (no de manera imprudente o arrogante, sino con reflexión y por una buena razón), a fin de encontrar maneras inspiradas por el Evangelio para ayudar a la humanidad. La metodología, los conceptos y las ideas del Evangelio pueden ayudarnos a hacer lo que el mundo no puede hacer desde su propio punto de referencia.

De alguna manera, el Sistema Educativo de la Iglesia, para conservar su singularidad en los años venideros, quizá tenga que apartarse de ciertos patrones del sistema educativo establecido. Cuando el mundo pierde el rumbo en cuestiones de principio, tenemos la obligación de señalar el camino. Podemos, como Brigham Young esperaba que lo hiciéramos, “ser un pueblo de profundo aprendizaje relacionado con las cosas del mundo”32,  pero sin estar manchados por lo que él consideraba como “las influencias perniciosas y ateas”33 que nos inundarán si no estamos atentos. ¡Nuestros académicos, por lo tanto, deben ser centinelas, así como maestros!

No podemos renunciar a nuestras preocupaciones por el carácter y la conducta sin renunciar también a la humanidad. Mucha miseria es el resultado de defectos en el carácter, no de fallos en la tecnología. No podemos ceder a los caminos del mundo con respecto a las artes. Hace poco, el presidente Marion G. Romney citó a Brigham Young, quien dijo: “No hay música en el infierno”34. Nuestro arte debe ser el que edifica al hombre, que toma en cuenta su naturaleza inmortal, y que nos prepara para el cielo, no para el infierno.

Desafíos para el futuro de BYU

Una de las cumbres de la excelencia educativa que es sumamente relevante para las necesidades de la Iglesia es el ámbito del lenguaje. BYU debe convertirse en la reconocida capital lingüística del mundo, tanto por su competencia académica como por el maravilloso “laboratorio” que representa el envío de jóvenes a servir en el campo misional. Me refiero, por supuesto, a la Misión de Capacitación de Idiomas. No hay razón para que esta universidad no se destaque a nivel mundial por su competencia incuestionable y su profundo compromiso con la alfabetización y la enseñanza del inglés como segunda lengua.

Yo solo he mencionado unas pocas áreas. Hay muchas otras que merecen una atención especial, con desafíos y oportunidades particulares para el logro y el servicio en este segundo siglo.

Podemos lograr mucho con excelencia y, al mismo tiempo, enfatizar la participación amplia de nuestros estudiantes, ya sea en el ámbito deportivo o en eventos académicos. Podemos bendecir y dar experiencia a muchos, a la vez que desarrollamos las pocas almas selectas que pueden elevarnos a nuevos logros.

Debería ser obvio para ustedes, como lo es para mí, que algunas de las cosas que el Señor quiere que ocurran en el segundo siglo de BYU están ocultas de nuestra vista inmediata. Hasta que no hayamos subido la colina que tenemos por delante, no podremos ver lo que hay más allá. Las colinas que nos esperan son más altas de lo que pensamos. Esto significa que los logros y la dirección adicional deben ocurrir en el orden correcto, después de que hayamos hecho nuestra parte. ¡No seremos transportados del punto A al punto Z sin pasar por las exigentes experiencias de desarrollo, por todos los logros y por cada uno de los hitos que se encuentran entre ambos!

Esta universidad seguirá adelante. Sus estudiantes son idealistas que tienen integridad, que aman trabajar por buenas causas. Estos estudiantes no solo habrán recibido una formación secular, sino que también habrán llegado a comprender lo que quiso decir Jesús cuando declaró que la clave del conocimiento, que la sociedad había perdido siglos atrás, era “la plenitud de [las] Escrituras”35. Comprendemos, como pocos lo hacen, que la educación forma parte de estar en los asuntos de nuestro Padre y que las Escrituras encierran los conceptos fundamentales para la humanidad.

Sabemos que hay aquellos con propósitos injustos que se jactan de que el tiempo está de su lado. Así puede parecer a aquellos de visión muy limitada. Pero de aquellos que participan en la obra del Señor, se puede decir verdaderamente: “¡La eternidad está de nuestro lado! ¡Aquellos que luchan contra ese futuro brillante luchan en vano!”

Me apresuro a añadir que a medida que la Iglesia crece globalmente y se vuelve cada vez más multicultural, un porcentaje cada vez más pequeño de todos nuestros estudiantes universitarios de los Santos de los Últimos Días asistirán a BYU o al campus de Hawái o a Ricks College o al LDS Business College. Es un grupo privilegiado el que tiene la oportunidad de venir aquí. No tenemos la intención de descuidar las necesidades de los demás miembros de la Iglesia dondequiera que se encuentren, pero quienes vienen aquí tienen una responsabilidad aún mayor de asegurarse de que la inversión que la Iglesia ha hecho en ellos produzca frutos mediante el servicio y la dedicación a los demás, tanto en la Iglesia como en otras partes del mundo.

