Armonía del cuerpo y del espíritu: Una clave para ser felices
Obispo Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
23 de octubre de 2020
Obispo Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
23 de octubre de 2020
La verdadera belleza es el resultado de una alquimia sutil y un equilibrio delicado, y en gran parte proviene de nuestra luz interior personal más que solamente de criterios estéticos o físicos.
Tenemos la intención de modificar esta traducción cuando sea necesario. Si tiene sugerencias, por favor mándenos un correo a speeches.spa@byu.edu
Mis queridos hermanos y hermanas, estoy encantado de estar con ustedes hoy en este magnífico campus con mi querida esposa, Valérie. Expresamos nuestro amor por el presidente y la hermana Worthen y por cada uno de ustedes. Para el Obispo Presidente de la Iglesia, este tipo de ocasiones para discursar son bastante raras, por lo que me siento muy honrado y bendecido de tener esta oportunidad de dirigirme a ustedes.
Hoy quiero compartir algunas ideas sobre cómo crear armonía entre nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Esto es clave para encontrar la verdadera felicidad tanto en nuestra existencia terrenal como en la vida venidera.
Hace poco volví a ver la película La Bella y la Bestia. Me gusta mucho, ¡y no solo porque ocurre en Francia o porque me identifico fácilmente con el acento gracioso de Lumière!
Creo que Bella se parece mucho a ustedes. Es brillante e independiente, una ávida lectora ansiosa por aprender sobre el mundo. Al mismo tiempo, a menudo se siente diferente de los que la rodean. Tiene la bendición de poseer un espíritu generoso y compasivo. Le gusta la autenticidad y no le gustan las superficialidades del mundo ni lo que el Libro de Mormón llama “las cosas vanas del mundo”1, ya sea el poder, las riquezas materiales o la obsesión por la apariencia física.
En la historia, Bella termina prisionera de una bestia horrible y repulsiva en un castillo embrujado. Esta bestia resulta ser un joven príncipe que, a causa de un hechizo, ha quedado atrapado en el cuerpo de un monstruo aterrador. Bella no juzga a la Bestia y es capaz de ver más allá de su apariencia repugnante. Ella entiende que su carácter amargado, sus modales groseros y sus ataques de ira sirven como fachada para ocultar un alma atormentada que solo desea amar.
Bajo la influencia reconfortante de Bella, ocurre una transformación asombrosa en la Bestia, la cual comienza en lo más profundo de su alma y finalmente da lugar a una completa transformación física. Gracias al amor de Bella, el hechizo se rompe y el joven príncipe recupera su apariencia original, para gran deleite de las personas que vienen a aclamar a su nuevo rey y a su nueva reina.
Me encanta el mensaje implícito de la película, el cual puede ayudarnos cuando buscamos la felicidad genuina y duradera. Cada uno de nosotros está compuesto por dos elementos: el cuerpo físico y el espíritu. Estas dos partes de cada ser humano están estrechamente conectadas y tienen una relación muy íntima y recíproca. El cuerpo físico de la Bestia —la carga que el príncipe debía soportar— lo había vuelto gruñón y antisocial, pero cuando su corazón cambió y pudo recuperar su naturaleza alegre y sociable, su apariencia física también cambió.
Esta lección se aplica a todos nosotros: nuestra condición física puede influir profundamente en nuestro bienestar espiritual. De igual manera, nuestra fortaleza espiritual y los sentimientos de nuestro corazón influyen profundamente en nuestro bienestar físico. En otras palabras, la hermosa armonía que puede existir entre nuestra naturaleza física y espiritual es una condición importante para poder encontrar la verdadera felicidad en la travesía terrenal y en las eternidades venideras.
Este importante principio es parte central de la doctrina que enseña La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tal como se explica en la sección 93 de Doctrina y Convenios:
Porque el hombre es espíritu. Los elementos son eternos; y espíritu y elemento, inseparablemente unidos, reciben una plenitud de gozo;
y cuando están separados, el hombre no puede recibir una plenitud de gozo2.
Este pasaje de las Escrituras hace referencia al gozo que todos podremos experimentar en el momento de nuestra resurrección, cuando nuestro cuerpo y nuestro espíritu se vuelvan a unir. Creo que esto también aplica a nuestra existencia terrenal y al gozo y la satisfacción que podemos experimentar cuando existe una armonía completa entre el lado espiritual y el lado temporal de nuestra naturaleza, la cual proviene de estar en armonía con el Señor.
En el mundo cristiano, algunos creen que nuestro cuerpo es un obstáculo para la elevación de nuestro espíritu. Los que tienen esta opinión piensan que debemos mantener nuestra vida libre de la contaminación de los elementos físicos, a los que consideran fundamentalmente carnales y malvados. Ciertamente, como Alma enseñó a su hijo Coriantón,
todos los hombres que se hallan en un estado natural, o más bien diría, en un estado carnal, están en la hiel de amargura y en las ligaduras de la iniquidad; se encuentran sin Dios en el mundo, y han obrado en contra de la naturaleza de Dios; por tanto, se hallan en un estado que es contrario a la naturaleza de la felicidad3.
Sin embargo, el solo hecho de que seamos seres físicos no significa que estemos destinados a ser carnales y malvados.
La revelación moderna, tal como lo expresó Hugh B. Brown, quien fue miembro de la Primera Presidencia, aclara “que la materia no es esencialmente mala, pero que su propósito es servir al espíritu … Existe una relación benéfica y eterna entre el espíritu y el elemento”4. En realidad, el espíritu no puede perfeccionarse sin el cuerpo. El presidente Joseph F. Smith dijo: “El espíritu sin el cuerpo no es perfecto, no está capacitado, sin el cuerpo, para poseer la plenitud de la gloria de Dios y, por lo tanto, no puede, sin el cuerpo, cumplir su destino”5.
Dios y Su Hijo Unigénito, Jesucristo, son seres inmortales y glorificados, dotados de cuerpos de carne y huesos. Y es mediante esa misma condición de unión perfecta y sempiterna entre el cuerpo y el espíritu que nosotros también podemos llegar a ser seres exaltados algún día. Por lo tanto, el propósito de nuestra vida no es repudiar nuestra naturaleza física, sino ponerla en armonía con nuestro espíritu.
Mis queridos hermanos y hermanas, los invito a hacer una pequeña introspección. ¿Qué relación existe entre su naturaleza física y espiritual? ¿Cómo se influencian mutuamente? ¿Cómo pueden crear armonía entre estos dos aspectos de ustedes mismos?
Revisemos algunos principios que creo los guiarán para responder estas importantes preguntas.
Sentirse asfixiado, sentirse oprimido, ser un manojo de nervios, tener un nudo en el estómago, saltar de alegría o mostrar una sonrisa de oreja a oreja: todas estas expresiones hacen una clara referencia a la constante interrelación entre el espíritu y el cuerpo. Nuestros pensamientos, sentimientos y emociones internos se expresan mayormente como sensaciones físicas, ya sean positivas o negativas.
Al igual que yo, tal vez hayan notado que la bondad emite cierto tipo de belleza. ¿No es extraordinario que nuestros sentimientos nobles se reflejen en nuestra apariencia física? Los que tienen un corazón puro y caritativo tienen un semblante encantador, atractivo y que atrae a las personas hacia ellos. No me refiero a la belleza como la define el mundo, que valora solo la perfección de la forma externa y desprecia el espíritu interior. Más bien, me refiero a la belleza que las personas irradian debido a su virtud y bondad de carácter.
Me gusta lo que dijo Víctor Hugo:
Ninguna gracia exterior está completa si la belleza interior no la vivifica. La belleza del alma se esparce como una luz misteriosa sobre la belleza del cuerpo6.
Hace unos años, nuestra familia pasó unos días en el Domaine des Écureuils. Es un pequeño hostal situado en el corazón de un hermoso parque en Dordogne, una pintoresca región en el suroeste de Francia. Cuando llegamos, nos cautivó la belleza que fluía de la vieja estructura de piedra rodeada de majestuosos árboles y fragantes canteros de flores. Inmediatamente sentimos paz y felicidad, como si estuviéramos en medio de un pequeño paraíso.
Al día siguiente, al mirar más de cerca el lugar, comencé a ver algunas imperfecciones. Algunas paredes se estaban cayendo a pedazos, la alineación de las piedras era imperfecta y desencajada, y en uno que otro lado la vegetación se había escapado de las macetas para trepar por las paredes y escaleras. A pesar de todo, un espíritu apacible y una suave luz emanaba de la escena, convirtiéndola en un entorno armonioso, casi idílico. La verdadera belleza no estaba en la perfección de la apariencia física; más bien, estaba en la pureza, la armonía, el resplandor y la luz que emanaba de ella.
En nuestro trayecto por la vida, debemos tener cuidado de no ceder a los estándares que el mundo quiere imponernos. La verdadera belleza es el resultado de una alquimia sutil y un equilibrio delicado, y en gran parte proviene de nuestra luz interior personal más que solamente de criterios estéticos o físicos.