Asistir a BYU es algo especial. Había Autoridades Generales que tenían sueños sobre el crecimiento y madurez de la Universidad Brigham Young, incluso sobre la construcción de un templo en la colina que llamaban Temple Hill (la colina del templo), pero “los sueños y las declaraciones proféticas no se ejecutan por sí mismos. Se cumplen solo por medio de personas justas y dedicadas que hacen realidad las profecías”36.

Gran parte de nuestro consejo que les damos hoy al comenzar su segundo siglo es el mismo consejo que damos a otros en la Iglesia con respecto a otros programas vitales: necesitan acelerar su paso y (para usar la frase del presidente N. Eldon Tanner) continuar su viaje. ¡Están avanzando en la dirección correcta! Los ajustes académicos que deben realizarse se harán con la sabiduría individual y colectiva que encontramos cuando una facultad dedicada interactúa con una administración sensata, una junta directiva inspirada y un alumnado agradecido.

Estoy agradecido de que la Iglesia pueda aprovechar la pericia que existe aquí. La Iglesia utilizará cada vez más y de distintas formas los focos de competencia que existen aquí.

Queremos que se mantengan libres como universidad, libres del control del gobierno, no solo por el bien de la universidad y la Iglesia, sino también por el bien de nuestro gobierno. Nuestro gobierno, tanto estatal como federal, y nuestro pueblo se benefician más de universidades libres, no de instituciones que se someten por temor a perder financiación.

Esperamos con interés los avances en sus proyectos de traducción asistida por computadora y del Instituto de Agricultura y Alimentación Ezra Taft Benson. Esperamos que se haga más en el campo de la educación, en las bellas artes, en la Facultad de Derecho J. Reuben Clark, en la Escuela de Posgrado de Administración, y en el ámbito del comportamiento humano.

Valoramos la eficacia de los programas que se ofrecen aquí, como nuestro programa para estudiantes indígenas, que tiene una alta tasa de graduación. ¡Pero debemos hacerlo mejor para llegar a ser mejores, y debemos ser mejores por el bien del mundo!

Como han dicho las Primeras Presidencias anteriores, y les decimos de nuevo, nuestra expectativa (y no solo nuestra esperanza) es que la Universidad Brigham Young “se convierta en un líder entre las grandes universidades del mundo”37. A esa expectativa añadiría: “¡Conviértanla en una universidad única en todo el mundo!”

Quiero agradecer ahora a todos los que han hecho posible esta celebración del centenario y expresar mi agradecimiento a los exalumnos, estudiantes y amigos de la universidad por la Torre del Carillón del Centenario que se entrega a la universidad en su centenario. A través de estas bellas campanas sonarán las grandes melodías que han motivado al pueblo de la iglesia del Señor en el pasado y levantarán nuestros corazones e inspirarán en el segundo siglo, con alegría y determinación aún mayor. Esto ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

Dedicación de la Torre del Carillón y Campanas

Nuestro Padre Celestial, estamos agradecidos por esto, el regalo de Tu pueblo, los exalumnos, la facultad, el personal y los amigos de la Universidad Brigham Young, por esta colección de cincuenta y dos campanas en esta torre de carillón en el campus de Tu gran universidad.

Agradecemos la fidelidad y la artesanía de quienes construyeron las campanas, quienes las transportaron y quienes las colocaron en la torre.

Padre, estamos agradecidos por la diversidad de las campanas en su tamaño, versatilidad y tonos que dan música, por las palmas, la cinta magnética y el teclado, y te pedimos, oh Padre, que protejas esta torre, estas campanas, y todo lo perteneciente a ellas, y oramos para que el carillonista tenga la precisión y la capacidad de crear música hermosa con las campanas en esta torre.

Padre, te damos las gracias por esta institución y por lo que ha significado en la vida de cientos de miles de personas y su posteridad, por las verdades que han aprendido aquí, por los caracteres que se han forjado y por las familias que aquí se han fortalecido. Que Tu Espíritu siga acompañando al presidente de esta institución y sus asociados, la facultad, los estudiantes, exalumnos, personal y amigos de esta universidad y sus sucesores para que Tu Espíritu siempre permanezca aquí y que surjan partidarios de esta institución para traer gloria a Ti y bendiciones a la gente de este mundo.

Así como estas campanas levantarán los corazones de los oyentes cuando escuchen los himnos que se tocarán para Tu gloria, permite que la moralidad de los graduados de esta universidad provea la música de esperanza para los habitantes de este planeta. Pedimos que todos aquellos, en todas partes, que abren sus oídos para escuchar los sonidos de la buena música también estén más inclinados a abrir sus oídos para escuchar las buenas nuevas traídas a nosotros por Tu Hijo.