Hace poco leí el extraordinario relato de la vida del escritor francés Jacques Lusseyran.
A la edad de siete años, Jacques se cayó mientras estaba en la escuela y se golpeó contra la esquina del escritorio de su maestra. El violento golpe le causó graves heridas en los ojos, dejándolo completa y permanentemente ciego.
Jacques escribió más tarde:
Ser ciego no era como me lo imaginaba en absoluto. La gente me dijo que ser ciego significaba no ver. Pero … Yo podía ver. No de inmediato, lo reconozco. No en los días inmediatamente posteriores a la operación. …
… [Pero con el tiempo] era consciente de un resplandor. … La luz estaba allí [junto con el gozo]7.
A medida que crecía, Jacques adquirió, debido a su ceguera, lo que él llamó una “percepción de los seres humanos”8. Esta percepción le ayudaba a ver a las personas a través del tono de su voz.
Este don se hizo vital cuando tenía quince años y el régimen nazi ocupó París en junio de 1940. Aunque era muy joven, él y sus amigos formaron un movimiento de resistencia clandestino. El grupo eligió a Jacques para que fuera su líder.
De esa época, Jacques escribió:
Todos los días, incluso el domingo, me levantaba … antes de que amaneciera. Lo primero que hacía era arrodillarme y orar: “Dios mío, dame la fuerza para guardar mis promesas. … Ahora que veinte jóvenes … esperan mis órdenes, dime qué órdenes darles. Por mí mismo no sé hacer casi nada, pero si lo quieres, soy capaz de casi todo”9.
Todos los nominados para unirse al movimiento tenían que reunirse primero con “el hombre ciego”10. Jacques no les prestaba tanta atención a sus palabras como a sus almas. En un año, esta organización de veinte personas creció hasta tener más de seiscientas.
Sólo hubo un hombre que admitió al movimiento del cual no estaba absolutamente seguro, y fue ese hombre quien luego los traicionó. La Gestapo arrestó a Jacques y a sus compañeros en 1943 y los envió a Buchenwald con otros dos mil franceses. Solo treinta de esas dos mil personas seguían con vida cuando el campo fue liberado. Jacques tenía entonces veinte años.
Jacques había sufrido uno de los períodos más oscuros de la historia moderna y había estado al borde de la muerte. Sin embargo, escribió:
No tengo ni un solo mal recuerdo de aquellos trescientos treinta días de miseria extrema. Una mano me guió. Un ala me cubrió. … Me convertí en alguien libre que ahora podía ayudar a los demás… .
Podía tratar de mostrarle a otras personas cómo aferrarse a la vida. Podía dirigir hacia ellos el flujo de luz y gozo que había crecido tan abundantemente en mí11.
Jacques era como aquellos de quienes habló Isaías: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz”12. Todos podemos aprender a vivir de acuerdo a esa luz, porque, como el Salvador enseñó, “Y si vuestra mira está puesta únicamente en mi gloria, vuestro cuerpo entero será lleno de luz y no habrá tinieblas en vosotros; y el cuerpo lleno de luz comprende todas las cosas”13.
Al igual que Jacques, todos podemos hallar en nuestro interior los recursos espirituales que necesitamos para desarrollar y magnificar nuestras capacidades físicas. Quizá algunos de nosotros estemos padeciendo enfermedades u otras adversidades físicas. Muchos, si no la mayoría, nos miramos al espejo y vemos algo que no nos gusta.
Por favor, no permitan que la percepción de imperfecciones físicas los defina. Su enfoque debe ser fortalecer su luz interior. Al hacerlo, desarrollarán una belleza interior que irradia en su apariencia externa, que mejora su bienestar físico, que vigoriza sus sentidos naturales y que los hace personas más felices.
La creencia popular es que “el hábito no hace al monje”. Sin embargo, nuestra apariencia externa no es insignificante. La manera en que cuidamos nuestro cuerpo, la forma en que nos vestimos y cómo nos comportamos tienen una influencia significativa en nuestra espiritualidad personal y, por lo tanto, influyen en quienes nos rodean.
No es coincidencia que tengamos pautas en la Iglesia para ayudarnos a preservar nuestra espiritualidad cotidiana en relación con nuestra apariencia física. Por ejemplo, a los misioneros y a los estudiantes universitarios de la Iglesia como ustedes se les dan pautas en cuanto a su forma de vestir y su apariencia física. Se anima a los jóvenes de la Iglesia a seguir los principios de Para la Fortaleza de la Juventud, que aborda múltiples cuestiones prácticas tales como el modo de vestir y la apariencia, el lenguaje, la música y el baile, y la salud física.