Ahora, querido Padre, permite que estas campanas resuenen dulcemente para Ti. Que los collados eternos tomen el son, que las montañas griten de alegría y los valles clamen en voz alta, y que los mares y las tierras secas cuenten las maravillas del Rey Eterno.

Que los ríos y los arroyos fluyan con alegría; que el sol, la luna y las estrellas canten juntos y que toda la creación cante la gloria de nuestro Redentor para siempre.

Ahora, Padre, dedicamos esta torre de carillón, las campanas, los efectos mecánicos y el equipo, y todo lo relacionado a este complejo, y te pedimos que la bendigas y la protejas contra todos los elementos destructivos. Bendícela para que nos brinde música dulce y que por ella podamos amarte y servirte aún más.

En el nombre de Jesucristo. Amén.

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  1. Véase Spencer W. Kimball, “Education for Eternity”, discurso a la facultad y al personal de BYU, 12 de septiembre de 1967.
  2. Véase también Ernest L. Wilkinson, ed., Brigham Young University: The First One Hundred Years, 4 vols. (Provo: BYU Press, 1975-76), 2:573.
  3. Karl G. Maeser, en Alma P. Burton, Karl G. Maeser: Mormon Educator (Salt Lake City: Deseret Book, 1953), 73.
  4. Marion G. Romney, “Why the J. Reuben Clark Law School?” discurso de dedicación y oración del edificio de la Facultad de Derecho J. Reuben Clark, 5 de septiembre de 1975.
  5. Artículos de Fe 1:9.
  6. Ernest L. Wilkinson, “A Letter to Parents”, julio de 1967, págs. 2, 8; véase también el extracto de la carta en Wilkinson, “Welcome Address”, devocional de BYU, 21 de septiembre de 1967.
  7. Doctrina y Convenios 28:6.
  8. Juan 17:14–16.
  9. Neal A. Maxwell, “Greetings to the President”, Addresses Delivered at the Inauguration of Dallin Harris Oaks, 12 de noviembre de 1971 (Provo: BYU Press, 1971), 1.
  10. Moisés 7:21.
  11. Carl Schurz, discurso en Faneuil Hall, Boston, 18 de abril de 1859.
  12. Kimball, “Education for Eternity”.
  13. Kimball, “Education for Eternity”.
  14. Doctrina y Convenios 10:4.
  15. Brigham Young, JD 16:77 (25 de mayo de 1873).
  16. Karl G. Maeser, citado en John Taylor, JD 20:48 (4 de agosto de 1878).
  17. John Taylor, JD 24:168–69 (19 de mayo de 1883).
  18. Joseph Smith, “Selections: Cultivate the Mind”, Evening and Morning Star 1, n.º 1 (junio de 1832): 8.
  19. Mosíah 23:14.
  20. William R. Inge, Christian Ethics and Modern Problems (London: Hodder y Stoughton, 1930), 394.
  21. William Lyon Phelps, Human Nature in the Bible (New York: Charles Scribner’s sons, 1922), ix.
  22. David O. McKay, “A Message for LDS College Youth”, discurso de BYU, 8 de octubre de 1952; también incluido en McKay, Gospel Ideals (Salt Lake City: Improvement Era, 1953) 436.
  23. John Taylor, JD 21:100 (13 de abril de 1879).
  24. Charles H. Malik, “Education in Upheaval: The Christian’s Responsibility,” Creative Help for Daily Living 21, no. 18 (September 1970): 10.
  25. Henry David Thoreau, Walden (1854), I, “Economy”.
  26. Atribuido a Edmund Burke.
  27. Lord Acton, The History of Freedom and Other Essays (1907), capítulo 2.
  28. Dallin H. Oaks, “Response”, Addresses Delivered at Inauguration, 12 de noviembre de 1971, 21.
  29. Joseph Fielding Smith, “Educating for a Golden Era of Continuing Righteousness”, discurso de la semana de educación en el campus de BYU, 8 de junio de 1971, 2.
  30. Doctrina y Convenios 121:28–29.
  31. Doctrina y Convenios 9:7.
  32. Brigham Young, “Remarks”, Deseret News Weekly, 6 de junio de 1860, 97.
  33. Brigham Young, en carta a su hijo Alfales Young, 20 de octubre de 1875.
  34. Brigham Young, JD 9:244 (6 de marzo de 1862).
  35. Doctrina y Convenios 42:15.
  36. Ernest L. Wilkinson y W. Cleon Skousen, Brigham Young University: A School of Destiny (Provo: BYU Press, 1976), 876.
  37. Harold B. Lee, “Be Loyal to the Royal Within You”, discurso devocional de BYU, 11 de septiembre de 1973.

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Spencer W. Kimball

Spencer W. Kimball era presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cuando pronunció este discurso en la Universidad Brigham Young el 10 de octubre de 1975.