En su primera epístola a los corintios, Pablo escribió:
¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros …?
… [G]lorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios14.
Glorificar a Dios en nuestro cuerpo es poner nuestra apariencia y comportamiento externos en sintonía con nuestros deseos espirituales más elevados. Al hacerlo, permitimos que el Espíritu de Dios resida en nosotros. El Espíritu nos ilumina, y nos convertimos en luces para los demás.
Me conmovió la historia personal que me contó mi amigo Shawn, quien anteriormente ministró a nuestra familia. Shawn creció en una familia de miembros que no participaba activamente en la iglesia, y durante su juventud casi nunca iba a la iglesia. Después de graduarse de la escuela secundaria, comenzó a asistir a la Universidad de Utah y a vivir el estilo de vida despreocupado de un joven del mundo. Tuvo la bendición de conseguir un trabajo a medio tiempo limpiando ventanas todas las noches en un edificio de oficinas. El edificio estaba ubicado en la calle South Temple, justo enfrente del Templo de Salt Lake.
Mientras limpiaba las ventanas, Shawn a menudo tenía una vista que daba hacia el templo, y comenzó a observar y prestar atención a las personas que salían del templo. Quedó impresionado con el semblante de esas personas. Todos iban vestidos con su mejor ropa de domingo y tenían semblantes serenos en sus rostros. Parecían estar llenos de gozo y de luz. Shawn a menudo se preguntaba qué estaban haciendo dentro del templo que los hacía tan felices cuando salían.
En contraste, Shawn adquirió el hábito de ir a un club nocturno estudiantil varias noches a la semana. Este club no era un lugar tranquilo ni sereno. El ambiente era a menudo tumultuoso, impregnado del olor a alcohol y dominado por las bulliciosas conversaciones de sus clientes. Una noche, mientras estaba sentado a la mesa con unos amigos, al grupo se le ocurrió la idea de colgar una fotografía del Templo de Salt Lake en la pared. Comenzaron a lanzar dardos a la imagen, junto con insultos y palabras de odio. Shawn empezó a sentirse extremadamente incómodo. Algo lo inspiró a ponerse de pie y dejar ese ambiente irrespetuoso.
Cuando sus amigos le preguntaron por qué quería irse, dijo sin dudar: “Algún día espero tener una familia. Y si alguna vez tengo la bendición de tener hijas, ¡espero que ninguna de ellas se case con hombres como ustedes!”
Le hicieron otra pregunta: “¿A dónde crees que vas?”
Se volvió hacia el grupo, señaló la imagen del templo en la pared y dijo: “Voy a ir allí”.
Luego abandonó el club mientras le lanzaban insultos y abucheos. Cuando se subió a su auto, respiró profundamente y en ese preciso momento supo exactamente lo que tenía que hacer y adónde tenía que ir. A las pocas semanas regresó a la Iglesia y decidió servir una misión de tiempo completo.
Hoy, Shawn es el feliz padre de una familia profundamente arraigada en el Evangelio. Cuando sus amigos le preguntan qué le dio el valor para dejar su estilo de vida anterior, responde sin vacilar: “Fue el Espíritu que sentía al mirar la Casa del Señor y observar la ropa y el semblante de las personas que salían de ella”15.
Mis jóvenes hermanos y hermanas, los animo a prestar cuidadosa atención a la imagen física y la apariencia que presentan ante el mundo. Puede que esto influya directamente en su vida espiritual y en la vida de las personas que los rodean.
Debido a la interacción constante que existe entre los aspectos temporales y espirituales de nuestra vida, no es de sorprender que la Iglesia no solo enseñe principios espirituales, sino que también brinde consejo con respecto a los aspectos más prácticos de nuestra vida diaria.
Las enseñanzas de la Iglesia incluyen muchos mandamientos y principios que son de naturaleza tanto espiritual como temporal, tales como la Palabra de Sabiduría, el diezmo, la ley del ayuno, la necesidad de recibir educación y empleo, el manejo adecuado de las finanzas familiares, la preparación para emergencias, el almacenamiento de alimentos y muchos otros. La sección 88 de Doctrina y Convenios incluso incluye consejo de cómo cuidar nuestro sueño, declarando: “cesad de dormir más de lo necesario; acostaos temprano para que no os fatiguéis; levantaos temprano para que vuestros cuerpos y vuestras mentes sean vigorizados”16.
Permítanme recalcar dos principios importantes del Evangelio que tienen que ver con la forma en que respetamos nuestro cuerpo. Estos principios pueden tener un gran impacto en nuestro bienestar terrenal y en nuestro destino eterno.
El Manual General de la Iglesia establece:
El Señor ha mandado a los miembros que cuiden sus mentes y cuerpos. Deben obedecer la Palabra de Sabiduría, comer alimentos nutritivos, hacer ejercicio con regularidad, controlar su peso y dormir lo suficiente. Deben evitar las substancias o prácticas que maltraten sus cuerpos o mentes o que pudieran llevar a la adicción. Deben practicar la salubridad y la higiene y obtener adecuada atención médica y dental17.
Algunos de ustedes pueden pensar que, por ser jóvenes, son inmunes a los problemas físicos. Por el contrario, los hábitos que establezcan ahora relacionados con su bienestar personal tendrán un impacto en ustedes tanto temporal como espiritualmente por el resto de sus vidas. Su enfoque no debe estar en seguir las vanas tendencias del mundo. ¡No es simplemente cuestión de perder algo de grasa aquí o allá o de añadir diez kilos al peso que levantan para tener músculos como sus compañeros de cuarto! El objetivo es sentirse mejor y encontrar un equilibrio temporal y espiritual. Así tendrán más posibilidades de gozar de buena salud a lo largo de su vida, lo que a su vez les traerá gozo y confianza en sus capacidades terrenales y les permitirá estar más conscientes de su potencial eterno.
Mis jóvenes amigos, Dios ha bendecido sus cuerpos con el sagrado poder de dar vida. El presidente Boyd K. Packer lo expresó de forma maravillosa:
La capacidad de crear otras vidas es una bendición divina. … Este poder no es algo de menor importancia del plan de felicidad; es la clave… la clave misma.
[Utilizar, o no,] este poder como lo requieren las leyes eternas… determinará para siempre [quienes] lleguemos a ser18.
La intimidad física entre un hombre y una mujer puede ser una experiencia hermosa y maravillosa cuando tiene lugar dentro de los lazos del matrimonio establecidos por el Señor. Sin embargo, pocas experiencias terrenales requieren más esfuerzo que esto: mantener los impulsos físicos naturales en armonía con las aspiraciones profundas del alma.
Nadie puede decir: “Seguiré al Señor con todo mi corazón” y al mismo tiempo sostener: “Puedo hacer lo que yo quiera con mi cuerpo”. Estas dos cosas están íntimamente conectadas. La manera en que usen o abusen del sagrado poder de la procreación será un factor clave para determinar su felicidad y su progreso espiritual, tanto en esta vida como en las eternidades venideras.
Les suplico que siempre permanezcan sexualmente puros y que canalicen sus pasiones naturales, dadas por Dios, para cumplir sus más altas aspiraciones espirituales. No hay placer inmediato que justifique poner en peligro las promesas eternas que tanto atesoran. No hay satisfacción fugaz que valga la pena si tienen que comprometer la confianza depositada en ustedes por su Padre Celestial y por su cónyuge actual o futuro.
Por favor, recuerden que uno de los objetivos esenciales de nuestra existencia terrenal es que nuestros espíritus tomen el control de los elementos físicos de nuestras vidas; así, ambas partes trabajarán en armonía para alcanzar propósitos más elevados y eternos. Esta es una de las condiciones que debemos cumplir para hallar la verdadera felicidad en esta vida y heredar la gloria eterna.
Al final del cuento de La Bella y la Bestia, cuando la Bestia se transforma en un apuesto príncipe, se le aparece un hada y le susurra a Bella estas maravillosas palabras:
“Bella, … Ven a recibir el premio de tu buena elección: has preferido la virtud a la belleza y a la inteligencia, y por tanto mereces hallar todas estas cualidades reunidas en una sola persona. Vas a ser una gran reina”19.
Sé que Dios y Su Hijo, Jesucristo, viven y nos aman con un amor infinito. Al elegir la virtud para armonizar sus herencias físicas y espirituales, calificarán para llegar a ser un día reyes y reinas en el reino eterno preparado por nuestro Padre Celestial y recibir “de su plenitud y de su gloria”20. Este es el mayor deseo del Padre para ustedes. Testifico de ello en el nombre de Jesucristo. Amén.
© Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados.
Notas
Gérald Caussé, Obispo Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pronunció este discurso el 13 de octubre de 2020.